Con este escrito continuamos en lo que hemos llamado Un Mundo de Aldeas para referirnos a la transmigración que, desde la ciudad, saturada y globalizada, el hombre hará hacia aldeas durante los próximos 50 años.
Pachamama es la naturaleza, la madre naturaleza para buena parte de los pueblos andinos.
Negar o ignorar pueden ser acciones o actitudes. En muchas culturas y tiempos la naturaleza ha sido deificada, una manera que ni niega ni ignora. Se la aproxima dejando diferentes distancias que van desde el todo inasible hasta la figuración que reclama o admite diálogos e intercambios, muchas veces útiles, en solicitudes de ayuda o compañía.
Por esas complicadas rutas se han movido la fe y las creencias.
Una manera de negar es mirar hacia otro lado, tratar de ignorar. Esa tal vez fue la pretensión mayor de la modernidad. Buscar en la razón otra deidad que, en símbolos, palabras y rituales, matara angustias y dudas. Una pretensión de ignorancia que tuvo –y aún tiene– duros costos. Un culto a la razón y con ella a la ciencia, a la industria y al mercado que le dio así la espalda, de negación o ignorancia, a la naturaleza.
No es posible ignorar los alcances y beneficios que la ciudad ha traído a la gente. Por ellos, su atractivo: una constante migración que los busca.
Esos caminos de la ciencia con frecuencia pasaron por el fuego y la muerte, pero ahora esos caminos occidentalizados están globalizados y su mejor expresión son las ciudades. Crecen en unos números y tamaños que desafían lo posible.
Hoy es necesario establecer un valor ético ahora disminuido: Continuidad con la naturaleza, una suerte de armisticio necesario ante los destrozos que el humano, apresado en la razón, le hace a su entorno: contaminación, calentamiento, cambio climático.
La contaminación
La ciudad moderna ha crecido apresada en lo que fueron sus determinantes. Pero ahora los daños son tan evidentes y amenazadores que se evidencian en la vida diaria: el aire, la temperatura, el ruido, los desechos sólidos, las emisiones de automóviles y transportes y en todo el uso y producción de la energía de origen fósil. Un extenso listado que ha terminado por presionar a muchos gobiernos y e instituciones a crear normas y acuerdos para establecer controles.
El calentamiento global y el cambio climático
No es posible discernir con precisión cuando el calentamiento y el cambio climático tienen cursos totalmente diferentes. Se habla de calentamiento antropogénico, cuando las acciones de los humanos contaminan la atmósfera causando un efecto invernadero, se agregan a las de origen geológico, al cambio climático que podría estar vinculado a tiempos o períodos de la tierra y sus movimientos, que a su vez se expresan en la temperatura global, el derretimiento de los hielos polares y glaciares y el incremento de los niveles y volúmenes de las aguas marinas. A lo anterior se agregan más recientes estudios que incluyen, entre las causas de esos incrementos en el nivel de los mares, el agua procedente de la tierra firme en sistemas de manejo de aguas y regadío.
Esas investigaciones y estudios muestran un cuadro trágico que se presentaría en las próximas décadas, al punto de hacer lista de las primeras ciudades que serían inundadas y propuestas para su protección o retiro de las zonas de peligro.
Las aldeas
Hablamos de transmigraciones de las ciudades hacia aldeas, las cuales agregarían, a sus múltiples ventajas, la posibilidad de ubicarse en zonas altas a las que no llegarían las aguas marinas.
Los cambios y adecuaciones necesarias para reducir la contaminación y adaptarse a las exigencias climáticas, es complejo y difícil para realizarlas en las ciudades. A ellas concurren obras y edificaciones, intereses financieros, políticos y, sobre todo usos y valores. Convivir en y con la ciudad ha reclamado aprendizajes y represión: una subcultura urbana globalizada. Eso está en una crisis que hará que la ciudad pierda sus atractivos o que vivir en ellas resulte muy difícil y costoso.
Toda esa crisis, que ya asoma síntomas, creara la posibilidad o necesidad de transmigrar. Como antes ya hemos escrito, la población mundial seguirá creciendo hasta alcanzar y estabilizarse dentro de 50 años en unos 10.000 millones de habitantes, una condición que permitirá y obligará esa transmigración y la formación de aldeas en las que se cultive, como valores y competencias, la teledirección, administración y producción agrícola e industrial, apoyada con robots y autómatas y en continuidad con la naturaleza.
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