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Una historia mal contada: Por qué la saga Fantastic Beasts and Where to Find Them dejó de interesar al público

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Con una segunda parte que decepcionó en taquilla y crítica, las venideras secuelas de la franquicia Fantastic Beasts deben, además, enfrentar el hecho de perder a Johnny Depp como uno de sus atractivos principales, lo que supone un golpe considerable para la consistencia de la saga. Pero no es el único problema que atraviesa la historia de la accidentada pentalogía, llena de escándalos y obstáculos creativos.

Cuando Fantastic Beasts and Where to Find Them de David Yates se estrenó en 2016, todo parecía indicar que el mundo imaginado por J. K. Rowling regresaba con un nuevo impulso. La autora –ahora guionista y productora– parecía dispuesta a conquistar un público más adulto y mucho más amplio del que hasta entonces había logrado la franquicia Harry Potter, de por sí considerada una de las más exitosas del cine. Pero, aunque la película de David Yates cosechó buenas críticas y obtuvo un apoyo favorable de los fanáticos, hubo algunas preguntas sobre los errores de continuidad y sin duda, la poca profundidad de una historia que no tenía mucho que ofrecer, más allá del despliegue de una extraordinaria fauna mágica.

Basada en la adaptación del libro del mismo nombre de 2001, que Rowling escribió en medio de una campaña benéfica, la película era una combinación de trozos no demasiado claros de una mitología más amplia y la historia del personaje Newt Scamander, el supuesto escritor del volumen original, que, en el universo mágico, forma parte de los textos académicos de los alumnos del colegio Hogwarts. Con una audacia sorprendente, la escritora decidió tomar una premisa casi inexistente para crear un filme que debía abrir la puerta hacia un recorrido distinto por el mundo mágico, además de establecer una mirada renovada a la franquicia relacionada con su obra, que de forma inevitable había perdido su frescura a medida que el tiempo erosionó sus principales temas.

La combinación resultó divertida, fresca y conmovedora, aunque hubo algunos comentarios sobre que Rowling carecía de verdadera habilidad como guionista. El guion –lleno de baches y algunas incongruencias– no convenció demasiado a la pléyade de fanáticos adultos de la franquicia Potter ni tampoco, brindó demasiado brillo a la nueva historia. No obstante, fue un éxito de taquilla –o recaudó lo suficiente para asegurarse una secuela– y el estudio anunció que se contemplaba la idea de que la historia sería de hecho algo más que una narración basada en Newt Scamander, interpretado para la ocasión por el actor ganador del Oscar Eddie Redmayne. El anunció tomó por sorpresa al mundo del espectáculo y algunos medios especializados apuntaron en la fragilidad de un guion simple para sostener semejante ambición.

Para la llegada de la segunda película Fantastic Beasts: The Crimes of Grindelwald (2018) y el anuncio oficial de una pentalogía, ya una buena cantidad de medios especializados comenzaron a hacerse preguntas más o menos preocupadas sobre el futuro de una historia que de origen era una curiosidad en medio de un universo mucho mayor y más complejo. Continuación inmediata del argumento anterior, fue evidente que los problemas de guion y solidez de la narración continuaban, ahora acentuados por un notorio descuido sobre una mitología cada vez más amplia que se anunciaba sin profundizar demasiado.

Hubo especiales señalamientos acerca del caótico guion  – firmado de nuevo por la misma Rowling–, los errores evidentes en líneas de tiempo e incluso, la edad de personajes clásicos de la saga – con una Minerva McGonagall en un escenario que la ubicaba dos o tres décadas antes de su nacimiento –,  además de las contradicciones en el comportamiento de los más recientes, como la decisión de Queenie (uno de los personajes favoritos de la primera entrega) de apoyar a un supremacista Grindelwald, a pesar de su amor por un hombre muggle. La película obtuvo críticas feroces, un considerable bajón en taquilla y el estudio comenzó a hacerse preguntas sobre cómo lograr que lo que parecía un proyecto en riesgo, pudiera avanzar más allá del punto del debate público sobre la mera posibilidad de su existencia.

A lo anterior habría que añadir la caída en desgracia de Johnny Depp, luego de un controvertido juicio de divorcio en que su ex mujer, la actriz Amber Heard, le acusó de maltrato doméstico. Heard no fue capaz de demostrar las acusaciones en corte, pero en el escándalo fue lo suficientemente resonante como para que hubiese una considera presión sobre el estudio para evitar que Depp encarnara uno de los principales personajes de la saga. El golpe mediático, unido a todas las situaciones que la película llevaba a cuestas, convirtieron al futuro en incierto y lo que es aún más preocupante, en medio de un escenario en que la industria no está dispuesta a correr riesgos.

Escándalo, visibilidad mediática y una historia de desencuentros 

A principios del año pasado, Warner tomó medidas en un intento de salvar la franquicia e incrementar el interés en sus futuras secuelas. Añadió a Steve Kloves al grupo de guionistas, anunció un aplazamiento considerable en las fechas de estreno y además, que “revisaría” varios de los puntos más polémicos, en lo que sin duda es una estrategia que busca reconstruir el interés del público alrededor del conjunto de historias, relacionadas con la figura de un villano carismático y un mundo mágico muy distinto al que se mostró en la saga Harry Potter.

Todo lo anterior sucedía antes del parón obligado de la industria debido a la emergencia sanitaria del coronavirus y sus inmediatas consecuencias, que incluye por supuesto, una nueva política de los estudios sobre los riesgos financieros y de cualquier otra índole que pueden tomar a lo que parece será un mediano plazo lleno de obstáculos para el desarrollo de proyectos de envergadura.

A pesar de la estrategia de Warner, Fantastic Beast se encontró con varios obstáculos inesperados en su intento de llevar adelante la producción. Para mayo de 2020 y en medio de los primeros aplazamientos de fechas y proyectos que provocó la cuarentena mundial, la saga se encontraba quizás en su peor momento. Atravesaba un muy público escándalo alrededor de Johnny Depp y el impacto de una serie de controversiales comentarios de la propia J. K. Rowling en redes sociales, lo que provocó que la presión sobre la producción aumentara tanto como para convertirse en un tema de discusión público.

La posible continuidad de Fantastic Beast parecía en suspenso: se trataba de un proyecto inconcluso que atravesaba problemas de estructura y, además, estaba rodeado de todo tipo de tipo publicidad adversa. Los rumores sobre disputas entre Rowling y el estudio por el argumento de las futuras películas, las protestas de los fanáticos para que Johnny Depp abandonara su papel e incluso, las discusiones sobre la larga espera para una venidera tercera película, convirtieron la franquicia inconclusa en la pesadilla de cualquier estudio.

Al final y luego de que Johnny Depp renunciara al papel, una nueva fecha de producción fuera anunciada y la presencia de Rowling en redes se redujera al mínimo, todo el interés de Warner se enfocó en asegurar que al menos la tercera película sería filmada, una promesa a medias que no garantiza el resto de las cintas ni mucho menos que la franquicia sea todo lo monumental que se anunció en primer lugar. Pero, a pesar de las buenas intenciones del estudio, el verdadero problema sigue allí: la mitología que sostiene la pentalogía es excesivamente amplia para un conjunto de películas que no analiza del todo el trasfondo del que parecía provenir. Además, se enfrenta al hecho de que la franquicia necesita un nuevo público, no solo los tradicionales seguidores de Harry Potter, lo que pone al futuro de Fantastic Beast en una incómoda encrucijada.

Problemas por doquier 

Para comenzar, J. K. Rowling ha tenido un controvertido papel en el tibio recibimiento de las nuevas historias sobre sus personajes. Luego de ser por años una de las autoras más queridas y respetadas en redes sociales, la escritora ha venido enfrentándose a una serie de polémicas de considerable envergadura luego de apoyar comentarios y discusiones públicas de la más variada índole: 30 de julio de 2016 se estrenó en Londres Harry Potter and the Cursed Child, una continuación inmediata a la historia central que, además, se añadiría al canon literario. En ella, el guion escrito por la propia Rowling junto con Jack Thorne y John Tiffany, contaba la vida de un Harry Potter adulto y todo lo que ocurría con su hijo. La vuelta de tuerca de la historia fue recibida con entusiasmo, a no ser por un detalle: Noma Dumezweni, la actriz escogida para encarnar a la Hermione adulta en la producción, era una mujer afroinglesa.

Algunos fanáticos se sorprendieron por la selección, mientras otros se preguntaron en voz alta si era necesario cambiar el origen étnico de Hermione de una manera tan drástica. La discusión sobre la raza de Hermione se volvió un singular debate público, que puso de relieve el intento de Rowling por hacer inclusiva su saga literaria a destiempo y luego de años de su conclusión. Ya unos años antes, la revelación de la orientación sexual de Albus Dumbledore había causado sensación, aunque terminó por convertirse en un detalle menor que jamás se incluyó de forma esencial en el canon. Algunos fanáticos criticaron que Rowling utilizara información semejante sin tener la intención de profundizar, una crítica que se repitió luego de que la escritora insistiera en que jamás había dicho explícitamente cuál era el color de piel de Hermione.

A medida que la discusión se hizo más agria, fue evidente que Rowling no las tenía todas consigo para enmendar de manera tardía la falta de inclusión en la historia. No solo fue considerado innecesario sino, además, irrespetuoso, el modo en que Rowling comenzó a mencionar detalles sobre sus personajes que hasta entonces habían sido desconocidos o que no correspondían con la historia original. Desde alumnos judíos, hasta la insistencia en un romance juvenil de Dumbledore con Grindelwald, la polémica se hizo cada vez más incómoda, en especial cuando parecía evidente que la discusión no incluía el canon cinematográfico y mucho menos futuros libros. La pregunta que el universo fanático alrededor de la saga se hizo fue qué tan necesario era una enmienda a destiempo, que nadie había pedido y que, además, no tenía otro objetivo que complacer a la sensibilidad pública contemporánea.

Todo lo anterior, mientras la primera película de Fantastic Beast comenzaba su producción y llegaba a la pantalla grande. El mundo mágico adulto de Rowling sorprendió, pero también su incapacidad para narrar con la misma agilidad e ingenio de sus libros la versión cinematográfica de una obra nacida de una curiosidad librera sin argumento formal. La película era más una gran colección de nuevos escenarios que una historia en sí misma, de modo que cuando se confirmó que era la primera parte de una pentalogía, la noticia provocó un considerable desconcierto.

Para la segunda película ya la producción se enfrentaba al hecho básico de que la revisión del universo de Rowling era torpe y con una buena cantidad de puntos en blanco: desde la negativa de la producción de mostrar la orientación sexual de Dumbledore, las nuevas conexiones familiares y políticas en una mitología torpe que abarcaba de manera inesperada nuevos personajes e incluso, un guiño a magia indígena norteamericana, que indignó a los nativos por su falta de rigurosidad y estereotipos banales, todo lo que rodeaba a la película parecía impregnado de un escándalo inevitable. Además, el filme era en todo sentido una historia de transición, un puente hacia los planes de un Grindelwald cada vez más poderoso y manipulador, a través de un mundo mágico roto por la presión insistente de la supremacía de razas.

Pero lo más preocupante fue constatar que la secuela no seguía la línea de la primera película, lo que terminó por desvirtuar el sentido de una producción creada para narrar la mitología del universo mágico desde lugares por completo nuevos. El interés en el comportamiento de Grindelwald, en contraposición al de un joven Albus Dumbledore (Jude Law), convirtieron al argumento en una serie de preguntas sin responder, vinculadas entre sí por una serie de secretos mal presentados y carentes de la suficiente profundidad para resultar creíbles. Credence Barebone (Ezra Miller) resultó ser el hermano perdido de Albus, Aurelius Dumbledore, lo que centró la película en un cambio de canon de Harry Potter que desvirtuó el sentido de la primera película – y la convirtió en innecesaria –  además de enfocar toda la atención en Grindelwald y Dumbledore, dejando a un lado a Newt Scamander y su cualidad como personaje capaz de mostrar toda una óptica por completo nueva de un mundo mucho más amplio. Este cambio, en un esfuerzo por producir más secuelas y convertir la franquicia en un universo propio con conexiones a la saga Harry Potter, es el que terminó por socavar la noción de la historia como una entidad independiente y hacerla algo más aleatorio y desordenado.

Fantastic Beast se precipitó a un universo más grande y perdió su enfoque, y la saga ahora es más una historia de Grindelwald / Dumbledore que una sobre Newt Scamander y criaturas mágicas, como fue la primera. Si bien no es demasiado tarde para que la producción haga cambio de planes, la saga está atravesando diferentes problemas detrás de escena, por lo que su futuro ahora no está claro y parece destinado a, quizás, un inesperado fracaso. ¿Podrá remontar la tercera película de la saga los problemas de los anteriores filmes? Habrá que esperar al menos un par de años para saberlo.

 

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