Se podría afirmar que los primeros lineamientos oficiales del Estado venezolano en materia de danza escénica se concretaron con la creación de la Escuela de Arte Escénico y Danza en 1936 por parte del Ministerio de Educación de la época, dirigida por el escritor Diego Urbaneja Achelphol, con la coordinación del actor Eduardo Calcaño, y también con la conformación, dos años después, de la Oficina de Propaganda y Cultura Obrera del Ministerio del Trabajo, bajo la dirección del poeta y abogado Manuel Rodríguez Cárdenas.
Esta última iniciativa dio comienzo al desarrollo de programas institucionales socioculturales especialmente dirigidos a la utilización creativa del tiempo libre de los trabajadores, que incluían actividades de teatro, literatura, música, canto y también danza popular, decretando como una de sus más importantes iniciativas el Día Teatral para Obreros. Sus acciones, de notable repercusión comunitaria, disfrutaron de destacable estabilidad institucional, no obstante los progresivos cambios políticos que se suscitarían en el tiempo.
A su vez, en la apertura de la Escuela de Formación Artística en 1950 por parte de la nueva Dirección de Cultura del Ministerio del Trabajo, igualmente bajo la gestión de Rodríguez Cárdenas, pueden encontrarse los antecedentes más inmediatos del Retablo de Maravillas, proyecto sociocultural de notable impacto y significación durante esa década, que incorporó decididamente a la danza popular dentro de sus proyectos.
Los amplios alcances del Retablo fueron exaltados de esta manera en 1956 en un impreso institucional
“El nombre Retablo de Maravillas, que se deriva de una obra del ilustre escritor español Miguel de Cervantes Saavedra, era al principio un rótulo con que se distinguía uno de los teatros ambulantes del Ministerio del Trabajo de Venezuela. El pueblo, sin embargo, lo hizo suyo muy pronto y pasó a designar con él todos los conjuntos artísticos de obreros que actuaban con gran éxito en las plazas, los estadios y los teatros de pueblos y ciudades. Hoy, cubre una vasta organización de coreógrafos, bailarines, actores, técnicos diversos, escenógrafos, compositores, artistas, profesores y estudiantes, que produce todo cuanto requiere su actividad y que está destinada a la cultura y recreación de las masas mediante la difusión del arte (…) El Retablo utiliza como plataforma de su difusión artística el rico, alegre y brillante folklore venezolano. Pero no se detiene allí, sino que extiende sus interpretaciones a todas las expresiones folklóricas de América y España e invade el terreno de la interpretación balletística, basándose en hermosas tradiciones venezolanas y latinoamericanas. Por tal motivo, sus ballets constituyen una forma nueva de este arte, llenos de fuerza, de cálido lirismo y de imponente colorido”
El Retablo de Maravillas debutó el 12 de marzo de 1952 con un espectáculo presentado en la Plaza Aérea de El Silencio ante un público multitudinario. Manuel Rodríguez Cárdenas, su director, rememoró este acontecimiento en la publicación El Retablo de Maravillas y Danzas Venezuela (1981, Presidencia de la República).
“En el testero se leían estas palabras: ´Retablo de Maravillas´ y debajo una aclaratoria: ´Teatro Ambulante´. La razón era simple: para nosotros el título correspondía al escenario, nada más. Conforme a la costumbre de ponerle nombre a los teatritos ambulantes, extrajimos de la obra de Cervantes el nombre de su entremés. Nada más. Pero la gente se emocionó. Y por una de esas reacciones imprevistas, trasladó el nombre del tablado a la obra. Retablo de Maravillas pasó a llamarse, pues, y para siempre, la obra más radiante que ha salido al encuentro del pueblo en nombre del arte. La gente sorprendida y llena de afecto, la gente humilde, le decía simplemente: ´Las maravillas´. Y tenía razón.
Las agrupaciones Danzas Expresivas, Danzas Cerro del Ávila y Conjunto de Danzas Tierra Firme, pertenecientes al Retablo, estimularon la creatividad colectiva y proyectaron dinámicamente las expresiones genuinas del país. De allí emergería la figura fundamental de Yolanda Moreno –formada esencialmente dentro de su disciplina por José Reyna, Margarita Jonis, Cecilia López y luego por Joaquín Pérez Fernández y Antonio Guerra–, quien con el tiempo sería llamada “la bailarina del pueblo”.
Rodríguez Cárdenas ofreció un perfil de la carismática intérprete:
“Yolanda bailaba y todo se convertía en ritmo, en música, en movimiento. Era la danza misma. Hoy es la primera figura del país, su mejor coreógrafa, mujer de profunda versación en la materia que maneja, creadora infatigable que esculpe en un segundo con sus bellísimos pies el más dulce poema, a base de los antiguos recuerdos del pueblo. Haberla formado a ella, solamente, coloca en sitio de honor al Retablo de Maravillas”.
El Retablo de Maravillas a través de sus agrupaciones de danza logró conformar un amplio repertorio coreográfico, que lo caracterizó institucional y artísticamente. Las obras Tamanaco (Reyna) sobre el legendario cacique de los Mariches y El bastón de colorín (Ballón Farfán), recreación de una leyenda inca, entre muchas otras producciones, ejemplifican la concepción ideológica y estética que sobre lo popular escénico promovía en este tiempo el Estado venezolano.
Los muy amplios alcances del Retablo en el imaginario colectivo de su época, lo llevaron a inaugurar la novedosa televisión en Venezuela y a proyectar la diversidad de su mensaje cultural por toda Venezuela y hacerlo conocido también en el exterior. La caída de Pérez Jiménez trajo el final de las actividades de la institución y su conversión en Danzas Venezuela durante el período de la junta provisional de gobierno.
En 1965, a partir de la creación del Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes, Inciba, Yolanda Moreno y Manuel Rodríguez Cárdenas asumieron el nuevo proyecto de Danzas Venezuela orientándolo hacia los ideales primigenios del Retablo de Maravillas, que, en realidad, nunca habían abandonado.
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