El viernes pasado Nicolás Maduro, en una de sus intervenciones ante sus candidatos a la AN, nuevamente me insultó, me ofendió, instigó al odio. Flanqueado por dos de sus más conspicuos colaboradores, Jorge Rodríguez y Cilia Flores, utilizó todo su poder de presidente para arremeter en mi contra.
No tengo otra defensa que mis palabras, mis escritos, mi trayectoria al lado de Chávez como ministro de Petróleo, por más de 12 años.
Chávez fue quien me otorgó responsabilidades, quien me acompañó y respaldó siempre en mi gestión al frente de tan importantes responsabilidades. Nunca lo defraudé, él nunca lo manifestó así. Al contrario, me otorgó importantes y distintas responsabilidades en el gobierno; juntos, en innumerables batallas, hicimos cosas muy importantes a favor del pueblo, de nuestra soberanía económica y logramos la Plena Soberanía Petrolera.
No deja de sorprender cómo Maduro pretende desconocer todo esto y cambiar la historia. No deja de preocupar cómo este presidente se descompone, cómo pierde el control tan fácilmente y cómo brota de sus palabras y amenazas la esencia de lo que ha sido su conducta al frente de sus responsabilidades: agresivo, violento, malandro. Capaz de ordenar detenciones arbitrarias, ensañamiento y dar instrucciones a sus cuerpos de seguridad, a su fiscal y a sus jueces, de que actúen al margen de la ley y la Constitución.
La instigación al odio y la persecución en mi contra está documentada ante la Oficina de la Alta Comisionada de los Derechos Humanos de la ONU. Hago responsable a Nicolás Maduro de todo el daño y perjuicio en mi contra.
Me acusa Maduro, una vez más, sin presentar siquiera una prueba, de todo lo que se le ocurre, todo el vómito de su odio. En el país del miedo y de los dirigentes políticos cobardes, de las detenciones arbitrarias y violaciones de los derechos humanos como política de Estado, de la persecución y la ausencia de derechos, este discurso no solo es una clara y desproporcionada incitación al odio, sino que trata de justificar cualquier agresión en mi contra. Es una violación de todos mis derechos: presunción de inocencia, nombre y reputación, derecho a la defensa. Es muy grave. Habló el dictador, habló Nicolás de la corrupción, cuando su gobierno y sus más cercanos, su círculo íntimo, incluidos su propio hijo, sus “agentes” y los funcionarios de su más cercano entorno, no solo están involucrados en todo tipo de tropelías y actos de corrupción, sino que dos de ellos están presos y condenados en un tribunal de Nueva York por narcotráfico.
Acusa y ofende Nicolás sin tener una sola prueba en mi contra, mientras en tribunales de Florida avanzan casos con acusaciones y pruebas de corrupción de sus hijastros, de Erik Malpica y su empresario estrella, y no lo digo yo, lo dicen los involucrados que, uno tras otro, han decidido colaborar con las autoridades.
En Cabo Verde está preso Alex Saab, en proceso de extradición a Estados Unidos. Este señor, tu “agente”, como lo has confesado, aportará innumerables pruebas en relación con todos los hechos irregulares que TÚ has cometido desde la presidencia del gobierno. Por su parte, el general Manuel Cristopher Figuera, exjefe del Sebin, ha declarado innumerables veces sobre la asqueante corrupción del gobierno y sobre las pruebas que posee de los actos de corrupción del entorno familiar de Nicolás Maduro y de otros jerarcas del gobierno.
¿Entonces, Nicolás?, si quieres que hablemos de corrupción, vamos a hacerlo de manera abierta. Te reto. Yo puedo ir adonde quieras, menos a mi país por tu ensañamiento y persecución, no tengo juicios pendientes, ni órdenes de captura, mi cabeza no tiene precio como la tuya. Tú estás en carteles, con tu foto, donde se ofrecen millones de dólares por tu captura, yo no. Tienes el triste mérito de ser el único presidente de Venezuela acusado internacionalmente. Tú NO puedes poner un pie fuera del país, estás señalado no solo de corrupción, sino de narcotráfico y perpetrador de crímenes de lesa humanidad. Yo, más temprano que tarde, volveré a mi país liberado de ti, y entonces, restituido el Estado de Derecho, bajo el imperio de la ley, aportaré las pruebas y testimonios de tus crímenes y actos de corrupción, de cómo recibiste dinero de los brasileños y de otros empresarios, que hoy te acompañan cobrando la cuenta, de cómo manejaste los recursos que se te otorgaron y cómo abusaste de tu condición de canciller para hacer tus propias operaciones. Yo sí tengo pruebas, tú no.
En su arenga de odio y entre los aplausos nerviosos de los que asisten a la hoguera, habla Maduro de la historia y se pretende erigir como el conductor y referencia moral de la revolución bolivariana. No Nicolás, tú eres un accidente, tú sabes cómo fue, cómo engañaron a un Chávez enfermo, cómo lo manipularon. Yo lo sé, no me lo contó nadie, yo estaba allí, por eso me quieres borrar de la historia de Chávez, pero no puedes.
Llegaste a esa posición de extraordinaria responsabilidad; y, entre tu incapacidad, temores e intereses, decidiste arremeter contra Chávez y su legado. Contra los ministros de Chávez. Los únicos que te hicimos frente: Giordani, Rodríguez Torres y yo, hemos sido víctimas de tu vendetta. El primero, execrado; el segundo, enterrado en vida; y, yo, exiliado, perseguido y expuesto a tus ofensas y arrebatos de odio. Pero la verdad es inmensa, inocultable. Acabaste con Pdvsa, con la economía del país, con el resto de las empresas del Estado, con las instituciones, con las garantías sociales. Acabaste con nuestro ambiente, entregaste el Esequibo, has hipotecado el futuro de la patria. Asesinas y encarcelas como un dictador cualquiera, 5 millones de venezolanos tuvieron que salir de la patria por tu culpa.
En fin, digas lo que digas, busca las excusas que quieras, pero destrozaste al país y serás recordado por las generaciones presentes y futuras como el peor presidente de nuestra historia. Hablas de la historia, desde el pedestal que has usurpado. Pero para todo el país está claro, más allá de Twitter y tus programas de odio, que más nunca tendremos a alguien como tú de presidente. Mataste el sueño, traicionaste a Chávez, te burlas del pueblo empobrecido, hundiste al país, la patria de Bolívar, que hoy rematas y entregas al mejor postor. NO puedes ver a nadie de frente, mas nunca podrás caminar sin escoltas, ni sin miedo. Tu poder efímero y sangriento terminará, tendrás que rendir cuentas a la justicia, a la historia y al pueblo.
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