Los radicalismos, sean estos de derecha o de izquierda, siempre conducen al mayor de los disparates en la lucha política. Su desiderátum es el aislacionismo progresivo de las grandes mayorías nacionales. En los años sesenta del siglo pasado, ese error fue cometido por la izquierda radical representada por miristas y comunistas. Craso error, afortunado para la democracia, que fue aprovechado al máximo por Rómulo Betancourt y Acción Democrática para derrotarlos contundentemente. Ahora, en este siglo XXI, estamos comenzando a ver el fenómeno parecido, pero ahora desde sectores de pensamiento contrarios a los comunistas, que puede conducir a otros resultados desastrosos, pero ahora infortunados para la democracia.
Releyendo el libro de Héctor Pérez Marcano: La invasión de Cuba a Venezuela, me parece que vale la pena relievar lo que dice el “Macho” sobre esos errores radicales, voluntaristas, que solo condujeron a la izquierda venezolana de la época a un aislacionismo absoluto de las mayorías populares: “Vistas las cosas desde la distancia no puedo menos que asombrarme ante el hecho de que hombres medianamente inteligentes, como éramos todos nosotros, hubiéramos podido aceptar y cometer tal cantidad de monstruosos disparates”. Obviamente, se refiere Héctor al cúmulo de errores tácticos que llevó a toda la izquierda más radical a la lucha armada contra un gobierno, como el de Betancourt, salido de la voluntad mayoritaria del pueblo venezolano en libérrimas elecciones.
En Venezuela, hoy día, los errores que está cometiendo el espectro radicalmente opuesto al de la izquierda de los años sesenta parece una réplica –mutatis mutandi– de los desaguisados de aquellos tiempos. Claro que nadie está asumiendo, por ahora, la responsabilidad de la lucha armada para combatir el régimen, pero la vocinglería radical lleva al convencimiento de que la salida única está en la violencia. Ah, pero con un ingrediente peor: que aquí nadie se lleva la mano al cinto para esgrimir una pistola, sino esperan que algunos otros vengan, de no se sabe dónde, a apuntar armas contra el enemigo en el poder. Allí se une el error, con el folklorismo ridículo más abyecto. Puede que AD quede aislado, en nuestro llamado a la sensatez, pero preferimos correr ese riesgo que caer en la vergüenza de llamar a las armas sin armas y desde las comodidades del gabinete hogareño.
Acción Democrática, como partido político democrático, combatió el radicalismo izquierdista de aquella época haciendo lo contrario de las ejecutorias comunistas de asilamiento progresivo, es decir, alentamos una agresiva política de acercamiento a las grandes masas populares, llamando a derrotar el miedo con votos y resolviendo, desde el gobierno, las necesidades más apremiantes de la población urbana y rural.
Así derrotamos a los violentos, a los radicales, a los voluntaristas del siglo pasado. No vamos a venir, entonces, medio siglo después, a caer en el error de nuestros adversarios. No vamos a caer en el absurdo de hacernos el haraquiri con las armas que utilizamos, otrora, para triunfar. Así que con esa locura insensata, del aislamiento radical, lo decimos de una vez por todas y para siempre, con Acción Democrática no cuenten. Así nos dejen solos, es mejor solos que acompañados de una insensatez que va a ser lamentada dentro de 50 años, tal como lo hace hoy gente honesta como Pérez Marcano, pero con la gravísima realidad de haber dejado en el trayecto toda una generación de jóvenes frustrada, muerta o anulada políticamente.
Los errores en política no son como en cualquier otra actividad humana. Aquí es mucho más grave, porque generalmente el costo tiene que ver con la vida de otros seres humanos. El que lo dude que haga un repaso de la historia universal de los errores políticos, que hojee las páginas de lo que se ha escrito sobre la Guerra Civil española y su secuela de centenares de miles de muertos, torturados, exiliados y una diáspora que aún no se ha terminado de reencontrar después de 40 años de dictadura y luego de una transición de otros tantos. España perdió varias generaciones por haber permitido que triunfara el radicalismo por sobre la sensatez. Así que levantar la bandera de la división, con cualquier argumento, ya no solo es un error ni una insensatez, sino un crimen, porque permitiría la continuación de esta pesadilla quién sabe hasta cuándo.
Afortunadamente, hay gente trabajando para la unidad, aquí y en el exterior, esperemos que sean estos quienes prevalezcan. Ojalá se siga el ejemplo de Henry Ramos y AD recorriendo Venezuela. Henry lo ha dicho en todas partes como línea partidista: “Cuando un dirigente nacional, de cualquier partido democrático, visite este estado, municipio o localidad, todos los adecos deben salir a respaldarlo con su presencia”. Esperemos la reciprocidad, porque es como no nos aislaremos jamás de las grandes mayorías nacionales. Es así como podremos triunfar y de esa manera podrá llegar la ansiada transición democrática.
Aislados, que Dios no lo permita, porque no habrá triunfo ni transición, sino pesadilla continuada. Solo lo alertamos, por ahora, después lo denunciaremos… si no nos dejan alternativa.
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