El beat acompaña el relato de lo acontecido entre un grupo de jóvenes que se reencuentra con la libertad. Las líneas surgieron tras el barrote, en la celda ubicada en un pueblo caluroso, con unos morros en el horizonte y un cuaderno como campo abierto que burla límites físicos.
Cuando se les escucha hablar, uno intuye que la libertad la alcanzaron antes de recibir la boleta de excarcelación. Por lo que cuentan, el hip hop fue la llave para salir de la condena, aunque todavía estuvieran tras las rejas.
Son los muchachos de Free Convict, como se llama el proyecto que desde 2013 reúne a cantantes del género, y que surgió en la Penitenciaria General de Venezuela en San Juan de Los Morros.
Distintos son los delitos por los que los encerraron. Hablan de ellos con la certeza de quien ve el pasado por el retrovisor mientras acelera el pedal a toda marcha.
En prisión todos coincidieron en su fervor hacia el hip hop. Consideran que la protesta que ha caracterizado el estilo los lleva además a expresarse sin tapujos.
Hace un mes estrenaron el video “Desde la cárcel para el mundo”, una declaración de principios en la que cada uno marca un punto de partida.
La mayoría tiene un aka, como se abrevia en inglés la frase “también conocido como”. Daniel Ramírez es “el As; Francisco Vargas, “Dosk Usr”; Héctor Villavicencio, “Fagil”; Robert Blanco, “Trevor el Extraterrestre”, y Ray Martínez, a secas. Él es, además, responsable de la génesis. Fue el dueño del primer estudio de Free Convict, un Blackberry en el que grababan las notas de voz con las composiciones. Ese material todavía está guardado en la nube a la espera de su momento adecuado.
“Esto ha sido salvación, el buen camino, valorar la vida, la libertad, la familia. Es ser libre en la situación en la que nos encontramos”, indica el As.
Todos coinciden en el propósito del proyecto: llevar un mensaje de esperanza y cambio. Claro, dado por uno de los grupos sobre los que más recaen prejuicios y recelos: los ex convictos. Ellos lo saben, pero no se amilanan. Además, el hip hop está acostumbrado a ser visto de reojo por unos cuantos.
“El rap es nuestra herramienta. Como es bastante seguido por la juventud, nos ayuda en este propósito de llevar ese mensaje de esperanza”, indica Dosk Usr.
Martínez cuenta que dentro la música y su facilidad para contagiar jugaron a su favor. “Estuvimos en la oscuridad y llegamos a representar la luz en ese sitio. Después de tanta adversidad, surgimos como un elemento positivo. Tú sabes, manejando un poco el concepto de la resiliencia. Todos vieron el cambio. No solo para nosotros, sino también para los que vieron cómo surgió”.
Al principio hubo tropiezos. Se supone que la cárcel no es un lugar para estar cantando, y menos en una venezolana, donde sobrevivir a la hostilidad es lo primordial. Esas cadenas de mando internas se percataron de que no representaban ningún peligro. “La constancia hace que uno logre los objetivos. Nos criticaron al principio, pero poco a poco fuimos cambiando todo a algo positivo”, acota Martínez, quien ejemplifica con la imagen del chorro que se abre y primero sale agua marrón, pero luego la clara.
Se refieren al pasado como la oscuridad. La música no solo suena, sino también ilumina un sendero del que todavía falta por recorrer. Hay ambiciones, la principal, salvar vidas. No quieren jactarse de lo vivido y superado, pero hablan con las palabras que dan la experiencia para dirigirse a quien lo necesita.
Apuntan a trayectorias como las de Apache, McKlopedia o Akapellah. Quieren éxito y que su música se escuche en otros países. Hablan también del trap, de las tendencias dominantes. Quieren hacer uno con otro tipo de contenido, “trap mata trap”, dicen. Conocen la vieja escuela del hip hop, pero no desechan las nuevas vertientes. Igual es hip hop, aseguran.
Habrá un disco, todavía no hay fecha. Mientras, seguirán visitando barrios para conversar con niños y adolescentes. “A veces no es fácil hablarles porque sienten que uno va a regañarlos. Pero venimos de las mismas andanzas, y qué mejor ejemplo que nosotros que cambiamos con la música”, cuenta Fagil sobre una de las visitas a un retén de menores.
Además, hay intenciones de enlazar con prisiones de otros países para emular el proyecto.
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