El escritor venezolano Alberto Barrera Tyszka es frecuente colaborador del New York Times. En su último artículo, Rambo Trump y la fanaticada venezolana, critica a quienes esperaban una salida exprés para Venezuela, con desembarco de marines y una probable invasión. “Los venezolanos ya deberíamos estar inmunizados ante las promesas mágicas, como la fantasía de que Donald Trump era el único líder que podía regresar la democracia a Venezuela”, señala.
“Su derrota electoral representa también el final de la ilusión de que había una salida instantánea al chavismo”, agrega.
Barrera Tyszka afirma que hay un grupo de venezolanos, algunos con sonora presencia en las redes sociales, “que tiene la fantasía de que Donald Trump es, realmente, el único presidente estadounidense que ha hecho algo por el regreso de la democracia a Venezuela”.
Indica que, en el actual contexto electoral norteamericano, opinan y se comportan “como si Joe Biden fuera el hijo perdido de una perversa relación incestuosa entre Hugo Chávez y Fidel Castro; como si Trump fuera una nueva versión de Rambo III, la única garantía de salvación que nos queda: rápido y furioso, él solito puede liberar a la patria de Bolívar”.
Trump y Chávez
Para Barrera Tyszka uno de los elementos más interesantes de todo ese proceso “es comprobar cómo algunos venezolanos de oposición han establecido con Donald Trump la misma devoción ciega que otros venezolanos establecieron con Hugo Chávez en la esquina contraria de un supuesto antagonismo político”.
Dice que las categorías de derecha o izquierda son inútiles a la hora de analizar este tipo de lazos. “La emoción sustituye a la ideología. Y no cualquier emoción. Se requiere algo más que un ánimo contenido. Es una concepción que supone que la política es o debe ser un exceso sentimental. Una devoción ciega pero muy vociferante, donde el furor religioso pesa más que los argumentos”, advierte.
“Este tipo de vínculo entre un líder y sus seguidores ‒continúa‒ más allá de cualquier doctrina. Apela a consignas simples como ‘ser rico es malo’ o ‘ser socialista es malo’. No importa que digan lo contrario: funcionan como sentencias movilizadoras, agitan los miedos, promueven los resentimientos. Ofrecen la ilusión de un argumento cuando, en realidad, expulsan el discernimiento del ámbito político. Son relaciones que viven, precisamente, gracias a eso: a la ausencia de racionalidad”.
El escritor afirma que Trump y Chávez comparten características esenciales: como líderes mediáticos, ambos tienen un enorme talento publicitario. Como gerentes de mercadeo de sí mismos, ambos no tienen ningún tipo de escrúpulo. Son capaces de hacer cualquier cosa para ganar, para no perder.
“La ideología solo es una estrategia de ventas que, en estos años, además, ha demostrado una eficacia letal. Basta ver la manera en que los venezolanos seguidores de Trump descalifican a cualquiera que piense distinto, para reconocer de inmediato el mismo tono, el mismo tipo de trato despreciativo con que Chávez y los chavistas empezaron un nuevo proceso de exclusión política en Venezuela. El término ‘progre’ ahora funciona como antes, para el chavismo, funcionaba el término ‘escuálido’. En las redes, su simple mención sirve para desacreditar y anular cualquier idea o postura diferente a la propia”, manifiesta.
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La ficción de Trump
El escritor explica que la ficción de que solo Trump ha enfrentado radicalmente al chavismo se nutre de varias fuentes distintas: “Una viene por supuesto del propio relato de Trump, capaz decir lo que sea, capaz de acusar a cualquiera de comunista para sembrar pánico mientras mantiene relaciones con Rusia y con China. Es un vendedor nato. Se presenta como Rambo, pero, en rigor, más que una amenaza real parece un juego de seducción”.
La otra fuente, añade, viene del gobierno anterior, del aparente descuido de Barack Obama ante lo que sucedía en la región, de su postura frente al bloqueo en Cuba (que flexibilizó hacia el final de su gestión) y su histórica visita a La Habana.
“La realidad, como siempre, es más compleja”, advierte Barrera Tyszka.
“Cuatro años después, el liderazgo opositor está diezmado y es casi invisible, la población se encuentra desmovilizada, controlada por el Estado mediante la pobreza y el chavismo no muestra ningún indicador de resquebrajamiento. Por el contrario: cada vez ejerce la violencia con mayor impunidad y, a partir de su control mediático, fortalece e impone la narrativa que afirma que toda la crisis económica y que todos los problemas del país tienen su causa en el bloqueo. Aunque en varias ocasiones, desde Washington se afirmó que ‘todas las opciones están sobre la mesa’, aludiendo obviamente a una alternativa militar, el personaje de Rambo Trump nunca llegó a las costas de Venezuela. Las sanciones tampoco han logrado la esperada ‘implosión interna’ del chavismo. Ahora, cualquiera de los escenarios de posibles soluciones al conflicto está más lejos”, afirmó.
“El final del ciclo de Trump representa también el final de una quimera para un sector de quienes adversan al chavismo: se acaba la ilusión de que hay una salida exprés, un instantáneo desembarco de marines, una probable invasión bajo pedido. Los venezolanos ya deberíamos ser expertos y estar inmunizados ante las promesas mágicas, ante el encantamiento farsante de los Chávez y de los Trump que siempre tratan de convertir la historia de todos en su espectáculo privado”, concluyó.
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