Si algo nos ha enseñado esta pandemia es a ser “expertos” en interpretar datos. Las autoridades y los medios de comunicación nos bombardean continuamente con los últimos datos epidemiológicos (número de casos, hospitalizaciones, fallecidos, curados) y económicos. Sin duda, todos entendemos la necesidad de la actualización constante de dichos números para comprender la magnitud de la crisis y tomar las medidas más adecuadas. Pero, ¿qué hay sobre los datos para comprender el impacto emocional? ¿Cuál es la manera más adecuada de medir el coste psicológico de esta pandemia?
Una imagen no es suficiente
Desde el inicio de la crisis, los psicólogos se han esforzado en responder a estas preguntas. Con ese fin han aplicado herramientas tradicionales, como cuestionarios y encuestas. Es bastante probable que a cualquier persona le haya llegado en algún momento una solicitud para responder a una serie de preguntas sobre cómo se siente.
Sin embargo, al llevar a cabo un registro una sola vez y en un momento puntual, la información recogida a través de dichos métodos solo proporciona una “imagen” del estado emocional, lo que imposibilita capturar su naturaleza cambiante. Efectivamente, la ciencia ha demostrado que las emociones cambian constantemente. Sobre todo cuando el individuo está sometido a situaciones estresantes y tan cambiantes como la actual pandemia (que ha conllevado incluso un periodo de confinamiento prolongado).
Por tanto, la pandemia y las medidas aplicadas para controlarla evolucionan de forma constante. Por eso, para conocer su impacto psicológico a nivel individual necesitamos obtener información de cómo evoluciona la respuesta emocional de las personas a lo largo del tiempo.
Una visión longitudinal
Estudiar los cambios y fluctuaciones del estado emocional ayuda a comprender cómo las personas regulan sus emociones y si se adaptan o no a las situaciones que experimentan.
En relación a la pandemia asociada al SARS-COV-2, hasta donde sabemos, en España sólo se ha llevado a cabo un estudio longitudinal –con una reducida cantidad de participantes– acerca de la evolución del estado de ánimo durante el confinamiento, el cual registraba una medida al día durante dos semanas. Se hace, por tanto, palpable la necesidad de obtener datos de calidad que reflejen de una forma continua el estado anímico de la población.
En búsqueda de una “película emocional”
Nuestro equipo de investigación tiene una larga trayectoria en el estudio de la emoción y el uso de tecnologías para el registro de datos longitudinales. Cuando comenzó la crisis, aplicamos nuestro conocimiento y experiencia previa para desarrollar un proyecto que capturase repetidas “imágenes” del estado de ánimo. El objetivo era componer una “película emocional” de cada persona con numerosos registros a lo largo del mismo día.
Ahora bien, ¿cómo se puede lograr esto? Medir el estado emocional de una persona durante su vida diaria no es algo fácil. Para que la medida sea fiable, tiene que registrar cómo se siente en el momento exacto en el que se nos hace la pregunta. Si la persona trata recordarlo y registrarlo al final del día, probablemente la respuesta no será tan ajustada a su realidad emocional.
Dado que durante nuestro día a día estamos en constante movimiento, ¿cómo podemos preguntar a las personas cómo se sienten en cualquier momento? La respuesta se encuentra en el dispositivo que más nos acompaña durante nuestra vida diaria: el teléfono celular.
Un teléfono para medir las emociones
Nuestro equipo ha desarrollado recientemente una plataforma que utiliza el teléfono celular para medir el estado emocional de forma repetida durante el día. Mediante una app, se envían notificaciones en diferentes momentos del día que abren un cuestionario para que los usuarios registren su estado emocional.
Cuando se inició el estado de alarma, se aprovechó esta metodología para lanzar el proyecto CovidAffect. El objetivo era proporcionar un mapa emocional de la población en el territorio español que pudiera ser analizado conjuntamente con los mapas epidemiológicos, alcanzando una mayor comprensión del efecto global de la pandemia. Este mapa, disponible en la página web del proyecto, era actualizado a diario para ofrecer los datos del impacto emocional en tiempo real.
La motivación principal para llevar a cabo este proyecto fue poner esos datos a disposición de las autoridades competentes para, en caso necesario, considerarlos durante la toma de decisiones para enfrentar la crisis.
Aunque la participación no alcanzó un nivel suficiente para ser representativa de cara a poder realizar análisis que proporcionasen información sobre las variaciones del estado emocional de la población en España, con el transcurso del confinamiento y la emergencia sanitaria, los datos del proyecto se han publicado y están disponibles para su consulta por cualquier equipo de investigación u organismo competente.
En cualquier caso, este proyecto nos ha ayudado a comprender mejor la relevancia de los datos longitudinales y el formato de participación de los ciudadanos. La experiencia obtenida ha sido fundamental para sentar las bases de un nuevo proyecto a gran escala durante esta inusual situación. El futuro a corto y medio plazo se presenta incierto, siendo más importante que nunca medir el impacto psicológico de esta crisis en la población.
¿Y ahora, qué?
Ahora más que nunca somos conscientes de la importancia que tienen los datos. La evaluación continua de la información sanitaria y económica sirve de guía para decidir las medidas y restricciones que se adoptan.
Por todo esto, el objetivo de nuestro equipo es continuar registrando la evolución del “dato emocional”. Para ello, estamos trabajando en los proyectos POSTCOVID-AI y MONITOR-COVID. En ellos, pretendemos continuar el trabajo hecho hasta ahora, capturando datos emocionales durante las siguientes olas de la pandemia.
Usaremos técnicas de big data e inteligencia artificial para hacer un estudio a mayor escala, que incluya datos sociales comportamentales y de bienestar de la población.
Nuestro proyecto no tendría sentido sin la ayuda de toda la población. Cuantos más datos consigamos registrar, más cerca estaremos de entender el impacto psicológico de la pandemia. Conocer un problema forma parte de la solución.
Carlos Bailón, Investigador en el Centro de Investigación en TIC, Universidad de Granada (CITIC-UGR), Universidad de Granada; Carmen Goicoechea, Investigadora en Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento (CIMCYC – UGR), Universidad de Granada; Daniel Sanabria Lucena, Professor, Universidad de Granada; Héctor Pomares, Chair professor, Universidad de Granada; Miguel Damas, Associate professor, Universidad de Granada; Oresti Baños Legrán, Associate professor, Universidad de Granada y Pandelis Perakakis, , Universidad Complutense de Madrid
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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