La Unión Europea respondió contundentemente ante la negativa del régimen del terror en Venezuela a posponer el evento «electoral» de diciembre pasado. Posponerlo y darle barniz de inclusión y libertades era la propuesta que resultó rechazada en la discusión tanto como en los hechos.
Los del otro continente procedieron a sancionar a funcionarios de diversos poderes por considerarlos violadores de derechos humanos (la opinión a través de periódicas elecciones libres es uno de ellos) y políticos. Esto con muy justa razón. Ante la falta de atención a las negociaciones, diálogos y «sugerencias», se fueron por señalar, descalificándolos, a esos representantes directos o velados del régimen, cuya sanción consiste en no acercarse por Europa ni poder disponer de los recursos que por allá tengan.
Golpe al hígado, diría un narrador de boxeo. Han timbrado de un zarpazo y sacado de sus casillas al conglomerado del crimen. Al que le dio por aplicar medidas recíprocas exacerbadas: inhabilitar diputados y expulsar a la embajadora de la Unión Europea. Obviamente se sienten guapos respaldados por China, Rusia, Cuba, Turquía e Irán. Puras joyas.
Mal camino eligen en su tambaleo al orientarse por confrontar juntos a Estados Unidos (nación que también deportó recientemente al «pastor» Bertucci), a Europa y varios países latinoamericanos. La confrontación diplomática traerá muchas más secuelas. Algunas de ellas estarán corriendo mientras se publica este artículo, sin dudas. Y no pararán.
Todo este desaguisado diplomático constituye una muestra eficaz del resquebrajamiento internacional del régimen y su afectación interna. Si algo debe trabajarse con mesura en las posteriores alternativas de poder que habrán de venir es el giro profundo en la sensible política internacional. El tratamiento mesurado con las demás naciones. La necesaria ponderación y cálculo de las acciones. En fin, la seriedad diplomática que debe prevalecer, así como el cambio radical en atención privilegiada de los verdaderos amigos del país más allá de las fronteras. La distancia elegante de los enemigos que ahora se camuflan para suscribir/propiciar la expoliación tanto económica como humana de nuestro país.
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