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Será el poder de las armas o la indecisión

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Siempre me he preguntado por qué los comunistas niegan las capacidades de los individuos para lograr objetivos. ¿Por qué no creen en el ser humano? Aunque curiosamente se autoproclamen portadores de superioridad moral frente a los occidentales capitalistas. He buscado la razones en que fundan su creencia de una redención de los pueblos basada en un único camino, el enfrentamiento entre sectores sociales, previamente calificados por ellos como enemigos.

Frente a estas ideas que han sido mortíferas para la humanidad se erigen las palabras de monseñor Ovidio Pérez Morales, quien afirma lo contrario:  Construir y perfeccionar la “nueva sociedad” implica un compromiso tridimensional: de justicia y solidaridad en lo económico, de verdad y libertad en lo político, de calidad espiritual en lo ético-cultural.

Son dos caminos que siempre han estado enfrentados y que solo la historia ha ido aclarando, después de la caída de la Unión Soviética, la entrada en el capitalismo de China y el fracaso estruendoso de Cuba, a pesar de todas sus triquiñuelas y mentiras.

Hoy en Venezuela estamos frente a una gran posibilidad, aunque dolorosa, abandonar de una vez por todas las falsas creencias sobre la justicia socialista, capaz de encadenar a todos los individuos que tengan iniciativas, que emprendan o como legítimamente se llaman: empresarios. Además de ofrecer una ansiada igualdad que no es más que expropiar a los que han construido bienes y entregarlos gratuitamente. Todo deificado por la idea de que solo se logra fundar propiedad robando a los otros, exprimiendo una plusvalía imaginaria ideada por Carlos Marx y transformada en gritos de guerra por todos sus seguidores.

Después de transitar bajo la conducción de Chávez por ese yermo camino nos encontramos en la ruina, las empresas robadas en lugar de generar beneficios se convierten en peso para el Estado expropiador que desconoce su trágico error y ladinamente propone cederlas a una nueva clase de empresarios nacida de la expoliación y del asalto a los verdaderos constructores del otrora bienestar nacional.

No hay ninguna razón ni excusa para perdonar a Maduro, pero se nos plantea el profundo dilema de negociar para poder acabar con esta temporada en el infierno. Allí está el juego trancado, no hay nada que agradecerles pero aún continúan con el control férreo de la Fuerza Armada y  organismos represivos, capaces de cometer cualquier atrocidad para garantizar su permanencia en el poder. Detrás está el sufrimiento de millones de personas, el cruel destino de los migrantes arrojados de la patria, lo cual no parece importar ni desvelar a Maduro, Padrino y a Jorge Rodríguez, curiosamente antiguo presidente de la Federación de Centros Universitarios.

La gente se pregunta: ¿Qué más pueden querer? Si sus cuentas en bancos misteriosas parecen ser multimillonarias, 10.000 millones de euros en bancos suizos, cómplices en algunos países como Irán, Turquía, China, Rusia y más tibias en México y Argentina. Saben que les es imposible lograr una reconciliación nacional y universal, son abiertamente calificados como dictadura salvaje, atroces violadores de derechos humanos. Entonces, el misterio, ¿cuál es su apuesta? O tendremos una vez más que oír a José Emilio Pacheco en su “Lamento de un tirano”:

Ahora solo puedo pedir perdón,

Y es en vano: los muertos no resucitan,

Las heridas nunca se curan.

Así al buscar la luz y la verdad.

Aumenté con la suma de mis crímenes

El plural sufrimiento de este mundo.

Esta vez parece no haber arrepentimiento, pero el mingo parece inclinarse a nuestro favor. Está en nuestras manos sentarnos y verles las caras, es decir, negociar o esperar que algo fortuito produzca un cambio en las cuotas de poder más a la oposición y menos al régimen. Es posible, pero esto tiene una barrera infranqueable, lograr una unidad de criterios de la oposición, el sector que en realidad representa a la mayoría. Podemos preguntarnos: ¿En qué basa la confianza el régimen de poder sostenerse contra 85% de la gente y contra el mundo? Será solo la confianza en el poder de las armas o la indecisión de la oposición. Como ciudadana me pregunto: ¿qué pasaría si la oposición mañana aparece unida, marcando una ruta que todos podríamos seguir, aun reconociendo los riesgos?

 

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