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Izquierdas y derechas

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Es fácil: si nos colocamos de frente mirando al Ávila, la montaña que protege a Caracas de cualquier enojo del mar, veremos el Norte; lo que significa que a nuestra derecha se encuentra el este, a la izquierda el oeste y a nuestra espalda el sur. Es difícil perderse en Caracas con ese norte tan escandalosamente ostensible. Nos perdemos, pero de mil otras maneras: políticas, sociales o de dudosos comportamientos. Además, el Ávila es sagrado porque cambia de color gracias al sol y a una gramínea que crece en sus faldas y vertientes.

Le hablamos al norte con respeto porque desde el momento en que la memoria se hizo presente siempre ha sido morada de los dioses y es por eso que los antiguos adivinos miraban hacia el sur y al darse vuelta era como si se colocaran en el norte, es decir, le daban la espalda y asumían una perspectiva propicia y harto favorable para otear el futuro.

El este, desde luego, siempre gozará el privilegio de ver de nuevo al sol cada vez que renace de su eterna, reiterada y fingida muerte en el oeste del mundo obligado a cumplir su nocturno y mítico viaje por los océanos del tiempo. Nace a nuestra derecha y muere a la izquierda. Visto así, orientarnos hacia la izquierda es como si nos preparáramos para morir; y, contrariamente, renaceríamos de manera constante y permanente si nos orientáramos hacia la derecha, es decir, hacia donde nace diariamente el sol que nos ilumina.

En el Viejo Testamento, los condenados en el Juicio Final se dirigen hacia la izquierda que es el camino del Infierno porque a la derecha se encuentra el Cielo, y en muchas tradiciones que se mueven en esta parte del mundo, la derecha y la izquierda contrastan con asombrosa exactitud: el hombre y la mujer, lo activo y lo pasivo, el día y la noche, la vida y la muerte, el yin y el yang, Nicolás Maduro y Juan Guaidó.

Los simbolistas no comen cuento: políticamente, el lado izquierdo es siniestro, reprimido, ilegítimo; es pasado. El derecho significa conciencia. Simboliza orden, estabilidad, autoridad, jerarquía mientras que el izquierdo se muestra insatisfecho con el orden social imperante y reclama mayor fuerza y dinamismo, mayor juicio, progreso; habla de un hombre nuevo, de un nuevo orden económico y promete libertades de toda naturaleza y exige innovaciones y contundencias pero al llegar al poder, sin importarle los mecanismos empleados para lograrlo, sus promesas y exigencias se desvanecen y se convierten en arbitrariedades y castigos. ¡Surgen el hambre, la Tumba, la diáspora y la corrupción! La bolivariana nunca lo ha sido, pero toda revolución política, incluida la cubana, tiende a devorarse a sí misma, se atrinchera y se petrifica en la autocracia y persigue con saña y alevosía a quienes pretenden bajarla de la adinerada mula que es el poder.

En lo personal sostuve firmes reservas con la derecha política y manifestaba simpatías con la izquierda porque creía que anidaban en ella ideas libres y nada convencionales. Pero descubrí a tiempo que Adolfo Hitler y José Stalin formaban la misma moneda. Una moneda que en la cara muestra a un nazi de espanto y en el sello, sucesivamente, la de Stalin, de Mao, Pol Pot, Fidel Castro, Hugo Chávez, Néstor Kirchner o Nicolás Maduro. Son muchos, pero menciono solo a estos que prefieren la acera izquierda y evito así atolondrarme con una lista excesiva y sombría.

Lo peor no es la derecha o la izquierda. Lo realmente peligroso es el extremo al que pueden llegar porque terminan tocándose, no codo con codo como mariconamente nos obliga el corona virus, sino abrazándose como un par de borrachos de botiquín. Al regocijarse, aparecen sus amigotes: el fascismo y las risotadas de la perversidad y la enajenación del poder.

Un buen gobernante debe comportarse como el mejor de los tenistas. Roger Federer o Nadal corren hacia la izquierda cuando la pelota va en esa dirección e inmediatamente vuelven al centro y vuelan hacia la derecha si el contrincante envía la pelota hacia ese lado; la devuelven y regresan al centro. Si las circunstancias obligan al mandatario a desplazarse hacia la izquierda o hacia la derecha resulta políticamente sensato hacerlo, siempre que retorne al centro. ¡Pero un centro que no le sonría ni a la derecha ni a la izquierda sino que se respete como  A los noventa pasos de mi propia edad, alejado a larga distancia de la derecha y de la traicionera izquierda, he descubierto que esta ha demostrado aquí y en cualquier otro lugar del mundo que no sabe gobernar. Se disgrega, se divide, se confunde en la profusión de ideas, teorías, ambiciones y programas. En cambio, la derecha tiende a ser monolítica y sabe perfectamente hacia dónde va, pero se embarra cuando se abraza al fascismo de la extrema izquierda y se convierte en una derecha tenebrosa.

Se eclipsó, afortunadamente, la valoración (politica) que antes gozaban tanto la izquierda como la derecha. Hoy sirve sólo para establecer que esta silla está a mi derecha y el sofá a mi izquierda. En Madrid, a pesar de sus gruesos desatinos Mariano Rajoy, siendo hombre de derecha, lo hizo mejor que aquel desfavorecido ectoplasma llamado Zapatero la “¡ávida dólar!” de izquierda. (André Breton, jugando con las letras del nombre, llamaba ávida dólar a Salvador Dali).

Me encuentro en un momento imponderable: ¡soy mi propio camino! y en el cautiverio impuesto por el virus chino he declarado ser yo mi propio pran, pero sostengo que el furor de las ideologías y su extinción guardan relación con el desarrollo y el esplendor de la cultura. En la ignorancia y en la ausencia de sensibilidad reinan las tiranías más perversas, pero todas ellas, sin importar sus alcances y colores son toxinas perniciosas y no deseo pertenecer a ninguna izquierda o derecha políticas y abomino de sus violentos extremismos.

El actual y oprobioso régimen militar chavista madurista asegura ser de izquierda democrática y participativa cuando en realidad se mueve y actúa dentro de la caverna más oscura y excluyente, y es posible que algún purpurado de la Iglesia romana tenga más sentido ético, de vida y de humor que el fervoroso pero retrógrado comunista de ayer y de hoy.

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