La tragedia de Güiria se une a la larga cadena de desgracias que azota al país. Urge buscar soluciones reales y aplicables a la emergencia humanitaria compleja que impulsa a los venezolanos a escapar como sea del país.
Es propicia la ocasión para recordar que el estado Sucre siempre ha sido una de las regiones más deprimidas de Venezuela. Tuvo un impulso económico por allá en los años setenta – ochenta por la política de exención de impuestos a empresas afincadas en la zona y mejoras en infraestructura.
En Güiria funcionaba una planta de congelamiento de pescado que recogía el excedente de los pescadores y lo ponía en el mercado sin pérdida para ellos. En 2006 el chavismo la tomó, y con su “magia” revolucionaria no solo la desmanteló y vendió como chatarra, sino que prácticamente la dejó sin posibilidad de que vuelva a funcionar.
Una región llena de potencialidades, pero olvidada por las dificultades geográficas para la comunicación, en fin, el estado Sucre ha sido la cenicienta del país.
Desde Unidad Visión Venezuela siempre pensaremos en positivo, por ende, hay que enfocarse en el desarrollo que este gobierno –por ahora– truncó, para volver a tener esa Zona Industrial El Peñón, fábricas como Bacci, de cerámicas e instalaciones sanitarias, las empresas metalmecánicas, la ensambladora de Toyota, en fin, recuperar y promover un polo industrial que pueda surtir a todo el oriente de nuestra Venezuela.
Causa nostalgia recordar que una obra de más de 400 toneladas de acero, como los tubos de aspiración de Caruachi, las compuertas del aliviadero de Macagua se fabricaron en Cumaná. Debemos ir nuevamente a la reconquista de la Región Oriental, por la cual vuelvan a transitar todo tipo de bienes.
Reactivar ese plan que se construyó y venía funcionando en la mal llamada cuarta república, en el que también se encuentra Puerto Sucre –hoy llamado por la “revolución” Pescalba- que estacionaba la flota atunera más grande de Suramérica, y esos muelles secos que se construyeron para que las embarcaciones atuneras pudieran hacer allí el carenado de los buques, dándole empleo a un montón de gente.
Luego de una política de Estado que se encargó de perjudicar a los empresarios que invirtieron, el resultado real es una playa con cadáveres de personas que huyeron desesperadas buscando un alivio a la miseria.
Nadie huye de donde siente esperanzas. La tragedia de Güiria no es un hecho aislado. Sucede día a día de diferentes maneras. No siempre termina en la muerte física, sino en otros tipos de decesos. Los responsables no son sensibles a ello. No tienen esa capacidad. Y es que cuando se tienen los bolsillos llenos y la barriga llena, es difícil tener empatía por quienes sufren. Por ello, ninguno de los dos extremos se ocupa.
En resumen, la tragedia de un país cuyos ciudadanos prefieren enfrentar la muerte antes que continuar padeciendo la agonía cotidiana de una vida miserable y sin futuro. Lo ocurrido en Güiria nos rompe el alma. Dolor de país, naufragio de nación.
Lo sucedido en Güiria es clave asumirlo como una tragedia de los venezolanos quienes destruyeron este país y acabaron con los sueños de todos, son ellos los responsables. Los coterráneos de Güiria huían de ese horror llamado chavismo. No podemos permitir que esta situación se normalice en nuestro país.
Todo lo que ha venido pasando es el reflejo de una profunda crisis social, económica y política; por ende, debemos buscar soluciones reales para ayudar a la gente en su día a día, desde la autoridad más cercana: el alcalde, hasta el Ejecutivo Nacional.
Para finalizar, el estado Sucre debería ser declarado en emergencia nacional, una de las regiones con más potencial económico del país con pesca, turismo y gas; y que hoy se encuentra a merced de distintas bandas delincuenciales. Es hora de actuar con firmeza.
Urge que nuestra indignación se convierta en acción y promovamos un entendimiento nacional para evitar más sufrimientos. Ha llegado la hora de que la ciudadanía sea partícipe de la resolución del conflicto.
Debemos de unirnos todos, y entender que todos somos venezolanos, porque mientras el país siga dividido, será tarea imposible empujar el entendimiento nacional que necesitamos para sacar a nuestra Venezuela adelante.
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