Imagina por un momento lo que sentirías si, siendo madre, dieras a luz a cuatro hijos, uno tras otro, cada uno de los cuales muere cuando son bebés por causas naturales, en un lapso de 10 años.
Luego imagina que te acusen injustamente de asfixiarlos a todos y te condenen a 30 años de cárcel por cuatro crímenes terribles que no cometiste.
Este escenario podría ser cierto en el caso de Kathleen Folbigg, una madre australiana de la región de Hunter Valley, en Nueva Gales del Sur.
Calificada en su juicio en 2003 como «la peor asesina en serie femenina de Australia», Folbigg ya ha pasado casi 18 años en prisión después de ser declarada culpable del homicidio de su primogénito Caleb y del asesinato de sus tres hijos posteriores, Patrick, Sarah y Laura.
Pero ahora, nueva evidencia científica le está dando un inesperado vuelco a este caso.
La semana pasada, 90 eminentes científicos, defensores de la ciencia y expertos médicos le entregaron al gobernador de Nueva Gales del Sur una petición firmada, en la que solicitan el perdón de Folbigg y su liberación inmediata.
Entre los firmantes hay dos premios Nobel, dos personas nombradas «australianos del año», un excientífico en jefe y el presidente de la Academia Australiana de Ciencias, el profesor John Shine, quien comentó: «Dada la evidencia científica y médica que ahora existe en este caso, firmar esta petición fue lo correcto».
Si Folbigg es liberada y sus condenas se anulan, su terrible experiencia será vista como el peor error judicial en la historia de Australia.
Será incluso peor que el famoso caso de Lindy Chamberlain, quien cumplió tres años de prisión luego de ser condenada por error por asesinar a su bebé, Azaria. en Uluru (hecho que fue llevado al cine, con la actriz Meryl Streep interpretando a Chamberlain).
La petición denuncia un abismo preocupante en este caso, entre la ciencia y la ley.
A lo largo de varias apelaciones y una investigación detallada, que reexaminó las condenas de Folbigg en 2019, los jueces australianos han rechazado categóricamente la noción de duda razonable en su caso, dando mayor peso a la evidencia circunstancial presentada en su juicio, y a las ambiguas anotación que escribió en su diario.
«La única conclusión razonable sigue siendo que alguien causó daño intencionalmente a los niños, y el método obvio fue asfixiarlos», dijo Reginald Blanch, un exjuez que dirigió la investigación.
«Las pruebas no apuntaban a nadie más que a la Sra. Folbigg», señaló.
El gobierno de Nueva Gales del Sur aseguró además al público hace dos años que «no se ha dejado piedra sin remover».
Pero la ciencia cada vez más apunta a que existen dudas razonables sobre las muertes.
«La ciencia en este caso es convincente y no se puede ignorar», señaló el profesor Jozef Gecz, investigador y genetista humano.
Por su parte, la profesora Fiona Stanley, investigadora de niños y salud pública, dijo: «Es profundamente preocupante que se hayan ignorado las pruebas médicas y científicas, en favor de las pruebas circunstanciales».
«Ahora tenemos una explicación alternativa para la muerte de los niños Folbigg».
Descubrimiento científico
Esa explicación alternativa radica en el reciente descubrimiento de una mutación genética en Kathleen Folbigg y sus dos hijas fallecidas que, según los científicos, era «probablemente patógena» y, creen, causó la muerte de las dos niñas, Sarah y Laura.
Se ha descubierto una mutación genética diferente en los dos niños, Caleb y Patrick, aunque los científicos reconocen que aquí se necesita más investigación.
El descubrimiento inicial del gen mutante de las dos niñas, CALM2 G114R, fue realizado en 2019 por un equipo dirigido por Carola Vinuesa, profesora de inmunología y medicina genómica en la Universidad Nacional de Australia, y una fuerte impulsora de la petición para liberar a Folbigg.
«Encontramos una mutación novedosa, nunca antes reportada en Sarah y Laura que había sido heredada de Kathleen», dijo la profesora Vinuesa a la BBC.
«La variante estaba en un gen llamado CALM2 (que codifica la calmodulina). Las variantes de calmodulina pueden causar muerte cardíaca súbita«.
En noviembre del año pasado, científicos de Australia, Dinamarca, Francia, Italia, Canadá y EE. UU. informaron sobre los nuevos hallazgos en la prestigiosa revista médica Europace, publicada por la Sociedad Europea de Cardiología.
La investigación de la profesora Carola Vinuesa condujo al descubrimiento del gen mutante.
El equipo en Dinamarca, dirigido por el profesor de la Universidad de Aalborg Michael Toft Overgaard, realizó experimentos diseñados para probar la patogenicidad de la variante CALM2.
Descubrieron que los efectos de la mutación de Folbigg eran tan graves como los de otras variantes conocidas de CALM, que suelen causar paros cardíacos y muerte súbita, incluso en niños pequeños mientras duermen.
Los científicos declararon: «Consideramos que la variante probablemente precipitó la muerte natural de las dos niñas«.
Ambas niñas sufrían infecciones antes de morir, y los científicos sugirieron que «es posible que sus infecciones intercurrentes hayan desencadenado un evento arrítmico fatal».
Los científicos también informaron que Caleb y Patrick portaban dos variantes raras del gen BSN, que se ha demostrado causa epilepsia letal en ratones.
Los recientes descubrimientos genéticos se suman a opiniones médicas anteriores de expertos que apoyan la teoría de que los cuatro niños murieron por causas naturales.
Stephen Cordner, un patólogo forense basado en Melbourne, reexaminó las autopsias de los niños en 2015 y concluyó que: «No hay ningún sostén patológico forense positivo para la afirmación de que alguno o todos estos niños han sido asesinados».
«No hay signos de asfixia«, añadió.
Tres años después, en 2018, el patólogo forense Matthew Orde, profesor clínico adjunto de la Universidad de Columbia Británica, le dijo a la Australian Broadcasting Corporation: «En esencia, estoy de acuerdo con el profesor Cordner de que estas cuatro muertes infantiles podrían ser explicadas por causas naturales».
Folbigg siempre ha dicho que es inocente.
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