Con un retraso importante frente al mundo desarrollado, nuestro continente comienza apenas a administrar el tema de la vacunación contra el covid. Países como Panamá, Costa Rica, Brasil y México son de los pocos que están ya en plan de vacunar a su ciudadanía.
Colombia, en medio de una escalada exponencial del número de sus contagios que se ha producido luego de las festividades navideñas, muestra solo un mínimo rezago en el plan acelerado de vacunación que el presidente Iván Duque anunció en diciembre pasado. De acuerdo con este, de los 50 millones de ciudadanos del país vecino, más de 30 millones serían vacunados este año, si todo marcha como lo previsto.
A esta fecha los contagios avanzan rápidamente hasta el punto de duplicar los registrados en el mes pasado y ya sobrepasaron los 50.000 fallecidos por cuenta del virus. Más de 2 millones de colombianos han sido ya presas del mal.
Pero es cierto que desde hace algunas semanas están puestas las órdenes de compra por 40 millones de unidades de vacuna a Pfizer y a AstraZeneca y también Colombia consiguió hacerse beneficiaria de la plataforma Covax de la Organización Mundial de la Salud. Todas las anteriores están por llegar al centro de acopio que está operativo para recibirlas, almacenarlas y distribuirlas desde la capital.
No pareciera que el retraso que exhiben en el inicio de la vacunación sea imputable ni a falta de programación en el abastecimiento ni tampoco a que la infraestructura de recepción esté incompleta. Incluso, las autoridades sanitarias han informado sobre los detalles ya previstos en las capitales departamentales para operativizar el plan masivo de vacunación. Un ejemplo es que cada centro regional cuenta ya con los contenedores portátiles refrigerados capaces de trasladar las vacunas frías hasta los más pequeños poblados.
Llama también la atención lo cuidadosas que han sido las autoridades sanitarias al privilegiar la compra de vacunas que no requieren de una capacidad de frio extrema por encima de las que sí lo requieren. También es bueno poner de relieve como Colombia, a través de su Ministerio de Salud, ha sido de los primeros de anotarse al plan Covax de la OMS que tiene como propósito garantizar a los países con menor desarrollo y recursos el acceso a las vacunas contra el virus. De hecho, las vacunas que ya están en suelo neogranadino son justamente las adquiridas a través de este programa y serían las primeras a administrarse a la ciudadanía a partir del 1 de febrero.
Así, no puede aún decirse que Colombia tiene resuelto el tema de la administración de la vacuna porque quedan escollos en la ruta hacia conseguir la inmunidad de rebaño que es la permite una salvaguarda prudente. Esta se produce una vez inmunizado un 60% de la población, lo que de acuerdo al plan de vacunación previsto por Bogotá, se alcanzará apenas a inicios de 2022. Estamos hablando de 34 millones de personas.
La capacidad de anticipación exhibida por los planificadores colombianos a través de este proyecto es encomiable. En ella han tenido cuenta de los errores, retrasos y falencias de otras naciones que están ya transitando el proceso de vacunación masiva de sus ciudadanos. Las compras “de portafolio” instrumentadas sobre tipos diferentes de vacunas toman en cuenta la diversidad geográfica del país con regiones alejadas de los centros urbanos, de difícil acceso, rurales y desérticas, que implican riesgos y una logística especial.
Aun así, existen imponderables como retrasos en la producción de los laboratorios transnacionales o cuellos de botella imprevistos en la distribución internacional capaces de alterar el plan que cuidadosamente se ha armado para proteger a la población.
Es cierto que en la contención del contagio del covid, Colombia no ha sido de los países que han exhibido los mayores éxitos. Buena parte de ello deriva de la inveterada rebeldía de la población a recluirse y a protegerse del contagio. Pero en este terreno de la preparación y orquestación de un plan de vacunación, Colombia puede convertirse en un excelente ejemplo de eficiencia.
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