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Lorent Saleh

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El día 27 de febrero de 2011 en el diario La Hora de Nueva Esparta, dirigido por Samuel Robinson, publiqué en mi columna “El fogón del poeta” un artículo que titulé “Lorent Saleh, el poeta”, que hoy reproduzco parcialmente conmovido por una entrevista que el joven activista de derechos sociales concediera al periódico El Mundo de España, después de su destierro a la madre patria decretado por Nicolás Maduro. Decía en ese trabajo, entre otras cosas: “Personalmente me duele que en un país como el nuestro haya ciudadanos que tengan que recurrir a la huelga de hambre para hacer valer sus derechos. Me duele que un hombre como Franklin Brito haya tenido que pagar con su vida en una huelga que no suspendió porque no fueron satisfechos sus derechos constitucionales. Me duele que hoy la sociedad civil y democrática no le haya dado el valor y la importancia a semejante sacrificio, así como me conmueve, por considerar un acto de justicia, que los jóvenes con al frente Lorent Saleh, hayan  comenzado su huelga iluminados por el ejemplo de dignidad que Franklin Brito le dio a la nación entera.

“Quizás porque pertenezco a una tercera edad avanzada, continuaba en ese artículo, me contenta ver que hay una generación maravillosa producto de la democracia, que lucha sin medir riesgos por su país. Vi declaraciones llenas de contenido verdadero en los jóvenes, palabras llenas de poesía pronunciadas en cada intervención por esa suerte de poeta de la política representado en el joven Lorent Saleh, quien vino en auxilio de la política y los políticos, cuando dijo que “la política tiene que hacerse con amor”, palabras llenas de reciedumbre y claridad en los objetivos como los del mismo Saleh, Julio César Rivas,  Roderick Navarro  y tantos otros,  en las que manifestaban las razones de su lucha,  que no eran otras que la defensa de los derechos de la gente, de los derechos humanos, y siempre a favor de la democracia,  la libertad y el pensamiento plural”.

Concluía aquel artículo diciendo que con jóvenes como estos en nuestra Venezuela podemos asegurar que la democracia está viva y que no hay posibilidad de que se instale para siempre ningún régimen autocrático. Que lo mejor de su  ejemplo había sido su solidaridad, su desprendimiento, su sinceridad a la hora de ejecutar sus acciones, el manejo de la unidad y de la estrategia.  No haber actuado como partidos y tratando  de  incluir a todos los sectores, tal como se lo pedía su anhelo de libertad. No me cabe la menor duda de que allí  hubo una lección de los jóvenes para los mayores y en especial para las agrupaciones que aquí hacen vida política. Esos muchachos exhibieron en aquel momento una prudente madurez, peleando por causas definidas, manejándose con los consensos que se desprenden del sentido común, ejemplo que han debido seguir las organizaciones políticas que hicieron  vida en la MUD, para salir airosos en una lucha tan desigual con un régimen inescrupuloso y llenos de las ventajas que dan el poder y las armas.  Siempre tuvieron claro que era necesario dirigirse a las minorías, hermanarse con las necesidades de los menos favorecidos, pluralizar la unidad nacional hasta convertirla en la voz única de una democracia con la fuerza suficiente para exigir  libertad de presos políticos, un CNE capaz de garantizar elecciones limpias, una división de poderes que pudiera garantizar justicia igual para todos, una Asamblea Nacional que, centrada en los grandes problemas nacionales, llevase adelante un debate permanente en el que todas las voces fuesen tomadas en cuenta.

De aquellos hechos que me inspiraron aquel artículo han pasado casi seis años, de los cuales Saleh mantuvo su lucha abierta contra el régimen, hasta que Santos lo arrestó y se lo mandó a Maduro en un acto que se hace más repudiable cuando leemos la entrevista que Saleh concedió al diario El Mundo de España, en la que cuenta unos hechos espeluznantes que caben perfectamente en aquella Historia universal de la infamia, que Borges nos dejó para que no olvidáramos nunca hasta dónde llega la maldad humana.

Para mí lo más asombroso de esa entrevista es que el poeta que yo advertí  en mi referido artículo, basado en su afirmación, según la cual “la política había que hacerla y ejercerla con amor”, volvió a manifestarse después de cuatro años de atroz sufrimiento, porque solo un poeta puede decir que el tiempo no se detuvo, que lo aprendido con esa dolorosa experiencia es su mejor tesoro, que en ese tiempo entendió el poder de la contemplación, el valor de lo esencial que parece invisible y el de la conciencia del tiempo, de los colores,  de los espejos, de una silla, de una mesa, haber hecho una huelga de hambre durante dieciocho días para que le dieran un reloj. Haber pensado en el suicidio como un acto de combate para inquietar a los esbirros, y preferir hablarle a los periodistas y a los políticos “de esas cosas”,  en vez de construir con su historia el perfil de un nuevo héroe, es ya un hecho poético y más en tiempos en los que la lucha de los egos es capaz de subir a cualquier galaxia.   Haber llegado a la conclusión según la cual el hombre no es un buen salvaje, que Rousseau, el socialismo y el comunismo se equivocaron y al mismo tiempo preguntarse por qué el nazismo está prohibido y el comunismo no, es haberse hecho preguntas fundamentales que a la luz de los exterminios que ambos sistemas políticos en nombre de una ideología han ejecutado, nos preguntamos todos.  

Afirmar, como Saleh lo ha hecho   después de todo el via crucis padecido,  que no guarda rencor y que “la necesidad de venganza es otra forma de servilismo”, y mantener al mismo tiempo que no desmayará en la lucha porque la celda que el dejó no está vacía,  y que su mayor deseo es regresar a esta patria para lograr el cambio, hablan de la firmeza de un luchador lleno de convicciones libertarias dignas de un soñador pero, por fortuna, Saleh sueña pisando tierra y es por eso que dice: “Los venezolanos se sienten derrotados. Yo no voy a decirles, como hacen algunos, ya estamos cerca del final, falta poco. Ni falta poco, ni será fácil. Es y será difícil. Y, además, tiene que serlo. De pequeño nos decían que las cosas que valen la pena no se consiguen sin esfuerzo y sacrificio. Y esto por lo que estamos luchando, vale la pena. De hecho es lo más valioso que tenemos. Es la democracia y la libertad”.

Quien lo dice es un liberal católico que  supo apelar a algunas formas del budismo, para lograr el desprendimiento. Y hay algo que nos dice mucho de su libertad de pensamiento, y es haber descubierto en los discursos de Pepe Mujica, quien pasó 13 años preso en una cárcel llamada La Tumba, “lo duro que grita la hormiga”, con lo que quiso significar el valor de la contemplación como forma de supervivencia.

La visión de Saleh va mucho más allá de lo poético que, como poeta, he tratado de resaltar en este breve escrito. Se trata de alguien que no elude entrar en las realidades más descarnadas y llamar las cosas por su nombre y sin eufemismos. Hay en esa entrevista una fotografía sin retoques, todo es satisfactoriamente auténtico. Si hay un documento que nos sirva para entender el valor y el coraje que se necesita para entrar en la lucha política, es esta entrevista que el diario El Mundo de España le hiciera a Lorent Saleh, el poeta, la cual recomiendo con los ojos cerrados a los jóvenes que piensan en el país.  

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