Podrían ser varios los epicentros de un mismo núcleo al ocurrir una conjunción de movimientos sísmicos irregulares que intentan aparecer uno más fuerte y decidido que el otro. Ello lo puso de relieve el conocido viaje al exterior de Leopoldo López. Intempestivo, pero no sorprendente, pues la figura jerárquica del partido de gobierno interino estaba maniatada y con poca participación en su condición de refugiado en la Embajada de España. Sin embargo, no es solo Leopoldo López, sino que ya casi todas las figuras operativas de la oposición están fuera, o con la idea firme de hacerlo, pues la persecución y la represión son parte cotidiana del régimen usurpador.
Por otro lado, la lucha hacia el interior del país es otro epicentro, que adquiere otros matices, tanto para el sector político que está fuera de la asamblea como para una Asamblea Nacional que está culminando su mandato, aunque haya voces sensatas que desean prorrogarlo. Ahí hay partidos e individualidades que son conscientes de no volver a ocupar una curul, por el poco desempeño de estos años que les otorgó el pueblo en su momento. En ese grupo está incluido el G-4, que ya no tiene garantía alguna de supervivencia política.
Simplemente, no se hizo el trabajo, ni se llenaron las expectativas que la ciudadanía tenía, después de ganar abrumadoramente las elecciones y, con honrosas excepciones, los errores se pagan. Entonces, el asunto está, y estará, en cómo dar la pelea adentro, sin incurrir en la tentación de abandonar el país y la lucha directa ―quizá los detiene el costo de vivir y mantenerse afuera, que visto para algunos no ha sido muy difícil―. Aunque parte de esos partidos de la cuarteta legislativa están despedazados tanto moral como legalmente y solo ostentan sus directivas nacionales para la exhibición.
Mientras haya debilidades en la lucha interna, el acento se pondrá en lo que se haga más allá de las fronteras, no hay de otra. Sería absurdo que se peleen la lucha externa los líderes reconocidos o los que deseen venir en la cubierta de una fragata libertaria. Luego, para lo que queda de la Asamblea Nacional, si es que queda, la clave estaría y estará en la directiva y en la Comisión de Política Exterior, quedando como un ornamento el resto del Parlamento y que, sepamos, es el propio G-4. Sin embargo, la mayor tentación para aguantar sería la de un gobierno en el exilio, por bonito que les suene a los parlamentarios, dejando al resto entendiéndonos solos.
Sé que es difícil, duro, pero la pelea hay que darla acá existiendo, resistiendo y persistiendo, y esto no va con los que han tenido que irse, porque ―de no hacerlo― los hubiesen matado, sino con los que se fingen grandes líderes y pueden entrar y salir (pandemia aparte) sin que nadie les pregunte ni siquiera la hora en Maiquetía. Un gobierno, con Guaidó y parte de la AN acá y un TSJ en el exilio, sería poco manejable y absurdo para algunos puntos de vista. Esa idea refleja lo que pasó con la oposición a Francisco Franco: la mayoría de los opositores murieron fuera de su querida España. La historia enseña. Por eso, la partida de Leopoldo López debería marcar el inicio de la construcción de una gran y nueva unidad como prioridad, y todos los factores que hacen vida a nivel nacional (económicos, sociales, religiosos y políticos) deben tenerlo en cuenta, y engranarse con los que tuvieron que irse y, así, lograr una verdadera coalición que le dé impulso a una Venezuela libre y de los venezolanos.
@freddyamarcano
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