Construir una narrativa de la Venezuela actual es deslizarse en alegorías de permanentes contradicciones, a pesar de ser rica en recursos naturales, con una de las mayores reservas de petróleo del mundo, sometida a serias dificultades económicas, ya es historia: alguna vez fue una de las economías más robusta de América Latina. Los críticos a la gestión de Maduro, quien es el sucesor del expresidente Hugo Chávez (1999-2013), lo acusan directamente de muy mala praxis administrativa y de cometer excesos con significativos recursos para el equilibrio y desarrollo de la economía, lo que es parte del drama.
En 1998 emerge la revolución bolivariana con mucha fuerza y gana las elecciones presidenciales bajo un clima de grandes expectativas económicas y sociales. Desde ese primer momento Venezuela ha transitado por situaciones de complejos conflictos que derivaron en sus configuraciones finales en la confrontación casi a diario entre los propios venezolanos: chavistas vs opositores, pero miramos una lucha donde lo taxativo es conservar el poder a consta de sus consecuencias, en su estricto sentido. Este país no es un cuartel, es un territorio donde viven ciudadanos que aspiran a un mejor futuro.
Es evidente que la revolución utiliza la violencia selectiva, busca un objetivo, sembrar sospecha en los opositores que combaten día a día por rescatar la democracia y la libertad. La violencia es una acción de la sinrazón, la violencia carece de lógica racional, con esta acción el oficialismo busca poner orden en gente que lo adversa, la violencia como estrategia tiene la misión de activar el miedo, que es un arma sumamente poderosa para desconcertar y desmotivar a miles de personas para que abandonan las calles y liquidar las protestas a la mala gestión de Maduro.
Haciendo una reflexión de la comprensión socio histórico de Venezuela, a medida que Maduro divide la oposición y construye fallida polarización, se perturba el sueño olvidado de la guerra civil, fue una confrontación de pueblo contra pueblo y derivó en más de 100.000 muertos, todos campesinos / pueblo, por culpa de la arrogancia e intereses de los caudillos de turnos. Esta historia no se puede repetir y menos aún en el siglo XXI, estamos viviendo tiempos de cambios, solo las negociaciones apuntando a la paz social es el verdadero camino para buscar la tranquilidad de un pueblo que aspira a elecciones libres y competitivas para salir de la aguda crisis económica y política.
¿Por que llegó el momento de negociar? Son muchos los negativos indicadores, los especialistas en materia económica en síntesis aseguran que Venezuela continuará con una ruda inflación, peor impuesto que puede pagar un pueblo, sanciones económicas, salario mínimo de 0,5 dólares, 35% de desnutrición crónica en niños menores de 5 años y 400.000 personas con enfermedades crónicas sin tratamientos, más de 400 presos políticos, un éxodo que excede los 5,5 millones de venezolanos en busca de calidad de vida, la caída brutal del PIB, el colapso del abastecimiento alimentario en los estratos sociales D/E, el deterioro del sistema de salud, el aumento de la criminalidad… Comprendiendo el análisis de estas alertas máximas, sobre una situación tan grave como lo que está pasando en Venezuela, ha ocurrido en muy pocos momentos históricos o nunca en la historia contemporánea, y menos en tiempos de paz y en la construcción moderna de país. Según las estadísticas a esto se le debe sumar más números en rojos, cientos muertes, más de 8 mil heridos y miles detenidos, centenares de violaciones a los derechos humanos, narcotráfico, lavado de dinero… son nudos muy críticos para un proyecto agotado y sin apoyo popular se mantenga en el poder a la fuerza.
Evidentemente, los conflictos económicos y políticos son coyunturas complejas que contrariamente nos ayudan a fortalecernos como personas, el laberinto de la crisis hace que todo ser humano se reconfigure de pensamientos, emociones y acción. Debemos aprender a manejar la razón para encauzarnos hacia un camino de libertad plena que tanto hace falta en este país. Tenemos que luchar, sin dañar la cultura de la paz, pero siempre en rebeldía racional para no someternos a ningún proyecto político ideológico / partidista ni de cuarta y menos de la quinta. Ante el desastre nacional, señor Maduro, llegó el momento de negociar.
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