Los actos de tortura están considerados como crímenes de lesa humanidad. Están prohibidos por el derecho internacional y nunca jamás pueden justificarse. Se trata de un suplicio cruel e inhumano ocasionado con la utilización de diferentes métodos para obtener una confesión mediante sufrimiento físico o mental, y también suele utilizarse como castigo a la víctima.
El artículo 46 de nuestra Constitución Nacional establece que “toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y moral, y en consecuencia, nadie puede ser sometido a torturas o tratos crueles, inhumanos o degradantes (…) Igualmente, el artículo 5 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU, indica que “nadie será sometido a torturas o tratos crueles. Ningún Estado puede torturar ni permitir ninguna forma de tortura”.
Sin embargo, en sistemas dictatoriales como el que impera en Venezuela tales preceptos constituyen letra muerta y son objeto de permanentes y constantes violaciones. En nuestro país, la tortura es práctica habitual contra los disidentes del régimen en los cuerpos represivos del Estado, y particularmente en el tenebroso centro de la ignominia denominado Sebin. El caso más reciente fue el del concejal Fernando Albán, quien al morir producto de los golpes de sus torturadores fue lanzado al vacío desde el décimo piso, y luego se presentó el absurdo argumento de un “suicidio”.
Aunque a consecuencia de las nefastas situaciones que se producen en Venezuela se llega a perder la capacidad de asombro, es de reconocer que produce gran impacto estremecedor la lectura de la entrevista que en fecha reciente le hiciera la publicación española El Mundo al joven ex preso político Lorent Saleh, ganador el pasado año del Premio Sajarov, y quien durante cuatro largos años fue preso y torturado por el chavismo-madurismo en las mazmorras del Sebin. Con amplitud de detalles describe los viles y escalofriantes procedimientos a que fue sometido. “Soportando chorros de agua sobre el cuerpo cada hora. Luego la corriente eléctrica. Los golpes. Esposado en una misma posición durante 12 horas con una intensa luz blanca sobre la cara. Buscaban anular todos mis sentidos. A otros presos directamente les rompían las costillas y luego los dejaban morir”. Ante la pregunta sobre el objeto de las torturas, Saleh respondió: “Que denunciara a Antonio Ledezma, María Corina Machado, Leopoldo López o Álvaro Uribe”.
El pasado julio, el Programa Venezolano de Educación-Acción en Derechos Humanos (Provea) en el foro Basta de torturas, se expuso con claridad la situación de violaciones del derecho a la integridad personal en la Venezuela actual, y se exhortó a la unificación de fuerzas para rescatar la democracia.
La dictadura de Nicolás Maduro violenta cada vez más las garantías para los derechos ciudadanos, y como respuesta a los reclamos de la ciudadanía alienta la comisión de violaciones contra los derechos humanos.
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