Al venezolano no le deja de ser cierto. Puede evidenciarlo, el régimen de predominio militar encuadrado en una ambición de poder totalitaria. Poseído de una dirección poliburguesa, conformada sin pizca de sospecha por familiares y amigos del déspota. Donde el pueblo no es más que un elemento de ilustración, una entelequia sin participación en el campo de la convivencia ciudadana, en razón de que sin apego a la Constitución carece de auxilios económicos, sanitarios y educacionales en virtud de la inexistencia de la participación ciudadana, por lo que hasta ahora no le ha quedado otra suerte que la de “rumiar” su miseria en “los estercoleros” que conforman los basureros del Aseo Urbano.
El presidente abusa del uso de las cadenas de radio y televisión en sus largas e indebidas peroraciones con culto, adoración y amor excesivo de él mismo (egolatría), extensivo de manera proselitista a su cónyuge e hijo, ambos postulados a cargos de elección popular. Sin escrúpulos denigra e injuria al adversario político y con índice acusador señala a los que deben ser sometidos a presidio (increíble pero cierto). A la vez que elude la responsabilidad penal, civil y administrativa en que constantemente viene incurriendo, preceptuado en la Constitución (art. 25), al no estimar ni haber puesto en práctica, ni él ni sus ministros, la escogencia de personal idóneo para que el Estado durante su mandato legítimo, que hubo de cumplir, recaudara los recursos financieros que fuere menester para satisfacer las reivindicaciones sociales y las ciudadanas. La negativa del que ha abusado del mando al igual que sus ministros a presentar memorias y rendir cuentas, se convierte en costumbre inveterada. Se ignora el porqué del quiebre de Pdvsa, de la industria del hierro, del aluminio, de nuestra agricultura, lo que nos impide liberarnos de la economía de puerto. Todo lo cual ha carecido de una investigación que nos lleve a imputar responsabilidades, como anular todos aquellos actos administrativos contrarios la Constitución.
¿Cuáles son las razones para que Maduro cuente con un rechazo superior al 80% de la inmensa mayoría opositora? Qué para la detentación del poder se valga de los recursos del Estado. Como de funcionarios militares no idóneos. Que dada su condición de servicio activo no los destituye; al contrario, los rota sin consulta. Participa con estos en ejercicios circenses, con esmerado y repetido alarde a su respaldo monolítico, aludiendo en los desfiles del Ejército la existencia de una extraordinaria dotación bélica para hacer frente a las tropas imperialistas. Los que a su vez gritan a todo pulmón: así queda reseñado, fidelidad hasta la muerte con la nefasta revolución.
Llevamos muchos años soportando un régimen. Sin escrúpulos para la actuación arbitraria y excluyente a favor de un grupo reducido de los suyos; como también acreedor de indulgencias para la impunidad propia de las dictaduras abolidas en Latinoamérica. Por “mabita” sobrevenida: quien hoy ocupa “de facto” el solio presidencial –sin sospecha de apreciación– huelga afirmarlo, no reúne las condiciones para detentar el poder. Ha venido irrespetando la obligación de la “responsabilidad”, lo que a decir del ilustre luchador democrático, quien profesor universitario Jóvito Villalba, copio: “Es un principio según el cual el que gobierna debe tener sus actos en todo momento sometidos a magistrados diferentes a aquellos con los cuales gobierna”. “La responsabilidad es la única verdad que hace efectiva la moral política, la pureza fiscal y en general todas las realizaciones de progreso en el orden social; en el orden económico y político”. “El principio de la incompatibilidad”, dice el maestro, “lo encontré en unas constituciones de las provincias de Barcelona y Mérida del año 1811. La incompatibilidad constituye en estos momentos un paso que está planteado históricamente en el desarrollo dialéctico de nuestra democracia”.
Que Nicolás Maduro entienda y respete lo que es de orden constitucional y cumpla con la responsabilidad de ejercicio previsto en el cardinal constitucional, es más que imposible. Sus “ansias de poder” lo ha hecho autoritariamente un dictador charlatán “decimonónico y bárbaro”. Permea todos los órganos del Poder Público. Los acapara. Los estructura y designa a su manera. Su incontrolable ambición de poder carece de límites.
El próximo 6 de diciembre habrá elecciones parlamentarias para la escogencia de los diputados que conformarán el poder unicameral de la AN, sometida sus condiciones de realización a todas y cada una de la maniobras del régimen, para liquidar al único órgano del Poder Público que en forma autónoma nos ha servido de coyuntura para el fin de restaurar las instituciones, celebrar elecciones libres que permita la elección presidencial sin contaminación de maniobras.
Las elecciones parlamentarias tienen como vocero primordial a Nicolás Maduro, un presidente no legítimo, autoproclamada por una ANC espuria y un CNE infestado de corrupción, en un proceso electoral inconstitucional, lo que se llevó a cabo después de su fracasado intento por instaurar un parlamento distinto a la AN que hoy le impide actuar. Maduro promueve leyes habilitantes. Lo favorece el TSJ, que legisla a su antojo. Carece de impedimento dirimente. Tiene bajo su disposición los órganos que integran el Poder Público nacional. Nicolás Maduro ha elegido un CNE nombrado por el TSJ, que le es obediente e integrado por dirigentes del PSUV. También ha hecho valer a una supuesta oposición. Fabricada, enlatada y manejada por él. Producen declaraciones de diversa índole. Todas confabuladas en lo mismo, lo cual no es otra que la “patraña”, que la búsqueda de su reconocimiento, convocar a al gran pacto, lo cual no es práctica novedosa. Venezuela continúa con una situación de miseria y mengua, que nos lleva a estar hartos de dictadura.
La convocación pautada para el 6 de diciembre constituye uno de los fraudes electorales más repudiados por el pueblo, pretende ser una maniobra para asegurar la perpetuación de Maduro, bajo la pantomima de un “repele” de diputados conversos de nuevo cuño, que a fuerza de dadivas, con uso de los recursos del Estado.se convierten en chavistas. Se trata de un fraude. Se producirá una gran abstención. La crisis se agravará y el reclamo de un “nuevo gobierno ya” se convertirá en consigna que promoverá la unificación de las masas.
El que suscribe ha sido por razones doctrinarias ferviente defensor del sufragio. En una de mis intervenciones en la Cámara de Diputados, incorporado en la discusión de la Ley de Reforma Universitaria, instrumento no muy del agrado del presidente Caldera, hube de expresar que para que el presidente de la República cumpla con su responsabilidad en el ejercicio de sus funciones tiene que tener responsabilidad, rendir cuentas de gestión al examen del Congreso (para la época bicameral) .Y sobre las elecciones, tanto para escogencia del presidente como de los diputados a los cuerpos deliberantes, deben ser decidida en comicios limpios, puros y democráticos, y las decisiones parlamentarias deben ser orientadas con un limpio y claro propósito independiente. No puede el que detenta el poder alzarse contra la independencia de los poderes, conformar grupos de fuerza para usurpar el poder. Todas estas razones me llevan por convicción doctrinaria habidas las circunstancias explanadas a condenar el fraude que fragua el régimen; a la vez, manifestar mi propósito de no concurrir a unas elecciones infestadas de fraude.
Todas estas razones me llevan por convicción doctrinaria a no votar.
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