Este escrito va dedicado a los presos políticos que esperan justicia y mientras esa plegaria se cumple, por lo menos, deben contar con el mensaje solidario de los venezolanos que debemos apreciar y valorar sus sacrificios. Lo lógico sería que a diario, cada vez que podamos empuñar un lápiz para escribir un artículo u ocupar una tribuna en un foro o hablarle a la gente a través de las redes sociales, hagamos referencia a las víctimas de la represión política en Venezuela.
Decirle al mundo que los policías metropolitanos que evitaron más muertes el día 11 de abril de 2002, en medio de aquella triste masacre de El Silencio en Caracas, Marco Hurtado, Héctor Rovain, Aruba Pérez, Luis Molina y Erasmo Bolívar, llevan más de 16 años presos, están encerrados en las cárceles del país por órdenes, primero de Chávez y siguen secuestrados por instrucciones de Nicolás Maduro. Funcionarios que padecen un viacrucis junto a sus familiares, especialmente sus hijos, que han crecido lejos del calor de sus padres, padeciendo diariamente el castigo injusto de no tenerlo en casa como lo que corresponde a cada familia.
Todo porque un régimen que controla los tribunales de justicia usa a los policías metropolitanos como “cabezas de turco”. Para nada sirvieron las pruebas presentadas por los representantes del Foro Penal Venezolano, ninguna atención prestaron «los jueces de la revolución” a los alegatos probatorios de la inocencia de esos funcionarios que cargan una pesada cruz sin haber cometido delito alguno.
Hay que contarle al mundo que los hermanos Guevara continúan encerrados ya por más de 16 años, acusados de cometer un crimen sin que existan pruebas que demuestren su culpabilidad. Otoniel Guevara Pérez, un comisario con una carrera reconocida en los cuerpos de seguridad del Estado, con cursos de especialización en Canadá, Estados Unidos y Japón, hoy sufre el peso de una condena de 27 años de prisión acusado de ser autor del asesinato del fiscal Danilo Anderson. Junto con su hermano Rolando Guevara y su primo Juan Guevara, están secuestrados desde el pasado 23 de noviembre del año 2004, fueron torturados sin que ninguna instancia gubernamental responda por esos tratos crueles. Lo cierto es que no hay pruebas que sirvan para sustentar esa acusación que fue desmontada por Giovani Vásquez de Armas, el llamado “testigo estrella” que presentó a la opinión pública el ex fiscal Isaías Rodríguez. Luego ocurrió que «el testigo estrella» afirmó que “el juicio contra los hermanos Guevara era un montaje del fiscal Rodríguez”.
La lista es larga, incluyendo nombres tanto de civiles como de militares como el capitán Caguaripano, sobreviviente a las más horribles torturas, como las que desafortunadamente le cegaron la vida al capitán Rafael Acosta Arévalo. militares humillados y ultrajados en los calabozos de las cárceles que habilitaron Chávez y Maduro, en las que se ven a oficiales como el general Baduel y sus hijos, el coronel Miguel Castillo Cedeño, el general Miguel Sisco Mora, José Gregorio Valladares, coronel Oswaldo Hernández, Andrés Thomson, coronel José Gregorio Delgado, capitán Neri Córdova, teniente coronel Ruperto Sánchez, María Auxiliadora Delgado, capitán de navío Luis De La Sota, y civiles como el joven Dixon Jiménez que acumula más de tres años preso en Ramo Verde. Y desde hace una semana están secuestrados los dirigentes petroleros Guillermo Zárraga y Eudis Girot, mientras que Hugo Marino sigue desaparecido.
Por ellos, debemos hacer escuchar nuestras protestas, conscientes como estamos de que todo será por lo más importante: la libertad definitiva de Venezuela.
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