Desde hace algún tiempo se viene hablando y discutiendo en Venezuela sobre cuáles son realmente las condiciones electorales que se necesitan para llevar a cabo un proceso confiable, transparente y auditable que se convierta en una respuesta política real a la crisis generalizada que enfrenta el país.
La última experiencia electoral venezolana en la que se registraron altos índices de participación fue en 2015, cuando se realizaron las elecciones parlamentarias en las que la oposición obtuvo una victoria aplastante y puso contra la cuerdas al madurismo.
Si analizamos objetivamente lo sucedido luego de esa exitosa elección parlamentaria, nos daremos cuenta de que justo después de esas elecciones comenzó una campaña de descrédito y satanización del voto y la participación ciudadana en comicios electorales. Es desconcertante que se haya elegido esa estrategia, teniendo en cuenta que el último gran logro de los sectores democráticos fue obtenido precisamente a través del voto y con las mismas condiciones y el mismo sistema que ahora se objeta.
Ciertamente, algunas decisiones y acciones de quienes se adueñaron del poder llevaron a muchos a pensar, erróneamente, que esa desconfianza respecto al sistema era lógica y pertinente. Sin embargo, el tiempo nos ha demostrado que la estrategia del gobierno estaba dirigida precisamente a la desmovilización de la gente, a sembrar dudas respecto al voto y que la mayoría de la población, la cual claramente los adversa, descartara la opción de participar nuevamente en alguna elección. Solo así podrían seguir adelante con su sistema y sostenerse en el poder durante mucho tiempo.
Hoy, lamentablemente, podemos afirmar que lo lograron. Nos convencieron de algo irreal. El hecho de que la gente hoy no confíe en el voto es un logro perverso de los traidores a la patria y a los únicos a quienes favorece esa situación es a ellos mismos. Esa es una de las grandes razones por las que ese grupo de corruptos sigue en el poder.
Ante tal coyuntura, no queda otro camino que revertir la situación. Que comprendamos que solo regresando a la ruta del voto volveremos a hacerles frente hasta anularlos políticamente.
¿Cómo y por qué abandonamos el camino que nos condujo a un triunfo tan avasallante? No tengo una respuesta clara sobre esta inexplicable situación, pero aunque parezca totalmente ilógico y absurdo, fue eso lo que sucedió. Considero que es hora de corregir ese error y evitar, por todos los medios, cometerlo de nuevo.
La clave para ganar unas elecciones no está en las condiciones, sino en la voluntad de las mayorías de votar masivamente y defender su voto. Hoy tenemos casi las mismas condiciones que tuvimos en 2015 y, como ya sabemos, en esa ocasión resultaron aplastados.
Las únicas condiciones que deben exigirse para la realización de una elección en Venezuela son las que están establecidas en nuestro ordenamiento jurídico. Lo que ordenan la Constitución, las leyes y los reglamentos electorales vigentes en el país.
El éxito en un proceso electoral solo depende de nuestras propias capacidades, incluso de convertir las adversidades en fortalezas para nuestra causa. Las elecciones se ganan con votos, y si se teme que se utilicen artimañas en el proceso, hay que lograr que la participación sea tan monumental que haga imposible manipularla o desconocerla.
La condición más importante, la que definitivamente hará la diferencia y depende totalmente de nosotros, es que el ciudadano recupere su confianza en el voto y lo utilice para definir el futuro del país.
Para tener éxito frente a una situación tan particular como la que existe en Venezuela, deben utilizarse estrategias que efectivamente nosotros controlemos, por ejemplo, convertir el rechazo que tiene el usurpador de más de 80% de la población en votos a favor del cambio.
Nuestra tarea es que se materialice una avalancha de votos tan abrumadora que ni el ventajismo, ni la mentira, ni el chantaje logren desvirtuar la voluntad y determinación del venezolano de salir de esta tragedia. Ese será el objetivo y la causa que reunirá a todas las fuerzas democráticas del país en torno a un propósito común.
En las próximas elecciones, cada ciudadano con su voto puede construir la gran victoria de Venezuela y los venezolanos. Así repetiremos la hazaña de 2015, pero esta vez sin dejar espacio a nuevas equivocaciones.
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