En el título I de nuestra Constitución, dedicado a sus Principios Fundamentales, el artículo 2 explica:
“Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, la democracia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y, en general la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político”.
Sin embargo, cuando examinamos en profundidad los diversos aspectos que contiene la declaración citada, nos encontramos en el detalle de la vida cotidiana actual, extraordinarias ausencias muy presentes en el universo de los ciudadanos no dolarizados, que constituyen más de 90% de nuestra población.
Los venezolanos que apenas sobrevivimos con los bolívares exhaustivamente devaluados, producto de las políticas económicas y sociales miserables que conducen los chicos del PSUV que dirige Nicolás Maduro, además de los compatriotas que por millones han sido expulsados de nuestro país como consecuencia del empobrecimiento y la represión.
Recientemente participé en Maracay en un foro dedicado a explicar el derecho que los venezolanos tenemos a consumir gratuitamente agua potable, subrayando la importancia que tiene que el consumo sea auténtico, tanto en su calidad como en su cantidad, por lo que surgió entonces el debate en torno a la muy discutible eficiencia en el suministro del líquido que recibimos a través del servicio público e incluso del privado.
Me permití entonces al intervenir en el intercambio, enfatizar en la trascendencia del problema, sobre el cual he afirmado en múltiples ocasiones a través de los numerosos foros organizados por Agua sin Fronteras y el Vicerrectorado Académico de la Universidad de Carabobo, y realizados durante la última década en la región aragüeña, que la discusión en torno al consumo ciudadano del agua potable implica un poderoso y muy justo reclamo al derecho a la vida de nuestras comunidades.
Y utilizando mis conocimientos fisiológicos y en particular su aplicación en la comprensión de la estructura humana, les recordé a los invitados presentes en la reunión que el agua constituye 66% de nuestro organismo, por lo que podemos afirmar que es su principal alimento, sin el cual no sobrevivimos más allá de 48 a 72 horas, razón por la que cualquier desorden orgánico humano que nos deshidrate es una urgencia médica, porque nos coloca en el umbral de la muerte.
Creo que todos sabemos, porque la vida nos lo ha enseñado, que los alimentos son el soporte principal de nuestra existencia, y en ese paquete es necesario colocar el agua, con todas sus exigencias de calidad y de cantidad, demanda consciente que debemos asumir en primera persona, porque es un apoyo fundamental para nuestra vida y cuya defensa nos impone confrontar el gobierno que no asume sus deberes en la materia.
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