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Después del 6D

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campaña electoral

EFE/ Miguel Gutiérrez

Está bien que un sector opositor llame a votar. Lo malo es que afirme, con toda seguridad y sin ninguna reserva, que el voto es la único camino para salir de Maduro y ataque acerbamente a la oposición partidaria de la abstención, sin tocar un pelo del régimen madurista que durante cinco años ha pateado a la Constitución y violentado, precisamente, el derecho al voto. Pareciera que la lucha de ese sector no fuera con Maduro sino con el resto de la oposición. Los abstencionistas tenemos un compromiso de lealtad con la Asamblea Nacional legítima que preside Juan Guaidó y con los países de América y de Europa que en solidaridad con nuestra lucha han desconocido la legitimidad de Maduro y de las elecciones programadas para el 6D. La abstención también es un arma de lucha de la democracia.

Si el voto fuera la única vía para salir de Maduro hace tiempo nos hubiéramos librado de él. A comienzos de 2016 la oposición acababa de ganar la Asamblea Nacional con las dos terceras partes de los diputados y le correspondía conforme a la Constitución activar el referéndum revocatorio del mandato presidencial. Con ese recurso legal hubiéramos destituido a Maduro hace cinco años y hubiéramos avanzado mucho en la recuperación del país. Pero el régimen totalitario anuló el poder del voto inhabilitando a la Asamblea Nacional, impidiendo el referéndum revocatorio y sofocando a sangre y fuego las protestas de la oposición, con saldo de muchos muertos y heridos cuyos victimarios nunca fueron detenidos y enjuiciados.

En pro de la unidad opositora dejemos de lado este tema y presumamos la buena fe que quienes van a votar el 6D confiados en que el régimen en esta oportunidad se comportará de forma correcta y legal, sometido como está a una fuerte presión internacional. Sería justo reconocer que ese posible estado de ablandamiento del régimen es producto de la lucha tenaz de quienes hemos denunciamos sus atropellos y utilizado la abstención en los procesos electorales fraudulentos de 2017 y 2018. La denuncia y la abstención conquistaron la solidaridad de las naciones democracias del mundo y ello cambió, aunque muchos no lo hayan percibido, la naturaleza de la lucha opositora, colocando al régimen por primera vez en una posición defensiva y comprometida.  Los partidarios del voto deberían agradecer este fruto, o por lo menos atenuar sus críticas contra el sector abstencionista que lo logró. Una vez superada la coyuntura del 6D y cumplidos los compromisos de lealtad y de decoro implicados en la acción abstencionista, podremos estudiar todos juntos las nuevas alternativas y concebir un plan de acción nacional para cambiar definitivamente el rumbo del país.

Tengamos muy en cuenta el escenario que se nos presentará inmediatamente después del 6D. A finales de 2021 (dentro de un año) vendrán las elecciones de Alcaldes y Gobernadores y un mes después, en enero de 2022, Maduro cumplirá la mitad de su ilegítimo período presidencial y podrá ser removido con el referéndum revocatorio. ¿Estaremos preparados para ello? ¿Habremos superado nuestras diferencias? ¿Podremos lograr en cuestión de meses una unidad nacional opositora similar a la de 2015, que tan buenos resultados nos dio?

Si se demuestra que después del 6D el régimen sigue siendo el mismo, que no ha cambiado en nada y que todo ha sido un nuevo engaño, ¿qué haremos? ¿Seguiremos sosteniendo que el voto es la única opción o buscaremos otras salidas? ¿Cuáles serían éstas? Tengamos en cuenta que el valor del voto solo se da en democracia. Sin ella es como el pez fuera del agua. La oposición en su conjunto, sin exclusiones de ninguna clase, tiene que plantearse, inmediatamente después del 6D, todas estas interrogantes.

Es absolutamente cieto que la oposición unida, curtida con la experiencia de estos cinco años de atropellos y engañifas, puede enfrentar con éxito los eventos que se avecinan, remover a Maduro y sacar al país del desastre en que se encuentra. Si no somos capaces de forjar la unidad y marchar todos juntos al combate, no merecemos seguir interviniendo para nada en los asuntos políticos de este país. Marchémonos al exilio y dejemos que otros se encarguen del país. Seamos honestos con nosotros mismos y con el pueblo venezolano.

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