Realmente nos golpea la partida de Teodoro. Fue importante para Venezuela. Su honestidad, valentía, espíritu de lucha y capacidad de enfrentar la adversidad y de evolucionar en su línea de pensamiento lo convierten en uno de los venezolanos más importantes del siglo XX y parte del XXI. Sobrarán en estos días líneas en los medios para reconocerlo y destacarlo. Quiero dejar testimonio de un recuerdo que aprecié de mi relación con este buen hombre que se nos fue el miércoles 31 de octubre.
Recibí una llamada de mi buen amigo Víctor Hugo D’Paola, para aquel entonces diputado por el MAS, para avisarme que Teodoro iba a República Dominicana y que, toda vez que éramos amigos, me agradecía le diera apoyo. Le indiqué que lo haría por la admiración y la amistad, pero que además por su condición de diputado era nuestra obligación como diplomáticos apoyarlo. Yo había militado en mis años de estudiante en el MAS y conocía a Teodoro. Le recomendé, sin embargo, que dada su investidura le avisara a nuestra Cancillería para que oficialmente el embajador se viera en la obligación de darle las facilidades del caso. Así fue, una instrucción de Caracas se recibió ordenando apoyo, el cual el embajador Clavijo Ostos asumió como parte de las rutinas de nuestro oficio.
Me pidió el embajador, adeco militante, que me encargara de atender y apoyar al diputado. Durante unos cuatro días estuvo Teodoro en Santo Domingo y en su agenda se le incluyó una cena oficial que le brindaba la embajada en su calidad de parlamentario. Deferencias como estas entiendo ya no existen en la actuación de nuestras misiones.
La razón de la visita de Teodoro era principalmente para saldar una vieja deuda histórica que tenía dentro del liderazgo de la izquierda latinoamericana. Quería conocer en persona al profesor Juan Bosch, líder dominicano fundador del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y una de las figuras más destacadas de la izquierda en la región. Increíble, pero no se habían conocido. Tuvo Teodoro la gentileza de invitarme a su entrevista privada, y por qué no llamarla histórica, entre dos figuras que, aunque con fisuras conceptuales para aquel entonces, sí que gravitaban en la visión antimperialista.
Fue un honor estar en esos días con Teodoro, lleno de energía y siempre con buenas historias. Su visita no termina en su partida. Días después me convoca el embajador para informarme indignado que se había levantado por parte de un agente de inteligencia de nuestra embajada, que hasta el momento ni me imaginaba que cumplía esas funciones, un informe a las autoridades sobre mi trajinar por Santo Domingo con el diputado izquierdista Petkoff. Por supuesto, el embajador exigió se retirara el informe, pues en su visión democrática tal actitud le parecía un abuso, pero además mi actuación era apegada a instrucciones de nuestra Cancillería y a una elemental norma de respeto por todos las personalidades venezolanas, independientemente de su signo político. En estos tiempos nuestros funcionarios se aterran hasta de atender viejos amigos a su paso por el exterior por el solo hecho de que los acusen de traidores a la causa de la revolución.
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