Considero que para abrirle camino a la nota de hoy sería bueno tomar como referencia la gira del presidente encargado, Juan Guaidó, por el municipio Boconó del Estado Trujillo. Este municipio es un importante centro agroeconómico de gente bregadora de las montañas de nuestros Andes, lo que se llama gente buena…
Las personas que provienen de zonas de gran o mediana altitud, de temperaturas relativamente bajas, son introvertidas, grandes trabajadoras, pero reservadas en el trato cotidiano. Diferente a nuestros orientales y a aquellos que proceden de tierras planas o cerca del mar, de temperaturas menos calientes. Esta introducción genotípica del boconés tiene que ver totalmente con el entusiasmo y el fervor, pocas veces visto, con el que recibieron el fin de semana al líder de la oposición, presidente encargado de la república y también presidente de la Asamblea Nacional. Este extenso circunloquio se debe a que desde los tiempos originarios del explorador de la maledicencia, Hugo Chávez Frías, su población ha apoyado en plenitud a los tales “revolucionarios”. Por ejemplo, Henry Rangel Silva, candidato a gobernador en el año 2017 por el PSUV, obtuvo en esa zona 61% de los votos.
Como venía reseñando, la semana pasada, los boconeses abandonaron sus casas y se fueron detrás del joven líder bajo el grito constante, como un eco, atronador, de «Guaidó, Guaidó, Guaidó». No gritaron consignas de «fuera el usurpador» ni «elecciones ya», ni «gobierno de transición», nada de eso. Así ha sido desde el mes de enero para acá, pero no con la misma fuerza, como ellos lo lograron en momentos cuando algunos “simpatizantes” y dirigentes de oposición aseguraban que Guaidó venía en picada. Por ahora, se equivocan quienes consideran que de estos sectores democráticos pueda surgir una candidatura que le haga peso o, en otros casos, pueda poner en riesgo su victoria frente a cualquier candidato del oficialismo. Esos escenarios están descartados plenamente de las preferencias de los venezolanos.
Benigno Alarcón, para reforzar un poco más los argumentos afirmados más arriba, director del Centro de Estudios Políticos de la Universidad Andrés Bello, afirma que «en el efecto Guaidó los errores que se puedan cometer, o que no se logre el resultado esperado, se disculpan de alguna manera”. “La gente lo sigue reconociendo como el líder representante de la esperanza”. Algo más, la fracasada sublevación del 30 abril, según estudios hechos por el propio Alarcón, en otros casos hubiera podido ocasionar un derrumbe de la oposición, pero en esta oportunidad prácticamente ni lo rozó”. Distinto hubiera sido el resultado, digo yo, si al frente no hubiese estado la figura acerada de Juan Guaidó.
De manera que a la oposición no le hacía falta un dirigente, que los tiene y muy buenos, sino un líder que los venezolanos siguieran sin mirar para atrás. Sin estar a la caza de resbalones o tropezones de su guía, de su mentor. Así sucede cuando se es el líder. Una de las principales características del líder es la confianza que tengan en él, a veces irreflexiva. Como el baquiano que es quien conoce bien el camino, aunque alguna vez diga “por aquí como que es”, es decir, dude.
Todos estos hechos que están dándose alrededor de la estampa del guaireño llevan a la dirigencia política opositora a un fiel cálculo frente a una posible rectificación del acuerdo político pactado en enero de 2016, con el que le correspondería ejercer la presidencia de la AN a los partidos minoritarios de oposición. Es decir que, de ser conveniente que Guaidó continúe ejerciendo la presidencia de la AN, así debe hacerse como consecuencia de la emergencia que está viviendo nuestra nación. De manera que no se trata de traición, de deslealtad, sino de conveniencia para el proyecto en avance que no es otro que la salida de Nicolás Maduro del poder.
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