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A 50 años del Premio Nobel a Neruda, comienzan los homenajes para recordarlo

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Por Laura Ventura

“Todos los poetas excelsos se reían de mi escritura a causa de la puntuación/mientras yo me golpeaba el pecho confesando puntos y comas”, escribía Pablo Neruda, quien algunos años después, en 1971, recibiría el Premio Nobel de Literatura. Este año se cumple medio siglo de esta distinción y en todo el mundo se preparan actos conmemorativos de la vida y obra del gran poeta chileno.

El primero en abrir el calendario de homenajes es el Museo del Libro del Mar que presenta la muestra virtual Pablo Neruda: 50 Años del Premio Nobel de Literatura (1971-2021). Esta exposición, impulsada por la Sociedad de Bibliófilos Chilenos en conjunto con la Società Bibliografica Toscana de Italia, puede visitarse a través de la página oficial de la primera institución y tiene tres ejes: Neruda Bibliófilo, Neruda y sus coleccionistas en Chile y Neruda en Italia.

Poeta hispanoamericano por antonomasia, leído en los colegios de América Latina, Neruda también se animó a narrar sus memorias en Confieso que he vivido. Allí se refiere al Premio Nobel, en particular al clima previo a esta distinción y el modo en el que “cierto ambiguo uruguayo de apellido gallego, algo así como Ribero” se dedicaba a “descuartizar” su obra. Ya en 1963 su nombre sonaba fuerte como candidato: “Los radios dijeron y repitieron varias veces que mi nombre se discutía firmemente en Estocolmo y que yo era el más probable vencedor entre los candidatos al Premio Nobel. Entonces Matilde y yo pusimos en práctica el plan N° 3 de defensa doméstica. Colgamos un candado grande en el viejo portón de la Isla Negra y nos pertrechamos de alimentos y vino tinto. Agregué algunas novelas policiales de Símenon a estas perspectivas de enclaustramiento”. Deberían pasar 8 años más para ser notificado por la Academia Sueca.

Neruda ha dejado una huella en varios puntos del mundo. En Chile existen tres Casa Museos: Isla Negra (Valparaíso), La Sebastiana (Valparaíso) y La Chascona (en Santiago), las tres administradas por la Fundación Neruda. Capri, la isla italiana, también se convirtió en refugio de Neruda. En la Argentina, en Neuquén, en el barrio de Salud Pública, sus vecinos decidieron rebautizar las calles que antes homenajeaban a próceres o efemérides, y eligieron versos de Neruda, de Alturas del Machu Pichu, más precisamente. Su fantasma y legado está presente dentro y fuera de América. Madrid, por ejemplo, en la Casa de las Flores, en el barrio de Chamberí, lo recibió en 1934, donde fijó su residencia, y además hay varios institutos españoles de enseñanza que llevan el nombre del poeta chileno. Incluso en Santander existía uno de los mayores coleccionistas de la obra nerudiana (contaba en su haber con más de 600 piezas de Neruda) hasta que en octubre del año pasado decidió subastar estas piezas a distintos compradores.

Dormitorio de Isla Negra, una de las tres casas museos que el poeta tiene en Chile 

Ser poeta en Chile, ser “un poeta chileno”, parafraseando a Alejandro Zambra en su última novela, significa mucho más que ser un bardo nacido en esas tierras. Gabriela Mistral, también premio Nobel de Literatura, en 1945, Vicente Huidobro, Pablo Neruda y luego Nicanor Parra, o Enrique Lihn, crearon un sendero con una estirpe de autores que llenan de orgullo a la literatura transandina. También, y a pesar de su huella, otros autores se han alejado de la divinización de Neruda, aunque nunca lo han dejado de nombras. Por ejemplo, Roberto Bolaño, en Estrella distante, se refiere a un poeta que escribe “en la línea del peor Neruda, una especie de revoltijo entre los Veinte poemas de amor e Incitación al nixonicidio”. También en esta novela Bolaño lanzará “la poesía amorosa de Neruda y Residencia en la Tierra (que a nosotros, con neruditis desde la más tierna infancia, nos producía alergia y eccemas en la piel)”.

Pablo Neruda con Matilde Urrutia en 1971 tras ganar el premio Nobel de Literatura – Foto ABC

Antonio Skármeta escribió Ardiente paciencia (1985), novela que tuvo dos adaptaciones cinematográficas. La primera, homónima, en 1983, dirigida por el mismo Skármeta; la segunda, la más famosa, rebautizada El cartero, fue adaptada al cine por Michael Radford, con Philippe Noiret. Esta obra que también inspiró una obra de teatro y una ópera (Plácido Domingo compuso Neruda en 2010). Además, la elogiada Neruda (2016), de Pablo Larraín, con Luis Gnecco, Gael García Bernal y Mercedes Morán recoge los hechos de 1948, cuando el poeta intenta escapar de Chile, tras ser acusado de comunista por el presidente Gabriel González Videla, quien había ordenado su captura.

“[Estábamos] Acostumbrados a la anual decepción”, escribía en Confieso que he vivido, con relación a los meses previos a obtener el Nobel en 1971, cuando se desempeñaba como embajador chileno en Francia, un puesto que acababa de ocupar. “Yo estaba recién operado, anémico y titubeante al andar, con pocas ganas de moverme”, recordaba el modo en el que debió dosificar su celebración cuando recibió la noticia ante la algarabía de sus lectores y amigos. Este festejo, tantas décadas después, sin el poeta, pero con sus versos aún latiendo, tendrá este año, una nueva tregua.

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