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El sueño imperial de Mussolini en el Mediterráneo (II)

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Un día como hoy (28 de octubre) pero de hace 80 años la Italia fascista invadía el Reino de Grecia y al mismo tiempo Benito Mussolini se reunía con Adolf Hitler en Florencia y le dio la sorpresa con las palabras: “¡Führer, estamos en camino! ¡Las victoriosas tropas italianas han cruzado esta mañana la frontera greco-albana!”. El objetivo era doble: hacer realidad la creación de un perímetro de protección en torno a Italia facilitando el control del Mediterráneo y una reacción infantil (así como no me avisaste que ocupabas Rumania, ahora yo hago lo mismo) ante su aliado, tal como explicamos la semana pasada en la primera parte de esta serie sobre el Frente Sur en la Segunda Guerra Mundial.

Mussolini soñaba con crear un nuevo Imperio Romano –¿acaso los símbolos de la Italia fascista (para empezar por el saludo del brazo alzado) no se inspiraban en esos tiempos?– en el que la península itálica controlara las costas del “mare nostrum”. El Eje Berlín-Roma, que desde el Pacto Tripartito del 27 de septiembre de 1940, ahora incorporaba a Tokio; realizaba una nueva repartición del mundo en esferas de influencia a costa de los viejos imperios coloniales del Reino Unido y Francia principalmente. De esta forma Italia pasaría a controlar esta región que hasta el momento estaba en manos estas dos potencias. ¿Tenían las posibilidades de vencer? A continuación seguimos examinando el caso italiano en el año de 1940.

Para los venezolanos la experiencia italiana en la Segunda Guerra Mundial nos toca de cerca, porque un gran ingente de los que la padecieron llegaron a nuestras tierras a pocos años de terminado el conflicto. ¿Quien tenga unas cuantas décadas de vida seguramente conoció un siciliano (por solo nombrar uno) que padeció hambre y las penurias del fracaso del sueño romano del Duce? Nunca olvido la triste mirada puesta en el recuerdo de su tierra y decir cual mantra: “Los venezolanos no han conocido una guerra, quizás eso les falte para valorar todo lo bueno que tienen”. Pero demos de nuevo el salto de ochenta años y miremos en contexto la invasión de Grecia.

La estrategia de Mussolini para lograr su sueño Mediterráneo no existía en realidad en el estricto sentido de la palabra, tal como afirma el que puede considerarse el mayor especialista en la Italia de las dos Guerras Mundiales: el historiador John Gooch cuyas obras que consultamos fueron Mussolini´s strategy: 1939-1943 en John Ferris, Evan Mawdsley, 2015, The Cambridge History of SWW y Mussolini´s war publicada este año, por solo nombrar dos de sus textos. El Duce consideraba que la guerra era cuestión de moral y coraje, no de tecnicismos y máquinas; y en este sentido era de la idea que los fascistas tenían de sobra, de manera que poco a poco irían logrando el objetivo planteado. Pero en un principio también poseían la ventaja material debido a que Francia ya no le resultaba ningún problema desde julio de 1940 por su derrota ante Alemania y la anulación de su flota por la acción militar de la Royal Navy en su contra; y sus tropas triplicaban a las del Reino Unido en la zona. De esa forma llevaría a cabo “una guerra paralela” a la del Tercer Reich.

La estrategia de Adolf Hitler en la región era muy distinta y ya en parte la hemos descrito en nuestra serie dedicada al “80 aniversario de la Invasión de Francia” en su sexta entrega que coincidió con el día que Italia entró en la guerra: 10 de junio. Allí señalamos que él esperaba que la frontera sur de su imperio europeo fuera protegida y controlada por sus aliados fascistas, que además de Italia serían la Francia bajo el liderazgo del mariscal Philippe Petain y la España del generalísimo Francisco Franco; en caso de que el Reino Unido no pactara y que Gran Bretaña fuera invadida por las fuerzas nazis (lo cual no se había cumplido). Y claro está: la Francia no ocupada y España decidieran dejar de ser “neutrales”. Precisamente el viernes y sábado pasado (23 y 24 de octubre respectivamente) se cumplieron 80 años de las entrevistas del Führer con los dictadores de estas dos naciones en las cuales fracasó en su intento de hacer realidad esta estrategia.

La estrategia de Hitler varió entre agosto y septiembre cuando se hizo imposible la invasión a Gran Bretaña. El Mediterráneo adquirió mayor importancia en su intento de convencer al Reino Unido para que pactara y se saliera de la guerra. Para ello estaba bombardeando todas las noches a sus principales ciudades, pero también tenía que convencer y apoyar (aunque con pequeños contingentes que no pusieran en peligro el plan de invadir a la Unión Soviética que ya estaba preparando por esos días) a sus aliados del Eje para que el Imperio Británico perdiera su principal ruta de abastecimiento que venía de la India y el Oriente. El objetivo era su cierre al tomar el canal de Suez y Gibraltar, después de lograrlo la Isla de Malta –que perjudicaba la logística italiana en la campaña de Egipto– caería. Al mismo tiempo sus submarinos comenzaban a hundir cada vez más mercantes que abastecían las islas británicas desde América.

Todo esto fracasó porque Hitler nunca valoró este frente y el Eje no supo coordinar sus acciones y metas, y se desgastaron en infantiles rencillas. Este hecho lo explicó a sir Basil Liddell Hart, el asesor alemán enviado al Norte de África, hace exactamente ochenta años: el general von Thomas (1948, The German Generals Talk), quien redactó un informe al Führer en el que señaló las terribles debilidades del ejército italiano y la necesidad de enviar 4 divisiones alemanas que garantizarían la derrota británica en Egipto y la toma del canal de Suez. Tanto Hitler como Mussolini no estaban de acuerdo en esta idea. Con respecto a Gibraltar, Franco no aceptó que un pequeño contingente de la Wermacht la atacara desde la frontera española.

Y por último está la insensata decisión del Duce al invadir Grecia y abriendo un segundo frente en el Mediterráneo, en vez de concentrarse en Egipto en armonía con Alemania. En su Diario el conde Galeazzo Ciano (ministro de Exteriores de Mussolini) demuestra cómo, a pesar de las advertencias de los generales de no estar preparado para tal campaña, había en el gobierno una gran confianza en la victoria, que incluso sentía él mismo, que era piloto militar activo y el 24 de octubre señala: “Examino el plan de ataque aéreo a Grecia. Está bien porque es enérgico y decidido. Con un fuerte golpe al principio es posible que se hunda todo en pocas horas”. Las razones parecían evidentes: a nivel de soldados y armamento doblaban al ejército griego por no hablar del hecho que la Armada era la quinta del mundo.

Se le dio un ultimátum a los griegos que dicho por el que redactó el texto (Ciano) “no deja salida: o aceptar la ocupación o ser atacados”. La invasión comienza desde Albania (en manos italianas desde 1939) pero hay mal tiempo (otoño europeo), lo que impide el apoyo aéreo y si la guerra se prolongaba tendría que sufrir el invierno en las montañas. La entrada del Diario el 5 de noviembre dice: “Mussolini está descontento de la marcha de las cosas en Grecia. (…) El enemigo ha realizado algunos progresos y es un hecho que al octavo día de las operaciones tiene la iniciativa”.

¿En una semana el invadido ahora “tiene la iniciativa”? ¿Qué le pasó al llamamiento del Duce el 10 de junio de 1940 desde el balcón del Palacio Venezia ante una multitud exultante pidiendo que muestren al mundo “su valor, coraje”? Muy simple: esos valores los tenían los griegos que defendían su patria y el ejército italiano era incapaz de llevar a cabo una campaña militar moderna. ¿Por qué tal fracaso? En nuestra próxima entrega daremos respuesta a esta pregunta junto a la estrategia de los Aliados y las acciones que llevaron a cabo para hacer retroceder al Eje.

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