Viajar es un placer que muchos echan de menos, pero además es una exigencia para mejorar la economía de los países. Aunque rechazado por muchos al principio de la pandemia, el requerimiento de un certificado de vacunación digital para acceder a los vuelos internacionales es ahora un tema de amplio debate internacional.
Esto no es algo nuevo. En el pasado, las personas que viajaban a determinados países tenían que presentar la “tarjeta amarilla” contra la fiebre del mismo nombre y otras infectocontagiosas.
Los países líderes en las estadísticas de turistas han acogido favorablemente la idea de un pasaporte de vacunación contra el covid-19 como documento que impulse la movilidad ciudadana. Para poner en marcha esta iniciativa, aún en etapa de evaluación, se requerirá disponer de datos y resultados de estudios científicos, además del tema legal y de los derechos humanos.
Ya varios estudios demuestran que las vacunas protegen a la persona frente al covid-19, pero no se sabe si algunas personas vacunadas podrían convertirse en transmisoras asintomáticas del virus. Por el momento, solo hay unos datos preliminares que apuntan afortunadamente a que también disminuyen el contagio asintomático.
Ya el año pasado, cuando no existían las vacunas aprobadas para el coronavirus, se había planteado la posibilidad de crear pasaportes de inmunidad que certificaran que una persona había pasado la infección y que tenía anticuerpos neutralizantes. Esta iniciativa no progresó y algunos países se limitaron a exigir la prueba molecular de PCR a los viajeros, realizada en los 3 días previos al viaje.
Otro escollo bioético para este pasaporte covid es que se necesita un plan de vacunación masivo, con acceso universal, equitativo y con alto porcentaje de vacunados para poder ponerlo en marcha. De otra forma, se podrían avivar las intenciones discriminatorias, si se comienza a usar cuando solo una pequeña parte de la población ha sido inmunizada. Además, podría despertar recelos en partes de la comunidad que no estén vacunadas, como los jóvenes que quedan fuera de los grupos prioritarios en la campaña de vacunación o aquellos que, voluntariamente, decidan no vacunarse, en un mundo plagado de bulos y noticias falsas.
Así mismo, habría que definir qué se entiende por estar vacunado. ¿Dos dosis o una? ¿De cualquier vacuna? Podrían los países seleccionar cuáles vacunas aplicarían y cuáles no? Habría que dejar de un lado las consideraciones geopolíticas, en el caso de las vacunas occidentales versus las rusas y chinas. También es importante vigilar que no se emplee para usos no deseados.
Por su parte, las aerolíneas están reclamando a los gobiernos que estos pasaportes sanitarios se implanten cuanto antes, con la esperanza de que permitan reactivar los viajes con más rapidez. De hecho, algunas de ellas ya han empezado a probar sus propios proyectos, como es la de VeriFLY, una aplicación móvil que ya están utilizando American Airlines, Iberia y British Airways en algunas rutas. Al mismo tiempo, la Asociación Internacional del Transporte Aéreo (IATA) está trabajando en el desarrollo del Travel Pass, otra plataforma que permitirá verificar y presentar toda la documentación a través del teléfono móvil. Air France prueba la aplicación AOKPass que funciona a través de un código QR.
El sector turístico europeo, cuyos ingresos obtenidos en el pasado han sido duramente afectados por la pandemia, insiste en que el pasaporte de vacunación europeo será un instrumento clave para recuperar la confianza de los viajeros y reactivar la demanda. Las autoridades señalan que será una “versión digital”, pero ofreciendo la posibilidad de mostrarlo en papel si alguien lo solicita. Pero el transporte aéreo no ha sido el único perjudicado por la pandemia, así que puede que restaurantes, locales de ocio y culturales o estadios deportivos consideren que esta puede ser la solución para reactivar sus negocios.
El Estado de Israel, país que ha sido ejemplo, donde una gran parte de la población ya fue vacunada, comenzó a utilizar un pasaporte verde o certificado de vacunación que permite acceder a estadios, teatros o piscinas, pero solo a los vacunados.
Estos pasaportes también pudieran quitar la imposición de guardar cuarentena al llegar a un país, otra dificultad más al flujo del turismo internacional.
Surge entonces el reto de producir, en muy poco tiempo, una credencial digital que pueda ser tan universalmente reconocida como un pasaporte y necesita un nivel de privacidad aun mayor porque va a ser digital. Ojalá este resulte ser un instrumento para ayudar a reactivar las economías de los países respetando las leyes y los derechos humanos de los usuarios.
@santiagobacci
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