Aquellos herejes llamados gnósticos que en los primeros años del cristianismo intentaron construir una ideología cristiana con conceptos tomados de la mística griega y oriental visualizaban al Ángel de la Muerte como un pie alado pisando una mariposa. Hoy la imagen me estremece no por la poética visión de su perversidad sino por la certeza de que más que emblema del alma la mariposa se enlaza con la vida y un pie alado acude desde la antigua Grecia para extinguir el soplo de su frágil existencia y obligarla a volar hacia donde más oscuridad ofrezca la propia muerte.
En la antigüedad, cuando aún no se sabía que ese era su nombre, se exigía el uso del fuego para purificar las almas y en auxilio de los primitivos e inclementes purificadores apareció un Ángel que tampoco tenía nombre pero ponía en mi boca un carbón encendido mientras el Amor mantenía en su mano una mariposa que aleteaba con furia al sentir cerca la llama que va a abrazarla.
El pavoroso encanto de las imágenes: un pie alado aplastando a una mariposa; un carbón encendido en los rojos y carnosos labios del Amor y cualquier otro asomo de estupor y despellejado desvarío no evitaba que una misteriosa fuerza poética abriese de par en par las puertas a la Muerte. Pero no a la Muerte descarnada arropada en su oscuro sudario y sosteniendo la afilada guadaña sino al pie calzado con sandalias aladas que evidentemente provenía de Grecia o de ninguna parte.
¡Conozco ese pie! Es la extremidad de Hermes, un Dios ágil, hábil, que arrastra la fama de ser protector del comercio y de toda clase de apropiación legítima o ilegítima. Es decir, ¡era protector de los ladrones! (De haber vivido entre nosotros, en lugar de Hermes se habría llamado Hugo, aunque Nicolás sigue siendo su primer nombre). Era hijo de Zeus y su orgulloso padre le confirió la tarea de ser heraldo suyo y de todos los dioses del infierno. Pero resultó ser mas astuto que el padre porque también se le consideraba Mensajero (lo que explica las sandalias con alas) y protector de los pastores. De allí que los primitivos cristianos adoptaran su figura para representar a Jesús, el Buen Pastor. Hermes se mantiene atareado porque además de ser mensajero es el encargado de conducir las almas al infierno. ¡Es eterno! Cambia de nombre y se desenvuelve a gusto en las civilizaciones que le ha tocado actuar y disfrutar. Se llamó Mercurio bajo el imperio romano. Fue rey de Egipto y se dijo de él que no solo había inventado las ciencias sino que encerraba profundos secretos en libros misteriosos.
Sin ser molestado en las fronteras recorre el mundo con la altivez de quien protege a los ladrones pero mostrando al mismo tiempo la humildad que alguna vez le hizo merecedor de ser el Buen Pastor. Por eso, impertérrito, entra y sale no de ninguna cueva húmeda ni de alguna precaria barraca sino de apetecibles mansiones y palacios de Gobierno. Ha estado acá en varias ocasiones mostrando un visado español que lo acreditaba como José Luis Zapatero.
Durante largo tiempo, en el Kremlin, se hizo pasar por el Padrecito Stalin cada vez que Pablo Neruda aplaudía al verlo asomarse al ventanal de la Zarina mientras mantenía oculto pero al acecho a un monstruoso Ego llamado Iosif Vissarianovich Djugashvili que envió a la muerte a millones de opositores políticos.
Sus alados impulsos le han permitido posarse en Caracas en los fragantes jardines de mandatarios poderosos y desde allí aplasta a las mariposas que somos porque nos negamos a aceptar y mucho menos a tolerar los narcóticos abusos de un socialismo delirante y delictivo.
Peter Farb el estudioso entomólogo norteamericano recuerda en su libro Los insectos el diálogo que sostienen Alicia y la Oruga en Alicia en el país de las maravillas. Alicia se queja a la Oruga de que está muy confundida con los cambios de tamaño que ha sufrido. A la Oruga no le parece que haya nada de sorprendente en todo ello. “Tal vez no lo hayas probado todavía”, responde Alicia, “pero cuando tengas que convertirte en crisálida -algún día seguramente tendrás que hacerlo- y luego en mariposa, creo que te sentirás un tanto rara, ¿no te parece?”.
“En absoluto”, contesta la Oruga.
“Tal vez nuestros sentimientos son distintos”, dice Alicia. “Lo único que yo sé es que para mí resultaría muy raro”.
“¡Tú!”, dice la Oruga con desprecio, “¿quién eres tú?”
La mente humana, afirma Farb, lleva mucho tiempo sin poder comprender el universo de los insectos: el huevo, la larva, la crisálida y los adultos alados que somos.
Vivimos mal, somos mariposas que mostramos los bellos y formidables diseños y colores que vamos agregando a nuestros pasos porque siendo humanos no revoloteamos sino que caminamos con torpeza. Pero los colores se integran a nuestra naturaleza y nos sentimos orgullosos de ser sensibles.
Somos más antiguos que el alado pie de los gnósticos, pero en complicidad con bolivarianos militares en deshonra Nicolás Hermes se las arregla para aplastarnos como lo que realmente es: ¡como el Ángel de la Muerte!
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