Imposible negar el nivel cultural y el desarrollo ciudadano de Holanda –Países Bajos–, monarquía constitucional y democrática, de paisaje plano de canales, campos infinitos de hermosos tulipanes, magníficos molinos, soberbios museos y la casa en la cual Annelies Marie Frank, alemana con ascendencia judía, conocida gracias al Diario de Ana Frank, dejó constancia del tiempo que pasó ocultándose, con su familia de los nazis, en Ámsterdam durante la Segunda Guerra Mundial. También se entrenaban los reconocidos por su excelencia pilotos de Viasa.
País pequeño en tamaño, cuyos ciudadanos figuran entre las poblaciones más altas del mundo, con una historia aún más grande.
Ahora, sorprende en su política un escándalo de supuesta discriminación racial en la concesión de ayudas sociales a familias con hijos, que ha provocado la dimisión ante el rey Guillermo del gobierno del primer ministro Mark Rutte, que con digna valentía asumió la responsabilidad de lo ocurrido, gente inocente criminalizada y sus vidas arruinadas.
Un espejo de sentido de responsabilidad en el cual debería verse la oposición y el régimen castro-madurista que, aunque no tienen rey ante el cual renunciar, sí tienen una ciudadanía ante la cual responder y rendir cuenta. En esta oportunidad fue el Poder Legislativo que investigó el manejo presuntuoso e indigno de los auxilios familiares para supervivencia, alimentación y educación que el Estado holandés asigna a los más necesitados y desvalidos. Miles de familias, la mayoría de origen inmigrante, fueron falsamente acusadas de fraude y obligadas a devolver los beneficios que habían recibido para el cuidado de niños. El error los llevó a endeudarse para devolver a la agencia tributaria lo recibido.
En Venezuela es diferente, no se dispone de un parlamento que investigue y menos lo que afecta a funcionarios del gobierno en funciones, el cual, a su vez, ignora denuncias sobre el sistema corrupto que el chavismo ha convertido en forma de administración. En Holanda tampoco hay constancia de que esas compensaciones que exigieron devolver sin explicaciones razonables hayan ido a parar a los bolsillos del primer ministro, sus amigos, ni al rey, familiares y allegados.
En Países Bajos existe un Poder Legislativo independiente, sin componenda ni pactos convenientes. Los parlamentarios responden a la expectativa de sus electores e investigaron con responsabilidad, seriedad y objetividad, comprobando cómo funcionarios del Seniat holandés habían enviado a familias de escasos recursos, trabajadoras decentes y en general honestas, documentación que no demostraba ilegalidad alguna pero las obligaba a entregar dinero al Estado, tanto si lo tenían como si no, llevándolas a la desesperación, temor y ruina. Asimismo, cuando el Congreso y los periodistas comenzaron a indagar, la agencia tributaria obstaculizó la labor, lo que constituía una acción de corrupción en sí misma.
Queda demostrado que la renuncia es un acto de dignidad y responsabilidad personal ante el reclamo ciudadano, un derecho que actualmente no tienen ni cubanos, nicaragüenses o venezolanos que llevan décadas aguantando mentiras, arbitrariedades, fracasos, represión y ausencia arbitraria, ilegal e indebida de rendición de cuentas.
La tiranía se demuestra con abusos de funcionarios que cobran extra en dólares por hacer el trabajo por el cual ya les paga el Estado, más de las veces por carnet y obediencia sin discusión. Montan alcabalas para extraer productos y dinero; las pensiones insuficientes llegan tarde y con largas colas; bolsas y cajas más costosas, de baja calidad e incompletas. Represión a criterio del uniformado. Poderes públicos que se limitan a obedecer, se aferran al poder mediante farsas electorales, tratando de gobernar y legislar a pesar del rechazo nacional, mundial. Y lo peor, los beneficiarios civiles y militares del alto gobierno no hablan ni hablarán holandés, solo cubano mientras olvidan el venezolano.
El egoísmo en las élites políticas abre el camino a la incertidumbre y anarquía. Quienes aspiran a ser inclusivos, resolver problemas y los que buscan beneficiarse, fomentan divisiones y acercan la crisis final. Las tensiones se acumulan entre los que quieren preservar privilegios y los que buscan reunir apoyo popular para generar cambios, lograr un orden social abierto y comprensivo.
La descomposición del tejido social se consolida con la cleptocracia cuando se desarrolla el poder basado en el robo, que institucionaliza la corrupción, el nepotismo, el clientelismo político y el peculado. Las acciones delictivas quedan impunes porque la mayoría de los sectores en el poder están comprometidos, podridos; desde la justicia, funcionarios de la ley, hasta el sistema político, moral, ético, económico y opositor.
@ArmandoMartini
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