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Autocine como una uva

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autocine

La semana pasada asistimos a la inauguración del Autocine de Caracas, que está ubicado en el estacionamiento del CCCT.

El evento convocó a diversas personalidades y miembros de la prensa. Llegamos temprano, cuando faltaban 10 minutos para las 6:00 de la tarde. La función comenzaría una hora después.

En el ínterin conversamos con algunos insiders. Uno de ellos me habló de la calidad de la pantalla Led, donde se transmiten los contenidos de la plataforma.

Según su percepción, es como un televisor gigante que resiste hasta la luz del sol del mediodía.

Al amigo del medio le llamó la atención “el músculo” del emprendimiento. En tiempos de crisis, la pregunta ha surgido en los foros de redes sociales. ¿Quién paga, cómo se sustenta la operación? No tengo respuestas pero comparto la interrogante.

Sin duda, el montaje del proyecto significa una inversión significativa.

A la hora señalada, procedimos a ingresar, siendo atendidos amablemente por los dependientes del negocio. Eran jóvenes en la mayoría de los casos, con actitud cercana y vocación de servicio.

En general, apreciamos la atención recibida durante la velada, perfectamente organizada en su logística.

Al estacionar y apagar las luces, un ensamble instrumental ejecutó versiones de clásicos del mainstream, comprimiendo un playlist de los temas emblemáticos de Rocky, Titanic, El rey león y La lista de Schindler, cuyas imágenes de miseria y precariedad contrastaban con el ambiente de celebración del espectáculo.

De repente, el mensaje de fondo es que el show debe continuar, como en la cinta de James Cameron, a pesar de nuestro contexto de sálvense quien pueda.

Fuera del reino de las sombras chinescas, la realidad ofrece una imagen de espanto. El holocausto se cierne sobre un país hambreado y devastado por las políticas fallidas del Estado colectivista.

Adentro del centro comercial Ciudad Tamanaco presentimos sumergirnos en una burbuja de evasión y escape, tal como en la depresión de los treinta, cuando los musicales brindaban algún tipo de consuelo a los espectadores pobres.

Objetivamente, hemos visto cómo en Venezuela el cine pasó de ser una experiencia popular a una forma de entretenimiento para una minoría.

En tal sentido, la oportunidad de regresar al autocine nos reconforta por un lado, pero al mismo tiempo nos enfrenta a los dilemas duros del sector en el peor año de su historia reciente.

Tras la música de fondo, una rueda de prensa anuncia que Veloz Producciones correrá por cuenta de la programación. Una garantía de propuestas de calidad y de autor en la grilla del espacio cultural, que además de cintas, promete traer teatro, conciertos y congregaciones artísticas a una ciudad carente de movida nocturna.

Por dos horas, lo confieso, me desconecté de los problemas, disfruté volver a una jornada de opening, pensé en las oportunidades abiertas al futuro.

De repente, en la comparación con los días terribles de la cuarentena, viví un espejismo, un desahogo, una catarsis necesaria.

En lo personal, atesoro el momento como una pausa, una recompensa que recibimos por tanto sufrimiento y padecimiento en el confinamiento.

La curaduría acertó en compartir el cortometraje La Uva de Alexandra Henao, para mostrar un abreboca de su visión comprometida con la estética nacional y extranjera.

El trabajo expone a dos sobrevivientes de una catástrofe en un mañana distópico. Una caja de comida les cae del cielo, con latas y comida racionada.

El filme se anticipó al desastre del sistema CLAP. Ambos personajes se pelean por residuos y van pereciendo por su incomunicación, por su incapacidad de ponerse de acuerdo. La gula de los indigentes los lleva a declinar como sociedad.

El Autocine de Caracas, además, ha querido difundir Parasite, Retrato de una dama en llamas y Agosto, dedicada a diseccionar las cuestiones depresivas del período especial.

Al final de todo, el cine se impone, aporta sus lecturas del mundo, nos deja cabezones.

Es buena noticia que Autocine de Caracas apueste a las obras arriesgadas de realizadores importantes.

Nos brinda esperanza, al margen de las mezquindades del entorno.

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