Cocinando y espesando una fórmula mágica en la olla de nuestras tragedias colectivas, al régimen se le pasa el tiempo para acertar en el menú que resuelva la más amarga crisis que hayamos vivido, y cuyo único responsable es el modelo económico y político impuesto por Chávez y profundizado por Maduro. Tarea que será imposible mientras no se cambien las políticas económicas que generan esta costosa catástrofe.
El año 2018 cerrará con una inflación superior a 1.000.000%, lo cual significará más hambre, más corrupción y más destrucción de capacidades productivas. También, al cierre de este año Venezuela se convierte en el país que ha atravesado la peor crisis económica de todo el continente americano con una caída del PIB acumulado cercano a 48%.
En línea con lo anterior, Venezuela ocupa el puesto número 130 de 137 del ranking de Competitividad Global elaborado por Foro Económico Mundial, lo cual nos otorga el último lugar de la región ni siquiera superados por Haití.Igualmente, el engendro chavista ha dejado una economía plagada de corrupción e incapaz de atraer inversiones para promover el desarrollo, y librar así a los venezolanos de la pobreza que nos azota. Como se puede observar en los siguientes gráficos, la percepción de los venezolanos de las instituciones del Estado sugiere que la corrupción ha venido aumentando desde el año 2006, al mismo tiempo que a los inversionistas y emprendedores se les ha hecho más difícil llevar a cabo proyectos empresariales en el país.
DB: Índice de facilidad de hacer negocios
IPC: Índice de percepción de corrupción
Y el drama no termina allí, en 2019 se espera una hiperinflación de 10.000.000% y, de cumplirse los pronósticos del FMI del PIB venezolano con Maduro en el poder, la caída acumulada hasta 2023 llegaría a ser de 57%.
Maduro es víctima de ceguera ideológica y de subordinación a un modelo del cual están huyendo chinos y cubanos. Mientras todo el mundo lo sabe, el ministro Castro Soteldo pregunta a los funcionarios chinos sobre cómo controlan las empresas. La respuesta fue la misma que el país reclama: en China no hay esos controles económicos, sino alicientes para que 90% de empresas privadas produzcan más.
Se hace evidente para cada vez más venezolanos que el tiempo de rectificación económica de este gobierno ya pasó.
El país no podrá recuperar la inversión privada en medio de controles e inseguridad jurídica que ahuyenta a los capitales. Tampoco podrá acceder al financiamiento externo y de los organismos multilaterales indispensables para que no termine de derrumbarse la ya enclenque Pdvsa y se consolide el desierto productivo que acosa la estabilidad del poder autoritario.
Toda la comunidad internacional coordina y acentúa las medidas que presionen al gobierno a realizar un viraje hacia el respeto a la Constitución y permita elecciones libres y competitivas. Para que esa presión internacional sea eficiente debe contar con una mayor presión interna que solo es posible en el marco de la unidad de todos los sectores del país.
El respeto a la institucionalidad de la Asamblea Nacional es una condición para detener el trágico colapso de la economía venezolana. Cualquier nación del mundo debe entender que no es válido ningún contrato de interés nacional sin el debido visto bueno de la institución más importante de elección popular. El régimen tiene que asumir que mientras continúe la violación sistemática de la Constitución será imposible una solución política aceptada por la comunidad internacional y por los venezolanos.
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