En el marco de las actividades celebratorias de la beatificación de José Gregorio Hernández –que se oficializará en el primer trimestre de 2021– y luego de la exhumación de sus restos el 26 de octubre, la Universidad Católica Andrés Bello sumó otro gesto a la exaltación de la figura del médico venezolano, con la exposición de 20 de sus más preciados libros sobre Medicina.
La muestra fue instalada en la biblioteca central del Centro Cultural Padre Carlos Guillermo Plaza del campus Montalbán, en la Sala de Libros Antiguos del recinto. Además será llevada al formato virtual, a través de las redes sociales, informó la directora encargada de la biblioteca, Belkis Chacón, para mayor alcance del público ante las restricciones por la emergencia sanitaria.
Las publicaciones que fueron propiedad de José Gregorio Hernández, editadas en Europa entre 1860 y 1890, se adquirieron en la época en que el trujillano estuvo en París, aprendiendo los conocimientos científicos más avanzados de ese tiempo en el área médica.
Poco más de 30 años después de su trágico fallecimiento en 1919, su sobrino, Ernesto Hernández Briceño, donó a la UCAB –entonces ubicada en el centro de Caracas, en la esquina Jesuitas– esta parte de su biblioteca, que ha permanecido en los fondos de la universidad y cuyos ejemplares fueron restaurados, explicó el padre Francisco Javier Duplá, biógrafo del venerable y quien ha revisado los volúmenes como parte de su trabajo de investigación sobre la trayectoria del médico de los pobres.
«Esta exposición en la UCAB constituye un pequeño homenaje a este hombre tan particular, que supo ser un católico laico ejemplar, un gran profesor de materias de Medicina, nuevas en Venezuela, y un extraordinario médico, que no cobraba a los clientes pobres. Estas tres características tienen gran mérito en una época en la que los intelectuales eran ateos o indiferentes, muchos de ellos masones», apuntó el educador.
De los 20 libros que fueron propiedad de Hernández, 13 están escritos en francés, 4 en inglés, 2 en alemán y 1 en castellano, lo que indica –recalca Duplá– la capacidad que el beato tuvo para hablar o leer otros idiomas, incluidos el italiano y el latín, que debió manejar en su intento por hacerse monje en la cartuja de Farneta, en Italia.
Anatomía descriptiva, fisiología, medicina legal, diagnóstico de enfermedades, tratamiento del parto y microscopía clínica conforman parte del catálogo de temas de los títulos.
Uno de los ejemplares –The practice of medicine, de James Tyson, 1898– tiene una dedicatoria de José Manuel de los Ríos, conocido por dar nombre al principal hospital pediátrico de Venezuela. «A mi querido e ilustrado discípulo y amigo Don José G. Hernández», se lee en una nota manuscrita en abril de 1906.
Otro que llama la atención de Duplá es un ejemplar en francés: Traite practique des Accouchements, que indica como atender los partos. Aunque Hernández no se ocupaba de esos servicios, el biógrafo cree que como para esa época pensaba residenciarse permanentemente en su tierra natal de Trujillo, «él sabía que en Venezuela a su regreso tendría que estar listo para cualquier emergencia».
Además hay uno de los libros que contiene aspectos «sobre lo que hoy diríamos psicoterapia, muy relacionado con la mente humana, trata de la metapsíquica. José Gregorio indudablemente tenía una intuición médica que lo capacitaba como una especie de adelantado a la psicoterapia. Cuando él veía al enfermo o enferma y la examinaba, sabía no solo la enfermedad, sino como se encontraba esa persona».
A la luz de los textos, para Duplá queda en evidencia que el doctor Hernández hizo en sus estudios «un recorrido médico de varias especialidades, como se refleja en los libros que adquirió. Pero hay además en este listado manuales generales de medicina terapéutica, quirúrgica y legal. Él estudió en París con los afamados profesores Charles Ritchet, Isidore Strauss y Mathias Duval. Con Duval estudió microscopía, embriología e histología; con Ritchet estudió fisiología y con Strauss bacteriología».
Como dato curioso, el sacerdote jesuita señaló la ausencia de notas personales del doctor Hernández en las páginas de los textos de esta colección, aunque en uno de los volúmenes se consiguió una hoja con un manuscrito, que se presume que es del médico.
«Aunque fueron manipulados por las manos de José Gregorio Hernández, aprehendidos, comprendidos, entendidos y admirados por él, es interesante que ninguno de ellos tiene nada subrayado, no tienen una nota marginal. Él los respetaba muchísimo porque sabía que los libros son una joya y, más en aquel tiempo».
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