El ser humano como microcosmos es objeto de estudio de todas las ciencias dedicadas a definirlo, sobre todo su cerebro, que es la computadora natural más impresionante del universo. La filosofía define al ser humano como un ser dotado de espíritu y alma, es una unidad indivisible y es consciente de su existencia y de una escala de valores: lo bueno y lo malo. Demuestra una superioridad con su “razón” sobre los demás componentes de la naturaleza.
El ser humano sabe que va a morir, sabe que tiene deseos, pasiones, iras y tanta violencia, tanto miedo que lo hacen peligroso para él mismo, para los demás y para el mundo que habita. El ser humano debe elevarse por encima de sí mismo y mantener su dignidad.
El antiguo filósofo Epicuro decía: «La filosofía debe ser un instrumento al servicio de la vida del ser humano, y el conocimiento no tiene ninguna utilidad, si no se emplea en la búsqueda de la felicidad”. Y continúa diciendo: “La filosofía es el arte práctico de la vida, que tiene como finalidad la curación del alma humana”.
El ser humano debe luchar contra sus temores y miedos. Las religiones emplean el temor y el miedo para sus feligreses. Claro está, no podemos obviar las enseñanzas de Platón y Aristóteles, quienes nos dicen que la filosofía es la búsqueda continua de la verdad, y el conocimiento de esta trae rectitud en la vida.
El maestro Siddhartha Bautama predicó que los deseos son factor de infelicidad, y propuso la eliminación de estos por medio de los cuatro enunciados y el óctuple camino. El filósofo Epicuro sostenía que se debe renunciar a los placeres, y dedicarse a la búsqueda de carencia de apetito y dolor corporal. El placer del cuerpo es “efímero”, temporal y causan dolor físico, en cambio los placeres del espíritu son eternos y curan los dolores del cuerpo físico.
El budismo predica la tranquilidad y plenitud en el espíritu. De la Antigua Grecia, heredamos de “escuelas de la felicidad” como el epicureísmo, el aristotelismo o también el estoicismo. Es imposible vivir una vida placentera sin la práctica de las virtudes, por ejemplo, la recta prudencia permite vivir feliz. Debemos tener un control de nuestro proceder en nuestras actividades diarias sobre todo en las pasiones que pueden perturbar nuestra vida, y se controla con voluntad y carácter, para alcanzar la sabiduría y felicidad en la plenitud y la calma. «Se debe practicar el desprendimiento». Las virtudes, como la sencillez, la moderación, la templanza y la alegría son el sendero de la Tranquilidad y la serenidad. Dice un refrán profano: el tranquilo tiene su conciencia limpia.
Ataraxia, palabra griega, Áταραξία, está compuesta de α (a = prefijo de negación) y ταραχή (taraché o tarajé = turbación, perturbación, agitación, desorden, confusión, ruido, barullo; inquietud, tumulto) y significa tranquilidad, serenidad, paz de espíritu. Ausencia de preocupaciones. Es un término griego que expresa: “Equilibrio Interior”, una fortaleza espiritual, a través de la regulación de los impulsos y de los placeres, dando como resultado la serenidad y paz espiritual.
Se requiere un entrenamiento estricto de la mente. La Ataraxia es la capacidad de permanecer imperturbable y en calma ante la adversidad, con el objetivo de alcanzar la felicidad y la plenitud. Para poder alcanzar también el estado de la “ataraxia” es indispensable eliminar el temor a la muerte y el temor a los dioses de las religiones. La religión nos predica el amor por medio del temor, se alimenta del miedo, causa divisiones.
El sendero espiritual es para los que escuchan su voz interior, para los que están despiertos, es paz interior, amor infinito, es causa de unión y se alimenta de la confianza y la fe. La ataraxia es comparada con un mar en calma, cuando el viento no lo perturba. Es un equilibrio mental mediante el control de las emociones. La ataraxia aparece como concepto en las siguientes escuelas filosóficas: Epicúreos, estoicos y escépticos, cuyo objetivo principal: tranquilidad y paz mental que permita ser feliz, libre de envidias o deseos de lo que otro tiene, libre de los miedos del carácter humano, consiguiendo una sensación de calma total: “Desprendimiento”. «No hay serenidad en ninguna parte sino en el corazón desapegado, y es un pórtico hacia lo eterno».
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