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Mussolini y su sueño imperial en el Mediterráneo (y III)

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El pasado lunes (2 de noviembre) se cumplieron 80 años de la llegada de un pequeño contingente (que iría creciendo con el tiempo) de soldados, pilotos y equipos británicos a Grecia para apoyar este pueblo en contra de la invasión italiana que había comenzado el 28 de octubre. El primer ministro del Reino Unido: Winston Churchill, junto a su gabinete habían acordado en julio de 1940 que el dominio del Mediterráneo era fundamental y le habían garantizado a los griegos que de ser atacados por el Eje los apoyarían. Esto era precisamente lo que deseaba evitar Adolf Hitler, pero Benito Mussolini no hizo caso de la necesaria coordinación con su principal aliado y prefirió satisfacer el deseo infantil de mostrarse fuerte frente a los alemanes. Un capricho que le saldría caro cuando sus tropas —¡en menos de dos semanas!— habían sido expulsadas del país helénico y retrocedían en Albania, poniendo en peligro esta colonia y los pozos petroleros en Rumania que abastecían a la Wermacht (ejército alemán). Lo mismo ocurrió en Francia en junio y en el mar no podían contra la Royal Navy, pero en noviembre y diciembre vendrían mayores fracasos. ¿A qué se debió la incapacidad militar italiana en la Segunda Guerra Mundial?

Según los historiadores británicos especialistas en la Segunda Guerra Mundial: John Gooch, 2020, Mussolini’s war. Fascist Italy from triumph to collapse, 1935-43 y James Holland, 2015, El auge de Alemania: 1939-41 (publicada en castellano en 2019); el primero afirma que la entrada en la guerra se realizó con una ausencia de claros objetivos, estrategia en lo que respecta a fines y medios y sin ningún plan que estableciera prioridades. Agrega Gooch que Mussolini nunca consideró los aspectos de la guerra moderna al buscar la movilización general para aprovechar los limitados recursos nacionales (por dar un ejemplo, en 1943 solo 10% de las mujeres trabajaban en la industria), y los tres cuerpos del ejército actuaban de manera aislada padeciendo permanentes rivalidades y una terrible inercia burocrática.

Holland, por su parte, ofrece detalles que muestran las limitaciones nacionales, industriales, logísticas y la comprensión del arte de la guerra. Italia era un país que no estaba totalmente unificado como Estado moderno y con una industria que se reducía a solo una parte del país y de la población, una población rural y con muy poca instrucción en su mayoría. Las armas que se producían eran de muy baja calidad y no había competencia en su diseño y creación. Un ejemplo era que los tanques eran monopolio de la Fiat y cuando comenzó la guerra resultaron anticuados con escasa potencia, blindaje y poder de fuego. En el caso de la alta oficialidad era muy anciana y su concepción de la guerra era de la Primera Guerra Mundial: alta creencia en la infantería y no en los blindados (de 71 divisiones solo 4 eran blindadas), y más en las posiciones estático-defensiva que en la movilidad y rapidez. La Regia Aeronautica (fuerza aérea italiana) era obsoleta: uso de biplanos y aviones lentos y poco protegidos, por no hablar que la escuela de vuelo fue cerrada al inicio del conflicto. Las armas de la infantería eran anteriores a 1914 y no eran estándares. Oficiales y tropa no tenían casi relaciones y los primeros vivían rodeados de lujos. Sola la Armada era moderna.

Los generales sabían estos problemas y por ello se negaban a entrar en la guerra demorando las acciones. Mussolini vivía peleando con ellos y amenazando con su destitución, y consideraba —como piensa todo autócrata— que la incapacidad no tenía nada que ver con él sino con su pueblo. En el Diario del conde Galeazo Ciano (ministro de Relaciones Exteriores y yerno del dictador) hay muchos ejemplos que lo demuestran. El primero de agosto de 1940 escribe: “Gran arremetida del Duce contra ‘los italianos’, cosa que ocurre cuando tropieza con dificultades para la realización de sus planes. Motivos principales: la decadencia demográfica, la tendencia al ‘licorismo’ (alcoholismo) y el ‘masomenismo’ que nos caracteriza en todas las cosas”. Me impresionó mucho porque en Venezuela sería el equivalente al “majomenos” o “cómo vaya viniendo vamos viendo”, en pocas palabras: la inconstancia.

Los únicos éxitos de la Italia fascista en la Segunda Guerra Mundial fueron el avance en territorio egipcio (colonia británica con importancia estratégica por el control del Canal de Suez) en septiembre de 1940 y el ataque en 1941 de los hombres rana en el puerto de Alejandría. Pero estas acciones para nada tuvieron un importante peso en los destinos de las batallas y menos en la guerra. En el primero avanzaron cien kilómetros hasta Sidi Barrani, para estancarse acá y no aprovechar la ventaja de la iniciativa y la superioridad en cantidad de soldados y armas (a pesar de sus citadas deficiencias). En Francia los salvó la victoria de la Wermacht y en los Balcanes su invasión de Grecia significó en la casi perdida de Albania si no es porque fueron rescatados por sus aliados después de la imposibilidad de triunfar en sus contrataques de invierno en 1941.

La estrategia británica, como dijimos anteriormente, se centró en no perder el dominio del Mediterráneo y África a pesar de la amenaza de invasión alemana a la metrópolis que se daba simultáneamente con la Batalla de Inglaterra (10 de julio-31 de octubre). Siguiendo el relato de Churchill (Cap. XV. “La victoria en el desierto”, Libro II. “Solos” en: La Segunda Guerra Mundial; 1948-56) este afirma que defendió la posición de reforzar en África los pocos soldados (60 mil aproximadamente) que defendían todas las colonias que iban desde Egipto pasando por Sudán, Kenia y Somalia y que los italianos ambicionaban desde Etiopía y Libia con más de 250.000 hombres. De igual forma, no aceptó el abandono del Mediterráneo oriental sino más bien la creación de una nueva flota de la Royal Navy (la Fuerza H bajo el mando del vicealmirante sir James Somerville) que apoyará a la ya existente conducida por el almirante sir Andrew B. Cunningham. En septiembre envió refuerzos en blindados a Egipto y aviones a la isla de Malta.

En la zona la flota italiana superaba a la Royal Navy, aunque no contaba con portaviones (los británicos tenían dos y Malta, que consideraban “el tercero e inhundible”), además de contar con la ventaja de la concentración en pocos puertos (Blitzkrieg en el Sur”, tomo 3, Enciclopedia Ilustrada de la Aviación) y por ello salió en su búsqueda para vencerla. Era fundamental para la victoria en su ofensiva en Egipto que sus líneas de aprovisionamiento no fueran afectadas desde Malta. De igual forma, ellos tenían que impedir que Grecia fuera apoyada desde el mar. Dos importantes batallas doblegarían a la Armada de Mussolini: el ataque por aviones torpederos Swordfish en su puerto de Tarento el 11 de noviembre y la del Cabo de Matapán del 28 al 29 de marzo de 1941. Sus principales acorazados quedaron hundidos y este hecho mostraría a la tercera Armada del mundo que un ataque aéreo con torpedos en un puerto era posible. Desde ese entonces evitarían toparse con la Royal Navy y la tarea de proteger los convoyes del Eje en el Mediterráneo quedaría en manos de la Luftwaffe desde principios de 1941.

En lo que respecta a Egipto, las fuerzas italianas estancadas en Sidi Barrani acumulaban pertrechos para poder retomar el avance hacia Alejandría y el canal de Suez. Esta demora fue aprovechada por los generales británicos sir Archibald Wavell (jefe militar de toda la región: desde Sudán hasta el Medio Oriente) y Richard O’Connor (comandante de la Western Desert Force) al recibir más de 100 tanques y aviones modernos (Hurricane) enviados desde Gran Bretaña, prepararon una ofensiva (operación “Compass”) con cuatro veces menos soldados que Italia y que se inició el 9 de diciembre. Para el 7 de febrero de 1941 habían recorrido más de 800 kilómetros hasta tomar El-Aqaila y Bengazhi muy cerca de la capital de Libia. Era el mayor desastre militar del Eje: un ejército de más de 10 divisiones había desaparecido, 130.000 prisioneros, pérdidas de armamento entre más de 800 cañones, 400 tanques y 1.000 aviones aproximadamente. El peligro de la pérdida de su presencia en Noráfrica hizo que Hitler decidiera enviar “temporalmente” al rescate una pequeña fuerza blindada (junto a la Luftwaffe) comandada por el general Erwin Rommel, conocida como Deutsches Afrika Korps.

Si el Frente Mediterráneo es considerado secundario, peor aún es el caso del África ecuatorial francesa la cual protagonizó hace 80 años una campaña con pequeños combates entre la Francia Libre y la de Vichy. El general Charles De Gaulle después de la derrota en Dakar (África occidental, 23-25 de septiembre) fue a Londres a rendir cuentas y seguidamente retornó a África para consolidar su posición en los únicos apoyos franceses que había ganado en estas colonias de julio a agosto. Estuvo en la zona desde el 8 de octubre hasta el 17 de noviembre de 1940 cuando volvió a Inglaterra. El capitán Leclerc en Duala (Camerún) sería su principal jefe militar y a él se le encomendaría la misión de conquistar Gabón, que era la única colonia francesa ecuatorial que se mantenía junto a Vichy y lo cual se logró el 5 de noviembre. Después Leclerc fue enviado a una proeza que era lograr conquistar una salida de la Francia Libre al Mediterráneo colaborando con los británicos en la lucha contra los italianos. Para ello tuvo que atravesar 6.000 kilómetros del Sahara para atacar a principios de 1941. La región quedaría bajo el gobierno de Félix Eboué (nativo negro de Cayena, Guyana Francesa) (Charles De Gaulle, 1957, Memorias de guerra).

La producción cinematográfica sobre los años 1939 y 1940 en lo que respecta al Mediterráneo es casi nula al hablar de películas con gran impacto en la memoria. Es lo común con la primera etapa de la Segunda Guerra Mundial, aunque hay varias victorias aliadas que pueden permitir desarrollar magníficos filmes, pero imaginamos que la campaña en Noráfrica desde 1941 ha sido mucho más atractiva y ciertamente hay bastantes títulos que la tratan. Pero esto es un tema de futuras entregas en nuestro proyecto.

El sueño imperial de Mussolini se había convertido en pesadilla para sus soldados y su pueblo, pero no era poco lo que habían padecido comparado con lo que les faltaba por sufrir cuando la lucha en la región se prolongó hasta el final de la Segunda Guerra Mundial y los Aliados eligieran, a iniciativa de Winston Churchill, invadir la península italiana después de haber dominado el Norte de África. Pero esto será motivo para los respectivos análisis cuando se cumpla el 80 aniversario de estos hechos en el gran proyecto de revisión que esperamos seguir llevando a cabo hasta 2026. Dios mediante, en febrero de 2021, retomaremos el Frente Mediterráneo y Africano para analizar el nacimiento del mito del “Zorro del desierto”. Por ahora, la próxima semana nos toca comprender en qué consistió el “Nuevo Orden” que Hitler comenzó a establecer en Europa examinando su desarrollo desde 1939 hasta finales de 1940.

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