—¿Sentaría al régimen en el banquillo de su programa televisivo Se ha dicho?
—No uso la expresión régimen, sino gobierno. Un conciliador no puede ser parcial calificando a otro, y menos para tratar de resolver un conflicto. Sería un placer poder intervenir en que ambas partes en conflicto encontraran puntos de acuerdo.
—¿Y a la dirigencia opositora?
–En Se ha dicho, como en mi vida, caben todos aquellos que quieran trabajar por Venezuela; los unos y los otros.
—¿Un veredicto para cada uno de ellos?
—Respetarse, reconocerse, y aplicar en todos la resiliencia como herramienta para la reconstrucción de una Venezuela para todos.
—Y la población que elige –o no elige– a sus dirigentes, ¿tendría que ser interpelada?
—Cada ciudadano debe ser educado para que su capacidad de elegir su destino sea por convicción y razón, un ejercicio importante en el empoderamiento del derecho de elegir y de ser elegido.
—Directora nacional de prisiones del Ministerio de Justicia en 1997, a los 24 años de edad, ¿ya existían los pranes o venían en camino?
—Su semilla se llamaba barrio chino. En la medida en que la sociedad toma un camino de decadencia, inseguridad e impunidad, sus antivalores se exacerban en toda figura que ya existía.
—¿Tiene María Corina Machado más “testosterona” que muchos dirigentes?
—Pretender ser líder desde el feminismo o el machismo nunca ha sido una buena idea para Latinoamérica.
—Hija de inmigrantes españoles, ¿emigraría?
—Yo soy una inmigrante; a los 2 años me tocó venir a esta maravillosa tierra que en 44 años no he abandonado. Conozco, vivo, sé y siento lo que es ser una inmigrante, y tener una hija que ha emigrado. Jamás lo hemos visto desde la victimización, sino con la valentía del que toma una decisión de elegir un nuevo destino.
—¿Qué tiene de política?
—Con “p” pequeña, absolutamente nada. Con “P” mayúscula todo lo positivo que ella conlleva: hacer, proponer, crear, transformar, dedicar, ingeniar, gobernar, unir, mejorar, y todos los calificativos que en positivo pueda conllevar una visión de políticas públicas en beneficio colectivo.
—¿De monja?
—Mi absoluta fe en Dios, el poder de creer en la oración, en la justicia divina, y saber que los tiempos de Dios no son perfectos si no hay obras que empujen a la esperanza.
—¿Erótica?
—Hago del erotismo un arte en todos los ámbitos de la vida. Ser erótico es ser apasionado con amor en cada cosa que se hace. Tengo un lema: ponle pasión para que haya emoción.
—¿Baila?
—Hasta las propagandas. Y mando a bailar. Una de las experiencias más liberadoras del alma: bailar.
—¿Canta?
—Ni en la ducha. Mi característica más divertida es que no me sé ni una letra de una canción.
—¿Se ha lanzado vestida al agua?
—Lo peor que he hecho es lanzarme a una piscina sin agua.
—En su caso, cara seria…
—No tengo cara seria, soy absolutamente seria; no rígida, flexible, pero severamente humana. Y rochelera cuando se amerita. Una humana adaptada a cada reto que me toque.
—¿Una autocrítica al gremio de abogados?
—Muchos han hecho de la profesión un espacio para hacer dinero, no porque sea malo hacerlo sino que algunos en la búsqueda de ello se han volado los valores, los principios, la ética y sobre todo la justicia.
—¿Qué hace una jueza de paz en un país tan violento y anárquico?
—Precisamente eso: buscar la paz. Que los adversos, que los violentos, que los confrontados, que los opuestos entiendan que en cualquier tipo de conflicto puede haber un punto medio que para la Biblia es la virtud y para los hombres es la justicia.
—¿Garantiza la FANB la paz en el país?
—La paz de un país la deben fomentar, generar, mantener e impulsar sus ciudadanos. Cuando los ciudadanos delegan, o pierden su paz, estamos en un camino equivocado.
—¿A quién defiende el defensor?
—Un defensor debe defender al débil, a quien se confronta con el poder. Es el cargo más hermoso que tiene este país. El espacio donde se pueden lograr grandes cambios.
—¿Quién fiscaliza al fiscal?
—Según la Constitución, el Poder Judicial, que tiene en sus manos desde siempre la democracia de un país, la más grande responsabilidad del futuro.
—¿Es ciega o sorda la justicia en Venezuela?
—Con tal que no sea muda todo se puede recuperar.
—A pesar de estar simbolizada por una dama, ¿por qué la justicia es tan golpeada?
—No tiene que ver que sea o no una dama; está golpeada porque jamás se ha constituido en un valor del hogar, de la escuela o de la ciudadanía. Lo más lejano a un venezolano es su sentido y derecho de la justicia.
—¿Se ha sentido como esa dama?
—No, jamás. Yo no me dejo golpear. No me gustan las víctimas, por eso me alejo de serlo.
—¿Qué puede y qué no puede hacer el TSJ nombrado en el exterior?
—Absolutamente nada. Siento mucho que se trate de vender esperanzas con herramientas que generarán más frustraciones que beneficios. La estrategia política a veces es más ciega que la justicia,
—¿Qué pasaría en Venezuela si los poderes fuesen autónomos?
—Se llamaría paraíso, y sería el cielo. Nunca lo fue, y no lo será si los ciudadanos no luchamos por ello desde el concepto real de democracia, y no desde la ya agotadora confrontación sin solución.
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