Hubo un tiempo en el que el joven Shia LaBeouf soñaba con trabajar con Steven Spielberg. Un pasado no tan lejano en el que el actor conocido por su papel en la saga de Transformers tenía un entusiasmo enorme por el cine y su historia y no veía la hora de formar parte de ella. Era apenas un adolescente, pero ya tenía años de experiencia en la TV, en donde había debutado con doce años en pequeños papeles que fueron creciendo a medida que los productores se daban cuenta de su talento hasta que consiguió un papel protagónico en la serie de Disney Channel Even Stevens.
En el transcurso de veinte años aquella estrella precoz a la que Hollywood celebraba aun antes de que cumpliera la mayoría de edad viró en artista torturado y alcohólico con más de un problema con la ley y, desde la semana pasada, en el hombre denunciado por FKA Twigs, su exnovia, por maltratos físicos y psicológicos. Si durante años las noticias sobre el temperamento irascible y las excentricidades del actor -en 2014 caminó por la alfombra roja del festival de Berlín con una bolsa de papel cubriendo su cara en la que se podía leer «ya no soy famoso»-, lo señalaban como una de las tantas víctimas del estrellato infantil, las revelaciones de la cantante británica pintan un cuadro más siniestro. Según su relato, la combinación de enfermedades mentales, drogas y fama resultaron en una persona violenta y peligrosa para sí mismo y los demás.
Ya no resultaría tan fácil entonces, especialmente después de lo que publicó el viernes el diario New York Times: la cantante relató sus tormentos junto al actor, disculpar sus problemas citando ese pasado en el que fue un chico que obligaron a crecer de golpe, a vivir en un mundo de adultos aun antes de cumplir los 15 años y cuyo estado mental se debía a una combinación de exceso de trabajo y escasa supervisión familiar.
En los últimos años, sus múltiples arrestos por disturbios y violencia callejera, sus veleidades de artista integral y performático no alcanzaban para quitarle brillo a sus actuaciones tanto en películas de gran presupuesto como la saga de Transformers como en proyectos de corte más independiente como el filme Borg-McEnroe: la película, en donde interpretó con notable intensidad a John McEnroe.
Hasta hace poco su carrera parecía resistir los embates de su vida personal: directores como Lars Van Trier, Oliver Stone y Andrea Arnold lo contrataron en sus proyectos. Aun cuando sabían de sus adicciones y del pasado traumático que incluía una relación tormentosa con su padre, un payaso con serios problemas con las drogas que se había aprovechado del talento de su hijo desde temprana edad. Para muchos, el hecho de que LaBeouf fuera tan abierto para hablar de sus problemas y que hasta decidiera relatarlos en una película autobiográfica, Honey Boy, en la que interpretó a su propio padre, disculpaba muchas de sus actitudes públicas. La catarsis en pantalla grande le dio, hasta la reciente denuncia, muchas más oportunidades de trabajo y redención de lo imaginable fuera de la industria del cine.
Aquel chico que cumplió el sueño de trabajar con Spielberg cuando fue uno de los protagonistas de Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, ahora es un hombre de 34 años al que sus acciones empujaron al abismo. Aunque, porque Hollywood es Hollywood, al mismo tiempo que se conocen sus maltratos y abusos, también forma parte de las charlas sobre los próximos premios Oscar gracias a su participación en Pieces of a Woman, el filme protagonizado por Vanessa Kirby que se estrenará próximamente en Netflix.
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