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Varados en Argentina: venezolanos desesperados piden volver al país

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«Soñábamos con volver los dos, pero mi marido no soportó y murió», confiesa una venezolana de 57 años de edad que el 3 de noviembre perdió a su esposo esperando poder regresar a casa. En esta condición están 150 venezolanos varados que tienen comprados vuelos de regreso desde Argentina, muchos se quedaron sin trabajo por la pandemia y luchan para que el régimen de Nicolás Maduro autorice un vuelo humanitario que los regrese.

«Queremos ejercer nuestros derechos: estamos varados, compramos nuestros boletos y tenemos nuestras casas», afirma otra integrante del grupo.

Nadie quiere dar nombre y apellido. «Tenemos miedo a que la Cancillería nos haga alguna represalia por hablar con la prensa», dice una de las referentes del grupo Venezolanos Varados en Argentina.

Muchos están en CABA, algunos en el conurbano y los demás, por el resto de de Argentina, se comunican a través de un grupo de WhatsApp.

La mayoría fueron para ver a parientes y luego aprovecharon la estadía para hacer turismo hasta que llegó la cuarentena.

Algunos, debido a la crisis económica argentina, decidieron regresar porque las empresas donde estaban trabajando cerraron.

Venezuela desde mediados de marzo cerró sus fronteras aéreas.«Hace ocho meses que tenemos las maletas hechas, no podemos vivir así», sostienen. La usurpación de sus casas es un miedo latente.

Situación crítica

La situación es crítica. El grupo se sostiene anímicamente por mensajes y por la caridad de «paisas» y familiares, algunos —los privilegiados— han podido conseguir trabajo en empresas de delivery para poder comer. 

Se trata en todos los casos de personas formadas o jubiladas. En estos meses los grupos familiares han tenido que pasar momentos trágicos.

Dos adultos mayores fallecieron. Ninguno por covid. «Mi esposo era hipertenso, y se deprimió mucho los últimos días», confiesa su esposa. Llegaron el 4 de marzo, y tenían pasaje de regreso para el 20 de abril. Jamás pudieron regresar.

«Mi hija pagó con mucho sacrificio los boletos», afirma. «Quiero regresar a Venezuela con las cenizas de mi esposo, su último deseo fue volver a su patria», sostiene. Una iglesia vecina aceptó recibir la urna, en sacra custodia. «Nadie nos escucha, nos han olvidado», lamenta.

El grupo al principio de la cuarentena estaba conformado por 300 personas. «Nos dimos cuenta de que estábamos todos mezclados», afirman.

La mayoría había comprado sus pasajes de ida y regreso con la aerolínea Estelar Latinoamericana (son 70), los demás, con otras aerolíneas.

Cuando Venezuela decidió cerrar sus fronteras aéreas, dejó de volar. Aunque todo en el país es cuestionado.

Desde marzo aterrizaron en Ezeiza tres vuelos catalogados como «humanitarios», aunque de esa categoría no tuvieron nada. Los hizo Estelar y fueron en junio, octubre y noviembre.

Los vuelos de Maduro

Promocionados por el régimen de Maduro como vuelos que venían a repatriar a los ciudadanos varados, para acceder a un asiento Estelar pedía un pago extra de entre 300 a 750 dólares (el costo de un pasaje, dependiendo la categoría), más tasa de salida de 70 dólares. «De humanitarios no tuvieron nada», afirman en el grupo. «Nosotros tenemos nuestros boletos de regreso, ¿por qué pagarlos de nuevo?», cuestionan.

«La ayuda humanitaria» de Venezuela no termina ahí. A todo aquel que podía pagar estos valores se les exigía un análisis de PCR que tenían que hacerse 48 horas antes de subir al avión.

Los valores oscilan entre 49,79 a 87,12 dólares. Una vez en suelo venezolano, debían hacerse otro, y luego ir a un hotel por 15 días. «No hay hoteles estatales en la lista que da el gobierno, solo privados», confirman.

El costo de la noche en ellos varía de acuerdo con la disponibilidad del momento desde 30 a 100 dólares. «Todo eso debemos pagarlos nosotros. ¿Cómo, después de estar varados sin trabajar podemos tener ese dinero?», se pregunta otra de las referentes del grupo. «Imploramos que llegue un vuelo verdaderamente humanitario, o que Estelar nos regrese a nuestras casas: ya pagamos los pasajes de regreso», sostiene.

Estelar es inflexible en su respuesta y propuesta. Afirma que recién podrá regresar al país en febrero y marzo de 2021. «Es inhumano que nos tengan un año, ¿de qué vamos a vivir?», ruega otra integrante del grupo. Muchos no tienen la suerte de tener espacio en alguna habitación o casa familiar. Tenemos paisas que están en la calle o en iglesias», afirma la administradora del grupo de WhatsApp.

Cuarentena difícil

La cuarentena para los varados fue difícil. No fueron tomados en cuenta por nadie. La embajada venezolana en Buenos Aires no los atiende de forma presencial. Solo por correo.

«Muchos de los vuelos que llegaron fueron para llevar a personal y a familiares de la embajada», dice una de las varadas. La aerolínea se apega al discurso de Maduro.

«Sin embargo hicieron tres vuelos y Caracas recibe aviones de países amigos», sostiene. México, República Dominicana, Panamá, Turquía e Irán tienen permiso para aterrizar. Argentina quedó excluida.

«Comparto habitación con mi hija, que vive en un departamento con estudiantes», cuenta una mujer que tenía pasaje de regreso para el 25 de marzo. «La economía aquí está muy difícil», dice. Trajo un presupuesto para dos meses. «A mi padre lo botaron y la empresa donde yo trabajaba cerró», explica una de las varadas que vive en Neuquén. Decidieron regresar, compraron un boleto para marzo. Tampoco pudieron tomar los vuelos «humanitarios». «Tuve que comenzar a limpiar casas», afirma. «Sé que Venezuela está muy mal, pero Argentina se ha vuelto un país muy costoso», agrega.

Dicen que la realidad económica de Argentina tiene similitudes con respecto a la venezolana.

«Allí todos los alimentos están dolarizados, son muy pocos los que pueden comprarlos», reconoce una miembro del grupo, aunque encuentra diferencias. «Todavía ustedes pueden hablar, allí ningún medio puede hacerse eco de nuestra situación».

El régimen de Maduro tiene pleno control de los medios de comunicación. «Quien habla mal del gobierno lo persiguen o encarcelan», advierte. «Nuestros mejores periodistas han tenido que irse a Colombia o Miami».

«Cuando la persona que me trajo hasta mi casa se enteró de que iba a hablar con ustedes, me pidió que no diera detalles», afirma una jubilada de 67 años de edad. «Tenemos mucho miedo, hay torturas en las cárceles, mucha represión en la calle», sostiene desde la propia Venezuela. Tenía pasaje de regreso con Estelar, pero logró juntar dinero y pagarse un nuevo aéreo. Voló hasta Boa Vista, Brasil, y desde allí siguió por tierra. «Brasil es un descontrol: nadie tiene tapabocas ni se cuidan», describe.

Venezuela tiene sus fronteras por tierra abiertas, con muchos controles militares. Llegó hasta un lugar conocido como La Línea, del lado brasileño es Pacaraima, y del lado venezolano está la localidad de Santa Elena. «Ni siquiera circulan bolívares soberanos, solo aceptan reales», cuenta.

Con su análisis de PCR negativo (lo hizo en Buenos Aires) tuvo que hacerse otro (a cargo del Ejército). «Hasta que no está el resultado, nos llevan a un campo, al aire libre. La gente llega a dormir en la intemperie». Si el resultado es positivo, aquel que ingresa debe quedarse 15 días en carpas en un campamento. Si es negativo, un camión del Ejército conduce a la gente hasta alguna ciudad o paraje cercano a su domicilio. «Un familiar me vino a buscar», reconoce.

Los datos de Venezuela impactan. «Todo está dolarizado menos los salarios», reconoce. Un dólar cotiza a más de 700.000 bolívares soberanos. El salario mínimo es de 1,2 millones de bolívares. Un kilo de pollo tiene un valor de 2 millones de bolívares. Un kilo de carne, 3,2 millones. El kilo de arroz, 1 millón, y el azúcar, 520.000. «No hay gasolina en las estaciones, solo en el mercado negro». Un litro tiene un costo inalcanzable: 5 millones. «Todo esto es precio de hoy, mañana sube», advierte. «Sé que estamos mal, estoy en contra del régimen, pero es mi país», concluye.

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