Así se vivió la Navidad en el comunismo caribeño
Es Navidad y avanzo por la Coral Way. Apenas termino de hablar con Isabel escucho, presentado por un famoso locutor cubanoamericano, un clásico de esa isla de la que tantos nos escapamos, y que a la mayoría, incluso después de tanto tiempo, de tantas ilusiones casi perdidas, nos cuesta tanto abandonar.
Aunque tú me has echado en el abandono
Aunque tú has muerto todas mis ilusiones
En vez de maldecirte con justo encono
En mis sueños te colmo de bendiciones
“Bendiciones para ti y los tuyos”, acabé de decirle a mi vieja amiga, exprofesora universitaria que terminó vendiendo pizzas, quien en unos 15 minutos me resumió “otro año de mierda” y me confesó su entumecida sensación de continuar igual en 2021. “O mucho peor”, recalcó, “mientras esta gente -al régimen se refiere- siga mandando aquí”.
Claro que le dije que no perdiera la fe y que en estos días con mucho gusto le volvería a recargar el saldo de su móvil y hablaríamos otro poco por WhatsApp. Y es que estos días, en que enviamos y recibimos cientos de felicitaciones y buenos deseos por la Navidad, no me faltan las noticias nada felices que, de primera mano, llegan desde Cuba.
Feliz Navidad, escribo, digo, pienso, anhelo. No puedo dejar de desearlo a tantos amigos, colegas, familiares al otro lado del estrecho, al otro lado de la vida. Pero sé que, aunque por más que lo ansíe, son muchos los que no la tendrán. Y, de hecho, a no pocos hace tiempo que dejó de importarles. Aunque por suerte acá, al otro lado del mar, en lo que a veces pareciera una Cuba posible, rescatable, millones de cubanos se han reencontrado o descubierto la Navidad, después de tanto extravío en todos estos años.
Sufro la inmensa pena de tu extravío
Siento el dolor profundo de tu partida
Y lloro sin que sepas que el llanto mío
Tiene lágrimas negras como mi vida.
La Navidad, aunque fue una fuerte tradición en la cultura religiosa y social de la isla, mayormente católica, desde 1959 fue perdiendo fuerza y su práctica se fue haciendo leve. Arcaica, insignificante, desprovista de significado y apego para varias generaciones.
Es sabido que el régimen cubano –que ha sembrado el ateísmo, como bien dicta el manual comunista-– arremetió con todo su poderío y mañas contra la doctrina y cultura cristianas, sobre todo hasta que, en medio del llamado Periodo Especial, en los años noventa, la agudización de la crisis material y espiritual hizo que la gente regresara a las abandonadas iglesias. En medio del hambre, la desesperanza, la desesperación, el vacío: no pocos cubanos hallaron en la fe la fuerza para seguir viviendo, o para sobrevivir, entre tanta lágrima, tanto naufragio, tanta muerte.
Tú me quieres dejar
Yo no quiero sufrir
contigo me voy mi santa
Aunque me cueste morir.
Cuando el Papa anticomunista, Juan Pablo II, aterrizó en la isla en enero de 1998, ya había aumentado la cantidad de cubanos creyentes con respecto a las décadas posteriores a 1959. El Estado permitió celebrar, incluso mencionar la Navidad (siempre dentro de las normas revolucionarias).
“Amigos, familia, todo dentro de la Revolución, fuera de la Revolución, nada”, advirtió Fidel Castro el 13 de marzo de 1966, en un discurso en la escalinata de la Universidad de La Habana, celebrando el asalto al Palacio Presidencial. Y así ha sido siempre. Y así pretenden que sea siempre.
Luego de la visita del polaco Karol Wojtyla, la lista de feligreses cubanos creció más. Recobró espacio y sentido. Aunque nunca como en los tiempos de la República. Navegando entre fe y nostalgias, entre miserias y modas, la frase “Feliz Navidad” se volvió a escuchar más. Aunque, por supuesto, unos años mucho menos que otros. Como ha sucedido en este 2020. Más allá del virus chino.
No olvidemos que, según cacarean los medios de comunicación masiva de Cuba –todos bajo la bota estatal–, todo lo terrible y lo que no funciona en el país no es por culpa de la inoperancia del socialismo real, sino por culpa del imperialismo yanqui. Esa sentencia del régimen es y será invariable, cada año.
Un jardinero de amor
Siembra una flor y se va
Otro viene y la cultiva
De cuál de los dos será.
Y claro está, no podemos obviar la inimaginable realidad (marcada por el sempiterno goteo de la carencia) del ciudadano de a pie, a quien por lógica le preocupa más el pan diario que cualquier celebración, aún cuando la sienta muy cercana. Es innegable que viviendo en la miseria todo puede llegar a corromperse. Incluso las más preciadas tradiciones y creencias. Solo hay que analizar el devenir de las naciones azotadas por el comunismo. No solo Cuba. En Venezuela en esta Navidad hay niños a los que Santa Claus solo les trajo pan. Así de triste e impensable. Así de revolucionario.
Amada prenda querida
No puedo vivir sin verte
Porque mi fin es quererte
Y amarte toda la vida.
Como ya he contado antes, los precios en dólares en Cuba se han disparado, es decir, los ha disparado el ramplón Estado totalitario, que es el que controla la economía en la isla comunista. Y como increíble regalo de Navidad, la empresa Cimex (corporación cuyo dueño es el propio régimen) lanzó una oferta especial para disfrutar de una “cena de fin” de año en la Plaza de la Catedral de La Habana, uno de los sitios más hermosos e históricos de la isla, cuyos precios han causado no poco descontento en el cubano de a pie.
Ojo con este detalle. Diario de Cuba destacó que “Cimex no publicó los precios en Facebook. Hay que ir a la página de La Puntilla para ver que la cena para cuatro personas cuesta 242,66 dólares –€197 o 5.823,84 pesos cubanos– y la de seis, 363,99 dólares –€295 o 8.735,76 pesos–”. Esta publicación compartió criterios de algunos cubanos, de dentro y fuera de la isla, sobre los citados precios: “Es posible cenar el fin de año y pagar la cuenta en enero con el aumento. O mejor en tres meses… hasta marzo, porque soy jubilado”. “Hay que tener la cara dura para poner esos precios a un pueblo que no le pagan en dólares”, “casi 400 dólares una cena. Dios mío, ¿a dónde vamos a parar?”. “Esto es una falta de respeto y después tienen la vergüenza de hablar de topes de precios en el sector privado. ¿Quién le pone el cascabel al gato?”. Y “Si esa cena es financiada desde el exterior, ¿al que la consuma no lo tildarán de mercenario?”.
Tú me quieres dejar
Yo no quiero sufrir
contigo me voy mi santa
Aunque me cueste morir
Sabemos que a los líderes históricos del régimen cubano –con Fidel y Raúl Castro a la cabeza– no les ha faltado crueldad y desvergüenza. Pero los hijos y los nietos de la Revolución, los que hoy reciben y pulsean el verdadero poder represivo y económico en la isla, son aún más cínicos. Y es que así es el verdadero socialismo. Así y mientras más tiempo pase sin que el sistema se desmonte y caiga, no tengamos dudas de que más –muchísimo más– se seguirá perdiendo en Cuba.
“Gracias siempre a la reina de la salsa, la reina de Cuba, la gran Celia Cruz, por esta interpretación de Miguel Matamoros. Lágrimas negras. Un clásico cubano. Regresamos luego de la publicidad para continuar hablando de Cuba”, promete el locutor, mientras sigo avanzando por Miami, donde no faltan los cubanos, en medio de otra Navidad.
(Cortesía La Gaceta de la Iberosfera)
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