Jesús «Chúo» Torrealba, exsecretario general de la extinta Mesa de la Unidad Democrática, indicó que las eventuales elecciones conjuntas de gobernadores y alcaldes pueden transformarse en unas primarias para que la oposición renueve su liderazgo ante la desconexión de la actual dirigencia con la realidad que viven los venezolanos.
Torrealba conversó con El Nacional en momentos en los que avanza un proceso para seleccionar a los rectores del Consejo Nacional Electoral, para el que la sociedad civil, lejos de las ataduras partidistas, postuló a varios expertos para comenzar, desde el propio Poder Electoral, a promover las condiciones democráticas.
Reconoció que pasó largos años haciendo algo parecido a un voto de silencio porque en 2017 y 2018 ocurrieron «cosas terribles». Se cohibió de fijar una posición crítica dura debido a las responsabilidades que tenía. En ese entonces, dijo, comenzaba un nuevo momento con un liderazgo que tenía derecho a ejercer, a acertar y a equivocarse.
Plantear los contextos políticos en esta entrevista resultó necesario para el exvocero de lo que fue la mayor coalición política que se había alcanzado en el país. Con esos aspectos clave se entenderían las razones por las que, según Torrealba, la oposición actualmente carece de credibilidad y de poder de convocatoria.
Crearse las condiciones para unas elecciones
—Hay un proceso para nombrar un nuevo CNE que inició una Asamblea Nacional desconocida por gran parte de la comunidad internacional y también por sectores de la oposición venezolana. ¿Qué observa de este escenario?
—Esta es una dictadura que no va a dar condiciones. Toda esa historia nos ha llevado a renegar de los únicos mecanismos de lucha que nos han dado logros cuantificables en los últimos 20 años, y es muy preocupante porque ese tipo de discursos y de conductas han separado no solo a sectores de la oposición organizada y partidista sino también a un grupo importante de ciudadanos de la lucha democrática, como la movilización de base y de voto, del discurso democrático, de la democracia como concepto.
—Pero hay escepticismo en muchos venezolanos.
—Hay que ubicar exactamente en qué circunstancias existenciales está Venezuela en estos momentos. Estamos en una confrontación entre la democracia, como racionalidad y cultura, y el totalitarismo, como práctica invasiva y un fenómeno de ocupación. Esa es la confrontación que tenemos y quienes creemos en la democracia y queremos que Venezuela tenga un futuro democrático tenemos que asumir que a la democracia no se accede ni con los métodos del autoritarismo ni con los del militarismo, entre otras cosas porque la situación termina siendo ridícula. Hay que ubicar que la lucha de los demócratas por la recuperación del país y la reconquista de la democracia tiene que darse con la racionalidad y los instrumentos de la democracia. No solo porque no tenemos otros, sino porque tampoco serían deseables.
Vamos hacia un conjunto de procesos políticos que son imperfectos o severamente deficitarios desde el punto de vista de los estándares nacionales e internacionales de lo que debiera ser la democracia. Ahora, ¿qué se hace frente a eso? ¿Abstenerse e irse del país? ¿Se crea una realidad alternativa electrónica y se genera una especie de exilio interno en las redes sociales? Se hace eso o, por el contrario, se entiende y se asume que estando justamente en una dictadura, en una situación de agudos déficits democráticos, se va a elecciones no solamente porque haya la posibilidad de ganar, no solamente porque exista o no la posibilidad de alternancia, sino para abrirle rendijas y boquetes al autoritarismo.
—¿Qué logran la dirigencia opositora y los venezolanos al participar en unas elecciones bajo ese sistema?
—Avanzar y generarle conflictos al autoritarismo. Fortalecer el músculo y la racionalidad de quienes creen en la democracia. A eso tú vas a unas elecciones cuando se dan bajo parámetros de dictadura o de agudo déficit democrático. Tú vas a unas elecciones en dictadura a pelear con la dictadura, no a soñar que mágicamente el dictador tendrá una epifanía y te dará las garantías democráticas que por definición jamás te va a dar. Ese es el asunto. Desde esa perspectiva se plantean los temas prácticos: ¿deberíamos tener o no un Consejo Nacional Electoral? Frente a eso hay dos conductas: primero, regalárselo al oficialismo, perderlo como se han perdido tantas otras cosas; no es ocioso recordar que durante cinco años la oposición tuvo en sus manos la Asamblea Nacional y que los diversos intentos para pasar del Comité de Postulaciones fueron torpedeados no solamente por la malignidad del régimen, sino también por el escaso interés de las fuerzas políticas que estaban allí porque muchas de las más importantes, en lugar de estar pendientes en acelerar el proceso, estaban diciéndonos ‘ya va, que por ahí vienen sorpresitas’.
Y las sorpresitas entraron por Macuto, por Chuao, fueron de ese tipo de naturaleza que tenían que ver supuestamente con la búsqueda de poder, pero por unos mecanismos que nada tenían que ver con la lucha por un CNE útil al país; y mantener la crítica frente a las elecciones severamente imperfectas y cuestionadas del 6 de diciembre de 2020, pero (reconociendo que) hay un espacio real, concreto, que es que en esa Asamblea Nacional se está debatiendo ese tema que a nosotros nos interesa como demócratas. ¿Qué hacemos? ¿Le facilitamos al gobierno que nombre a quien le dé la gana con entera discrecionalidad o le dificultamos el juego y decimos nuestra palabra postulando a nuestros candidatos y estableciendo nuestros referentes y mínimos necesarios para complejizar la ecuación?
Amplia experiencia
—De alguna manera, ¿eso hace la sociedad civil? Hay postulados con amplia experiencia como Roberto Picón, Eugenio Martínez y Tulio Ramírez.
—La sociedad civil venezolana está demostrando tres cosas (al postular sus candidatos al CNE). En primer lugar, que recuperó su autonomía. No es ni los grupitos asalariados del gobierno, pero tampoco el Frente Amplio ni el G4 (Primero Justicia, Voluntad Popular, Un Nuevo Tiempo, Acción Democrática). Un segundo logro importante explica que en la sociedad no hay las mutuas descalificaciones que tiene la oposición político partidista. Y el tercer elemento tiene que ver con la postura frente al tema internacional.
—Sobre ese último punto, ¿qué avances han alcanzado?
—La sociedad civil está clara de la importancia de que haya apoyo internacional. Nos llaman y nos tocan las puertas distintas organizaciones, de Noruega, de Canadá, de la Unión Europea, de Estados Unidos. Tenemos plena conciencia de que una cosa es tener aliados y otra cosa es tener jefe o dueños. Estamos claros de que la clase política venezolana perdió la autonomía en el manejo de su propia crisis. Y es uno de los datos más crueles y más negativos del presente. El hecho de que la carta geopolítica en la que está China, Rusia, Irán, Turquía e India tome decisiones sin que necesariamente Maduro sea partícipe es una tragedia, así como que durante mucho tiempo sectores de la oposición se supeditaron a algunas de la expresiones más atrasadas de la política norteamericana. Nosotros creemos que la solución a la crisis venezolana tendrá ayuda de todo el que quiera ayudar, pero tiene que ser una solución parida acá, gestada acá, diseñada acá y ejecutada por los venezolanos.
—En las redes sociales hay quienes creen necesario participar en unas elecciones, pero hay otros que consideran que la abstención debe mantenerse. ¿Cómo se convence a ese sector que aún se niega?
—Existe una realidad sensible en el país, de cambio de esos funcionarios que encarnan el proyecto hegemónico y totalitario en toda Venezuela. A esas personas que necesitan una alternativa hay que darles respuestas. Creo que el debate en las redes sociales seguirá; hay gente que en Twitter se comunica con otros que piensan exactamente como ellos, se retroalimentan, creen que son la mayoría y mientras tanto la vida continúa su curso: la hegemonía del proyecto totalitario sigue atornillándose en el poder, produciéndose esta situación compleja. Increíble que haya una mayoría social cuestionando al gobierno pero no una expresión política eficiente como alternativa.
Lo que diría, con mucho respeto, por quienes en las redes sociales mantienen esa postura aislacionista, de exilio interno, es que hay que retomar y reasumir la esencia de la lucha democrática. Implica ir al contacto con la gente, con la sociedad, organizar, concienciar, movilizar y expresarse porque no estoy diciendo que haya que reducirse al ritual electoral; los criterios, las razones y los instrumentos de la democracia son numerosos y variados, y el electoral es solo una capa muy importante. Es un tema de organización y de movilización.
El régimen
—Es entendible, pero hasta los momentos la experiencia electoral de los últimos años ha hecho entender a los venezolanos cómo actúa el régimen.
—Mucha gente está hablando en abstracto del Consejo Nacional Electoral y no entiende que esto tiene una conexión con la lucha que están dando los trabajadores petroleros en toda Venezuela… hay una lucha en todo el país. Acompañar esa lucha de los trabajadores de la empresas básicas de Guayana, del magisterio o de la salud es parte de la estrategia democrática. Pero cuando tú has construido una suerte de reducto en las redes sociales piensas que incorporarte a esas luchas es darle like a quien haga referencia a tal o cual evento. Se trata de comprometerse, el tema ya no es impactar con la simpatía, se trata de construir empatía y eso se construye acompañando en la lucha.
—¿Plantea que la dirigencia opositora está desconectada de la situación real que viven los venezolanos?
—Si no fuera así no estuviéramos en esta situación. Si no hubiese desconexión ese 80% de venezolanos que rechaza las políticas de Maduro automáticamente respaldaría el liderazgo opositor; sin embargo, por sorpresa, no es así. El deterioro del gobierno no se traduce en respaldo a la oposición político partidista. Por el contrario, las mediciones revelan que aquellos que se decían que eran partidos grandes, pequeños, históricos, recientes, pasaron a ser ineficientes. Ahora todas esas organizaciones son pequeñas o muy pequeñas, semidecimales casi, y eso es producto de ese nivel de desconexión. Por supuesto, también hay un tema que tiene que ver con la represión, la persecución, el encarcelamiento de los dirigentes, el exilio forzoso, el tema institucional, que les quiten los nombres y símbolos a los partidos.
Eso está allí y forma parte del conjunto de problemas que hay que enfrentar, denunciar y resolver. Son temas absolutamente previsibles. Si tú estas diciendo que estamos enfrentando a una dictadura no te puede sorprender que la dictadura actúe de esa manera; ahora la vocación represora del régimen antidemocrático se ve agravada por una conducta del liderazgo que debiera ser alternativo y que, al desconectarse de las realidades de los ciudadanos y al no acompañarlos en su angustia, entonces se desconecta y queda en el limbo, en el éter, en el ciberespacio.
—¿Qué errores ha cometido el G4 para llegar a ese punto de desconexión?
—No creo que sea útil y no creo que nadie pueda sentarse a cuantificar sobre los errores. En primer lugar porque los hemos cometido todos y, en segundo lugar, porque toda experiencia deja un saldo que se puede convertir en crecimiento, en aprendizaje; hasta el método científico incorpora de manera destacada el ensayo y el error como una de las estrategias para adquirir conocimiento. El problema no es que se haya cometido o no equivocaciones, ese no es el problema. La única manera de no equivocarse es no hacer nada. Lo que es tremendamente dañino es la resistencia a hacer balance, incurrir a esa conducta que el venezolano llama pasar la página. Pero, ¿qué es lo que ocurre cuando pasas la pagina? Te metes en unas estrategias que luego la vida demuestra que son erróneas.
En el marco de esas estrategias has hecho una inversión de fuerza, de tiempo, de esperanzas, de vidas humanas que se han perdido y resulta que cuando eso llega a su final y se evidencia que todo eso era mentira tú te resistes a hacer un balance. Bueno, toda esa energía que invertiste, todo ese sacrificio que hiciste o que promoviste que otros hicieran no dejan ningún aprendizaje ni crecimiento. Por eso hay dirigentes que cometen el mismo error una y otra vez. Quien no hace balance y no aprende de sus errores no crece y se ve condenado a repetirlos.
La oposición
—¿Por qué hay tanta reincidencia en la oposición?
—Siempre piensan que se les va a pasar factura o que les van a quitar sus puestos, lo cual también es más o menos tonto porque, en una situación como la que vive Venezuela, nadie aspira a sustituir al liderazgo democrático porque eso, en una situación como la nuestra, es preinscribirse en el El Helicoide, en la Dgcim o en la condición de exiliado forzoso. Así que nadie está aspirando a eso. No es quitar a uno para poner a otro, ese no es el punto. Desde hace casi cinco años están negándose a hacer un balance. El campo democrático comenzó 2016 administrando un éxito sin precedentes y terminamos en diciembre derrotados y desconcertados. De eso no se hizo balance y no aprendimos. Por eso en 2017 tuvimos una situación extremadamente compleja y entendible, pasamos hasta el 30 de julio con una dirigencia opositora llamando literalmente a la insurrección y después ellos mismos llamaron a votar en unas elecciones de alcaldes y gobernadores en condiciones lamentables. Eso no lo entendió nadie.
Llegamos así al año 2018. Existía un pacto, un documento firmado entre los partidos de la oposición para normar cómo se debía elegir al candidato de la oposición para las elecciones de ese año, que estaban previstos en el calendario constitucional. Bueno, llegamos al 2018 sin candidatos para las elecciones y sin ganas de ponerse de acuerdo. Por último hubo el episodio 2019-2020, un hecho en el que más que oposición pasamos a tener un gobierno interino que no tenía capacidad de control del territorio. Es decir, que no era gobierno pero tampoco oposición porque era Poder Ejecutivo, al menos en su narrativa. Entonces por ser las dos cosas nos quedamos sin ninguna. ¿Se ha hecho balance de eso? Cuando evades darle la cara al país para decir en qué acertaste o te equivocaste, entonces no aprendes de tu propia experiencia.
—¿Podría indicar exactamente qué contenía ese acuerdo, qué partidos o dirigentes lo firmaron y por qué finalmente no se cumplió?
—El documento fue firmado el 19 de julio de 2017. El 30 de julio se produjo a sangre y fuego la elección de la asamblea nacional constituyente, con lo cual se cerró el capítulo de protestas y se produjo la convocatoria a elecciones de gobernadores y de alcaldes. Se realizaron la primarias para elegir a los candidatos de la Unidad a las gobernaciones y más de la mitad de esas elecciones primarias fue ganada por Acción Democrática. De hecho, cuatro de las cinco gobernaciones las obtuvieron militantes de Acción Democrática. Entonces, cuando llega el 2018 parecía obvio que si se producía un proceso electoral de primarias para elegir el candidato presidencial lo más probable, y estando además inhabilitado Henrique Capriles y preso Leopoldo López, y con esa reciente demostración de fuerzas de la maquinaria de Acción Democrática, es que si se hubiesen producido esas primarias establecidas el ganador hubiese sido Henry Ramos Allup o quien AD hubiese postulado. Esa es la razón por la que no hubo primarias y por la que finalmente no se produce la participación electoral en el año 2018 porque los factores que creen tener derecho exclusivo sobre candidaturas presidenciales dijeron ‘si no somos nosotros no es nadie’.
—Y sobre el «episodio Guaidó», ¿a dónde se llegó después?
—A una parte que me parece central: nosotros necesitamos un liderazgo que se parezca más a Angela Merkel y mucho menos a Donald Trump; que le hable con claridad al país, que diga no lo que supuestamente quiere escuchar el pueblo sino lo que debe escuchar. Un liderazgo que dirija, no que surfee las emociones de la gente, que la conduzca hacia un determinado objetivo. Eso es demasiado importante y pasa por un proceso de construcción de madurez, tanto en la dirigencia como en la ciudadanía porque aquí la clase político opositora nos vendió la mercancía del inmediatismo porque había una ciudadanía estaba absolutamente dispuesta a comprarla. Si no, vamos a seguir presos de los populismos de izquierda como los de Chávez y Maduro, y de derecha como los de Jair Bolsonaro y Trump, que tienen esa relación utilitaria y manipuladora con la gente. Y después viene la depresión, la tristeza y cosas terribles como lo ha sido la diáspora, que es consecuencia no solo de los malos gobiernos de Chávez y Maduro.
—¿Cómo explica ese planteamiento?
—La migración comenzó en este país de manera masiva en el año 2017. Me refiero a la diáspora pobre, de los que optaron por irse a pie o en autobús. Ellos se fueron no porque hubiesen descubierto súbitamente que Maduro era negativo, ellos se fueron también porque llegaron a la conclusión de que la oposición no presentaba una alternativa razonable y creíble.
El empate catastrófico es para algunos una situación confortable: el gobierno está en lo suyo ejerciendo el control del territorio, manejando sus negocios en el Arco Minero y en lo que queda de la actividad petrolera, está en su zona de confort; y hay una cierta oposición que nombra embajadores, se reúne con presidentes y asiste a organismos internacionales y da brinquitos de alegría cuando el secretario de Estado norteamericano les llama por teléfono. Eso también genera placer y confort en cierto sector de la clase política, pero ambas cosas están tremendamente divorciadas de la inmensa mayoría del pueblo venezolano, que tiene la condición de indigente marcada en la frente.
Las elecciones de 2015
—Dirigió la MUD cuando la oposición estuvo cohesionada y eso quedó demostrado en las elecciones legislativas de 2015. ¿Qué pasó entre los partidos políticos para llegar hasta el punto en el que están ahora?
—Hubo una situación atípica en este país. En el año 2013 hubo unas elecciones no previstas en el calendario debido a la muerte del señor Chávez; en esas elecciones los resultados electorales fueron prácticamente un cabeza a cabeza entre el candidato Capriles y el señor Maduro. Por supuesto, cuando estás compitiendo con un régimen autoritario no basta con que le ganes por un voto, tienes que ganarle por una montaña de votos para que el triunfo sea inobjetable.
En condiciones normales, si tú asistes a una campaña electoral y prácticamente quedas en un final de fotografía, y sabes que al gobierno que iba a ejercer Maduro le iban a venir serios problemas y una situación crítica, en ese contexto, lo razonable era conservar ese nivel de cohesión y seguir empujando y construyendo con las propuestas, con los nombres y las voluntades. Lo que se produjo fue, en febrero de 2014, una cosa llamada La salida, que buscaba el poder pero no por la vía en la que habíamos avanzado tanto y que casi habíamos ganado. Eso produjo una fractura en la estrategia de la oposición venezolana, un severo desencuentro en el interior de la alianza opositora. La única salida fue la de Ramón Guillermo Aveledo de la secretaría de la Mesa de la Unidad Democrática (2009/2014), cosa lamentable porque fue el arquitecto durante un largo período de ese proceso de acumulación de fuerzas.
En esa circunstancia se produjo una situación atípica, que fue cuando los partidos políticos llamaron a un ciudadano no militante de partido para que asista, ayude y viabilice el reencuentro de la alianza opositora. De esa manera como terminé convertido en secretario ejecutivo y vocero de la MUD. Estábamos en medio de la división, de los desencuentros y del trauma que significó la abrupta salida de Ramón Guillermo Aveledo.
En esas condiciones, en septiembre de 2014, se produjo la solicitud para que yo diera esa ayuda, como lo estaban planteando diversos sectores de la oposición. Se produjo la redefinición de la estrategia consensuada y todo eso generó la victoria en las elecciones de diciembre de 2015. Se obtuvo la victoria más importante en la historia electoral de Venezuela. La tarjeta de la manito sacó más votos que Chávez en sus mejores momentos y eso lamentablemente no fue digerido por las direcciones políticas del momento. Pensaron que el mandado estaba hecho, que el régimen estaba caído y que tenían que lanzarse en una competencia entre ellos para ver quién iba a terminar capitalizando ese logro. Eso generó la situación del año 2016, que en febrero de 2017 se le diera formal sepultura a la MUD, generó todos estos eventos que nos han traído a la situación en la que ahora estamos. Un país donde 80% rechaza el gobierno, pero no encuentra una oposición creíble a la que apoyar.
—¿Cuál es la expectativa?
—Reorganizarse, volver a ganar la confianza de los venezolanos, no con demagogia, no con inmediatismo, no haciendo promesas de lo que no se puede cumplir, sino trabajando con el venezolano; a su lado, en su dura lucha por sobrevivir dándole contenido político a esa lucha, haciéndonos empáticos en la lucha y también en la esperanza; eso es trabajo dentro de la búsqueda democrática, no en la búsqueda del próximo atajo, no pensando que no es Trump sino Biden el que nos va a salvar. Hay que trabajar en la construcción del tejido venezolano que sea capaz de darle solución a un tema muy complicado que es detener la caída de Venezuela y comenzar su recuperación. Lo que hoy está en juego es muy grave. En el 2015 si no ganaba el gobierno ganaba la oposición, en el año 2006 si no ganaba la oposición ganaba el gobierno, como en efecto pasó. La situación es muy distinta este año, aquí no es si gana la oposición o si gana el gobierno.
En este momento lo que está en juego es la viabilidad misma de Venezuela como proyecto nacional. Estamos amenazados en nuestra estructura social interna, en nuestra cohesión como país, en nuestra integridad territorial, en la fuente básica de ingreso ante la quiebra de nuestras industrias fundamentales y del aparato productor. Hoy está pasando eso. Lo que está en juego no es un liderazgo o un partido, sino el proyecto de Venezuela.
Claro que hay esperanza y yo pongo muchísima esperanza en la capacidad de emprendimiento; ante una situación como esta hubo un sector que dijo ‘vamos a reinventarnos y a encontrar ventajas de oportunidad incluso en esta circunstancias’. Ese tipo de venezolano es cada vez mayor, más amplio, y a ese venezolano nadie le está hablando. El gobierno prefiere seguir creando pobres para poder manipularlos, y sectores de la oposición prefieren seguir utilizando como recurso retórico la tragedia sin hacerse partícipe. A ese venezolano emprendedor, del que habla Fedecámaras y la sociedad civil, nadie le está haciendo caso en ese momento, y yo creo que allí puede estar buena parte de la esperanza del futuro.
Superar las manías
—Guaidó y varios dirigentes que lo acompañan han hecho énfasis en la exigencia de condiciones electorales. Recientemente Juan Pablo Guanipa sugirió esperar los resultados del actual intento de diálogo que impulsa el Parlamento chavista. ¿Qué deben hacer en este caso?
—La oposición venezolana, y no solamente me refiero a los partidos, también la ciudadanía, tiene que superar aquella manía de destruir sus propios referentes. Aquí se alaba a una figura para luego machacarla y destruirla. Así pasó con Capriles, así pasó con Leopoldo (López) y ahora parece que hay quienes quieren hacerle eso mismo a (Juan) Guaidó. Guaidó es un joven venezolano al que le ha tocado vivir una circunstancia extremadamente difícil que ha enfrentado con coraje. Cuando digo difícil me refiero no solo a los rigores implícitos de enfrentar a un régimen autoritario sino también a formar parte de una operación política en la que él es supuestamente presidente encargado pero no es jefe de su propio partido, no es jefe de su propia corriente.
Entonces es una situación realmente compleja que él ha enfrentado con valentía. Creo que este país debe esperar mucho más de alguien que como Guaidó tempranamente ha asumido compromisos y responsabilidades. Mi llamado es no seguir en ese trapiche de destrucción, a tener una mirada misericordiosa hacia nuestro liderazgo y a entender que todo el mundo, incluyendo y subrayando personas tan jóvenes y valerosas, va a tener segundas, terceras y cuartas oportunidades.
Sobre lo que van a hacer, ya ellos lo sabrán con mayor claridad. Ellos saben como políticos que son que las condiciones que se obtienen en un determinado momento depende de la correlación de fuerzas que exista, si estás en una correlación de fuerzas ventajosas, si vienes de obtener un conjunto de vitorias importantes y si estás en la cresta de la ola, puedes imponer condiciones y exigir determinadas concesiones del adversario; pero si no es así, si vienes de cinco años de sucesivas derrotas y la más reciente fue hace apenas semanas o días, muy probablemente entenderán cuál es la expectativa que pueden tener en forma razonable.
Durante buena parte de los últimos dos años la fortaleza fundamental retórica que tenía ese liderazgo era la especie de que el apoyo internacional aquí podía completarse incluso en intervención militar. A eso le pusieron diversos nombres, el de R2P, TIAR, intervención humanitaria; pero lo cierto es que no se produjo, que el mandatario norteamericano que encarnaba eso perdió las elecciones y el secretario de Estado del presidente que ganó acaba de declarar que Estados Unidos abandona la practica de intervenciones armadas para deponer regímenes autoritativos en el extranjero. Esos son los hechos. Frente a esa realidad queda dedicarse a la lucha política democrática o dedicarse al macramé y a la colección de barajitas porque el camino de las ilusiones guerreristas se cerró. Ellos sabrán qué camino tomar. Confío en que, como suele pasar con los políticos que tienen un buen olfato y un sentido instinto de sobrevivencia desarrollado, entenderán que para sobrevivir deben ponerse a hacer aquello que es posible y deseable hacer, que es continuar la lucha por el cambio democrático con las herramientas y los criterios de la democracia.
Participar en las elecciones
—Si todo el proceso de renovación del CNE se logra con éxito, con la participación de postulados por la sociedad civil, ¿deben los venezolanos participar en las elecciones?
—Uno va a elecciones en condiciones de déficit democrático, bajo una dictadura o un régimen de vocación autoritaria, no necesariamente con la perspectiva de ganar o no ganar. ¿Para qué pueden ser útiles estas elecciones de gobernadores y de alcaldes? El campo democrático venezolano se ve bajo la necesidad real de renovar su liderazgo, por una razón elemental de convocatoria. La capacidad de la organizaciones políticas opositoras de generar confianza y de impactar en la opinión pública se ha reducido de una manera notable. Eso es lamentable pero es verdad, y de ese hecho es responsable el liderazgo que han tenido. Los venezolanos necesitamos que nuestros partidos y que el campo democrático renueve su liderazgo. ¿Cómo lo va a renovar? ¿Mediante un tortuoso y difícil proceso de negociaciones oscuras opacas entre líderes que ya no tienen ni siquiera la capacidad de entenderse entre ellos? Recordemos que las fracturas en la oposición no son verticales, las diferencias que puede haber en el G4 también son transversales.
Entonces ante esa realidad, ¿cómo renovar el liderazgo democrático de nuestros partidos de la oposición y del campo democrático en general? Ahí tenemos una oportunidad de oro que son las elecciones de gobernadores y de alcaldes; para mí, es más o menos transparente que esas elecciones se podrían transformar algo así como en unas primarias de la oposición venezolana para renovar su liderazgo. Que concurran los que tengan que concurrir, que se pongan de acuerdo todos los que se puedan poder de acuerdo.
Pero, eso sí, en cada municipio y en cada estado, el que gane con la votación más alta, es el nuevo referente, no porque lo haya decidido desde Caracas un determinado cogollo sino que los ciudadanos dijeron que ese es el político de oposición más confiable que tienen. Entonces empezamos a tener nosotros un liderazgo validado de abajo hacia arriba que tiene responsabilidades no con las roscas de sus organizaciones sino con el tejido social que votó, y podemos entonces empezar un proceso de reconstrucción basados en nuevos criterios, que estén mas sintonizados con las necesidades de la gente que con la inercia de los aparatos desfallecientes.
El voto de silencio
—¿Cómo ha digerido todos estos años a nivel político desde que la Mesa de la Unidad Democrática dejó de existir?
—Pasé largos años haciendo algo parecido a un voto de silencio, parcial, relativo, porque cada madrugada, a las 5:30 am, tenía emitir mi programa de radio e informar sobre lo que estaba pasando. Lo de silencio parcial tiene que ver conque durante los años 2017, 2018 pasaron cosas terribles y yo me veía inhibido de formular una posición crítica dura porque yo había tenido responsabilidades determinadas en un momento histórico particular y entonces estábamos en un nuevo momento, con un nuevo liderazgo, que tenía derecho a ejercer, a acertar y a equivocarse. Yo pensaba que mi papel como ciudadano independiente y como militante de base de la Unidad era apoyar en lo que pudiera y en aquello en lo que tenía diferencias más bien ponerle sordina al desacuerdo… pero pasaron cosas muy duras.
El año 2017 fue muy complejo: cada madrugada tenía que abrir mi programa diciendo ‘hoy asesinaron a 3 muchachos’, ‘hoy asesinaron a 10 muchachos’, sabiendo que esos crímenes perpetrados por elementos de las fuerzas regulares del Estado o por elementos paramilitares, había sido en el contexto de una estrategia equivocada, de una estrategia que sería abandonada en la siguiente vuelta de la esquina, como en efecto pasó. ¡Caramba! Pasa todo eso y, sin embargo, en función de esa lealtad y de ese deseo de que las cosas salgan bien, llegamos al año 2019. Se produjo el fenómeno Guaidó, pasamos todo ese año con señales muy peligrosas, como el Cucutazo y el 30 de abril.
Pasaban las cosas y uno viendo todo, tratando de ayudar en lo que podía, pero viendo además cómo se conformaba un espíritu absolutamente refractario a la crítica, que no permitía ningún tipo de reflexión ni cuestionamiento. Así llegamos por fin al 5 de enero de 2021. Para mí esa fecha marca el cierre de un ciclo. Ahí se acabó la validez constitucional del mandato parlamentario resultado de la victoria del 2015. Ahí se bajó la santamaría. Ni a mí ni al país nos pueden seguir diciendo que ‘vamos bien’ y que guardemos silencio. Uno como ciudadano, como venezolano y como demócrata tiene el derecho y la obligación de decir y hacer aquello que sea necesario para recuperar el terreno perdido por el extremismo y potenciar la lucha democrática. Eso es lo que estamos haciendo. Por eso la sociedad civil está en lo que está. Por eso Fedecámaras levanta su voz, como lo hacen la Conferencia Episcopal, los movimientos sindicales de base y el Foro Cívico Nacional.
No estamos contra los partidos ni compitiendo con ellos, no estamos tratando de sustituirlos; eso no tiene sentido, pero sí estamos diciendo que se acabó el tiempo de la impunidad. Eso de que el liderazgo se equivocaba 1, 2, 3, 5, 10 veces y de que no podías decir nada porque supuestamente ‘Maduro podría aprovechar tu critica’ terminó siendo una coartada terrible. Le permitió a ese liderazgo opositor equivocarse durante cinco años seguidos sin pagar ningún costo; el costo lo pagaba el pueblo, pero eso se acabó.
@Luisdejesus_
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