Qué difícil es vivir en una Venezuela gobernada por Maduro y sus secuaces. Es dramático y triste constatar, después de tantos años de desgobierno, la enorme humillación, calamidades, carencias y tantas vicisitudes creadas por la dictadura y que lamentablemente debemos lidiar a diario el común de las personas para sobrellevar de la mejor manera posible nuestra existencia. Todo eso, sin recibir del régimen ninguna contraprestación de avance, crecimiento y progreso.
La dictadura de Maduro es un dominio que abusa y expolia a la población, la esquilma, la envilece, la acosa y no ofrece materialmente la tan cacareada “mayor suma de felicidad” para todos los ciudadanos. Por el contrario, cada día nos cercena el presente, nos destruye el futuro y nos encierra en un círculo de miseria creciente. Es una suerte de desenfrenado castigo colectivo al que nos somete el usurpador en su empeño de destruir al país, sus leyes, sus instituciones y los principios y valores democráticos que aún perduran para tratar de imponer, a cambio, un totalitario, fracasado y anacrónico modelo de sociedad socialista, mayoritariamente rechazado por la población venezolana.
Al igual como hicieron, en su momento, los tunecinos y los egipcios contra las satrapías que los subyugaban, ha llegado el momento de dejar la desidia y la pasividad de lado y actuar para hacerle entender, de una vez por todas, al desgobierno que nos destruye y a la comunidad internacional también, que categóricamente rechazamos la visión de país que tiene el régimen; que resistimos su decisión de arrebatarnos nuestra libertad individual y que no estamos dispuestos a seguir tolerando su plan para restringir nuestra capacidad de pensar y actuar según nuestras propias convicciones y creencias; que no aceptamos que viole impunemente la Constitución y conculque nuestros derechos fundamentales; que no permitiremos que destruya el derecho a la propiedad privada; que no queremos que hipertrofie el tamaño y las funciones del Estado; que rechazamos como ha pervertido la economía y corrompido los valores éticos de nuestra nación; que no aceptamos como ha envilecido nuestro signo monetario y destruido industrias y empleos; que nos indigna como ha debilitado la seguridad individual y colectiva; que nos es inadmisible como ha pisoteado y enajenado nuestra soberanía nacional y limitado nuestro libre albedrío. Pero lo más grave de todos los desatinos de este improvisado y torpe régimen, conducido por un incapaz mandamás, es que ha destruido nuestro futuro y el de nuestros hijos, quienes no alcanzarán a disfrutar la calidad de vida que teníamos antes que él y sus compinches llegaran al poder. Pero, además, la forma de gobernar de este vil individuo y sus cómplices, irresponsable, imperdonable e inaceptablemente le ha robado las oportunidades y las posibilidades de un mejor destino a los niños que viven y crecen en el país y a los que no han nacido todavía.
Maduro debe saber que estamos hastiados de su indigno, cínico y nefasto régimen, que no tenemos miedo y que hemos decidido enfrentar y resistir sus intentos totalitarios; que no permaneceremos en silencio; que defenderemos nuestra libertad y nuestras convicciones tan a menudo como sea posible y por todas las vías que democráticamente podamos encontrar; que lucharemos sin tregua ni descanso para triunfar en la disyuntiva: libertad y democracia vs totalitarismo y opresión.
Sin embargo, esta fase de horror, como la que estamos viviendo y para la que no se vislumbra a corto plazo su fin, debe terminar. Por tanto, alcanzar el objetivo de la salida definitiva del régimen opresor será una lucha que tomará tiempo y que para que tenga éxito exige y necesita fundamentalmente que se involucre activa y solidariamente y con acompañamiento efectivo y decidido la comunidad internacional democrática. Pero, para que ello ocurra es menester de obligatorio cumplimiento por nuestra parte, que la oposición reconstituya sus liderazgos, remoce el contenido de su propuesta al país y, lo más importante, que sus dirigentes atiendan, como prioridad impostergable para la definición de una estrategia y acción política creíbles, el unitariamente aceptar, seguir y hacer suyo el clamor popular, en lugar de privilegiar los intereses grupales y las agendas personales. Se requiere, entonces, la constitución de un sólido frente de lucha en el cual todos los intereses en juego converjan hacia un mismo fin y crear, de este modo, un amplio, necesario y eficaz instrumento de lucha popular contra la tiranía opresora. Así y solo así es que podremos decir: No va más
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