La Iglesia consagra el día de hoy a Santa Cecilia, noble romana muerta en defensa de sus creencias, incluida en el Martyrologium Hieronymianum (Martirologio de San Jerónimo), y a quien atribuyen afinado oído, porque en pinturas de los siglos XV y XVI se la ve tañendo el arpa y el laúd o tecleando un órgano: a tal iconografía responde quizás su patronato de la música y de los músicos. En otras circunstancias, este domingo sería jornada rumbera, pero el distanciamiento social y la epiléptica cuarentena roja imponen recogimiento. Asimismo, un 22 de noviembre, mas en 1952, se inauguró en Caracas la Televisora Nacional de Venezuela, canal 5; once años más tarde (1963), en Dallas, Texas, fue asesinado el 35° presidente de Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy, y todavía se cifran en millones los insatisfechos con la verdad oficial contenida en el informe de la comisión creada por Lyndon B. Johnson y presidida por el entonces presidente de la suprema corte, Eral Warren, con la misión de investigar el magnicidio (The President’s Commission on the Assassination of President Kennedy). Así son las cosas en los United States: siembra dudas y cosecharás teorías de la conspiración. Como la del presunto robo de las pasadas votaciones, bulo plantado en los surcos del Deep South por el peor perdedor en los anales electorales de la democracia norteamericana, vivo retrato de un niño malcriado desprovisto de mascarilla.
Harto de la coviditis y el electotrumpismo, negativo o positivo, lo mismo da, y cansado de predicar en el desierto, proponiendo un gobierno colegiado y unitario de transición, y sacándole el culantro al ineludible y crónico malestar nacional, me dediqué a hojear —mera curiosidad— las páginas del Diccionario de uso del español de María Moliner y di, ¡vaya casualidad!, con la entrada correspondiente a la palabra retrato. De acuerdo con su primera acepción, se trata de «la representación de una persona real hecha en dibujo, pintura, escultura o fotografía»; un segundo significado postula la descripción exacta, física o moral de alguien o de algo. El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) es más generoso en definiciones y nos brinda conceptos afines a las artes y oficios retratistas, aunque sin diferencias sustantivas o de fondo con la lexicógrafa zaragozana. El vocablo en cuestión es usualmente aplicado a reseñas orales o escritas de personajes, locaciones, paisajes y situaciones verdaderas o ficticias. Dos o tres semanas atrás, el periodista uruguayo Danilo Arbilla, en su columna sabatina de El Nacional, nos suministró, en una docena de líneas, un pasmoso y fiel retrato escrito de la crisis venezolana. Lo reproducimos: «En el segundo país con mayores reservas de petróleo del mundo, solo queda gasolina para unos 15 días; en los hospitales las carencias son totales; en 5 meses hubo 85.000 apagones (hay incluso un Comité de Afectados por Apagones que reclama luz y energía y pide indemnización por pérdida de sus electrodomésticos a causa de los cortes); para diciembre se anuncia el cierre de 40.000 comercios; según el Observatorio sobre alimentación 80% de los venezolanos este año comió menos que en 2019, y además desaparecen periodistas o los acusan de conspiradores. Otra: el dólar paralelo se ubica por encima de los 500.000 bolívares y el salario mínimo es de 400.000 bolívares, a los que sumados otros 400.000 (bono extra para alimentos) da un salario equivalente a un dólar con 80 centavos por mes». ¡Mejor, imposible!
Otro retrato, más bien una radiografía crítica debida a la pluma del prestigioso y muy de moda filósofo italiano Giorgio Agamben (¿En qué punto estamos? La Epidemia como política, 2020), pone de bulto las desproporciones de las normas coercitivas y las limitaciones a la libertad impuestas por los frenéticas, irracionales e injustificadas medidas inherentes a la pandemia, las cuales, a su entender, están erosionando el Estado de Derecho y la democracia. Su análisis, claro, se centra en un país liberal, el suyo; no obstante, es pertinente preguntarse: ¿cómo nos afecta a los venezolanos la merma de prerrogativas ciudadanas concomitante al madurato, al ser potenciada por el control económico, político y social practicado con la peste como coartada? La pregunta no es retórica, mas dejo la respuesta a discreción del paciente lector y paso a revisar de manera sucinta lo atinente a la imagen.
El retrato pictórico puso a prueba el talento y habilidad de los artistas del Renacimiento. Salvo Miguel Ángel, casi todos los grandes maestros —Leonardo, Tiziano, Botticelli, Rafael, Piero della Francesca, Antonello de Messina— legaron a la posteridad notables retratos como la Mona Lisa de Da Vinci; sin embargo, mucho antes del esplendoroso interregno entre el Medioevo y la Modernidad, se cultivó ese sui géneris modo de representación fisonómica. Investigadores y estudiosos de sus orígenes y evolución, ubican su aparición en el siglo V a. C., en monedas con el rostro de algunos reyes persas. Tal uso numismático se expandió a partir de la muerte de Alejando Magno y experimentó un desarrollo considerable en la Roma de los césares. En la Edad Media persistió la costumbre de grabar efigies en el anverso de las monedas, e información relativa a su valor y acuñación en el reverso, De allí la más sencilla de las apuestas: cara o sello. Y de allí las tramposas piezas de dos caras y el consabido dicho dos caras de la misma moneda. De él nos valemos para continuar atizando la hoguera de las divagaciones.
Mientras el decoro y la sensatez recomiendan desmarcarse de un proceso obstinadamente y a todas luces conducido a barnizar con una mano de apariencia democrática a un gobierno deslegitimado de origen y ejercicio —a través de una asamblea incondicional, mucho se abusa y poco se arriesga—, el primer vicepresidente del PSUV, considerado el número dos del cogollo dictatorial, amenaza con «buscar casa por casa a los votantes del 6 de diciembre», y un pescador de aguas revueltas justifica y celebra su concurrencia, en calidad de candidato de una organización de maletín, al amañado proceso de renovación parlamentaria, festejando una eventual participación del 45% del padrón electoral en la estafa comicial. El capitán capilar, al ordenar a sus «hermanos y hermanas, jefes de calle, jefas de calle, jefes y jefas de comunidades, jefes y jefas de las unidades de batalla Bolívar-Chávez (sic)» una movilización compulsiva con la intención manifiesta de naricear al ciudadano hasta los centros de votación, bajo quién sabe cuántas y cuáles ofertas e intimidaciones, transforma el sufragio en obligación, violando un derecho subordinado al libre albedrío y a la voluntad del individuo. Leocenis García, adversario de utilería —rima casual e involuntaria—, quien, en una oportunidad, para curarse en salud y enlodar a la disidencia auténtica, metió en un mismo saco a justos y pecadores al admitir haber aceptado financiaciones no muy sanctas —como el resto de la oposición he recibido recursos de empresarios vinculados a Maduro, afirmó, palabras más, palabras menos, al PanAm Post el 29 de julio de 2020— supedita a sus agallas y mezquinos cálculos los intereses nacionales, llevándose en los cachos de la descalificación a la consulta popular, a Juan Guaidó y hasta a la inmarcesible, pasteurizada e incorruptible Machado. Sin duda, el bellaco cebolla y el exsacristán del padre Palmar son dos caras de una misma y falsa moneda.
No puedo despachar esta descarga sin mencionar el retrato robot o hablado. Se trata de una herramienta utilizada en la investigación policial para identificar a criminales, a partir de datos, impresiones y recuerdos aportados por testigos. Una variante de esa técnica forense fue utilizada por el omnisapiente comandante superstar, quien mojoneó a los «expertos» por él contratados a fin no de «descubrir el verdadero rostro de Simón Bolívar», sino de forjar similitudes con sus zambas facciones y su piel amulatada. La falsificación del físico del Libertador, para convertir al fracasado golpista del 4 de febrero de 1992 en su alter ego, nos remite a la Unión Soviética, donde la censura estalinista pervirtió el acervo gráfico de la revolución, expurgando de fotografías y películas a los caídos en desgracia, Trotsky y Bujarin a la cabeza. O a la Cuba castrista. Allí se modificó un retrato en familia con Fidel para excluir a Carlos Franki. Y a esta dizque bolivariana república venían famosos y no tan famosos a retratarse con Chávez. Al zarcillo le sacan el cuerpo. Pero los magos del montaje hacen milagros e incurren en la adulteración, no suprimiendo elementos, sino añadiéndolos. No nos sorprendamos entonces si llegamos a ver una instantánea de Maduro con Joe Biden o Donald Trump, bajo la mirada cómplice de un sonriente Vladimir Putin. ¿Imposible? Nada es imposible en la dimensión del Photoshop y los efectos especiales (FX).
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