No se trata de pesimismo, mucho menos de rendiciones. Los venezolanos, si de algo hacemos gala, es de la entereza y de las probadas valentías asumidas. Hemos persistido por más de cuatro lustros sobreviviendo a todo tipo de atropellos. Reiteramos con estos argumentos, a manera de registro breve de lo que hemos padecido y hecho, para tratar de defendernos de semejante barbarie y también dejar sentado nuestro pundonor a la hora de escribir la historia que se va dando, teniéndonos como parte de ese rodaje en carne viva.
Lo que pretendemos resaltar en este escrito es que nunca nos hemos limitado a esperar que las soluciones “nos caigan del cielo”. Por el contrario, nos hemos entregado cabalmente en cada circunstancia en que ha sido pertinente hacer sentir nuestros derechos. Cobijar nuestra dignidad ha implicado una contienda “a sangre y fuego”. Esta historia escrita con la muerte de miles de venezolanos sirve para demostrar que “solos no podemos” y por lo tanto es urgente contar con una eficiente cooperación internacional. El propio Juan Guaidó ha concluido en que «esa vía ya es indispensable y en tal sentido ha dicho que la Responsabilidad de Proteger es una receta propicia para salvar a una población acosada por la narcotiranía que usurpa los poderes públicos en Venezuela».
Ya esto no se encallejona en el falso dilema de ser radical o ser pacifista. La realidad es que ni los diálogos ni las negociaciones han servido para producir el cambio, sencillamente porque los tiranos no quieren que nada cambie en un país que tienen como su propia bodega, en la que se “despachan y se dan el vuelto a la vez”.
Cada vez que hemos tenido oportunidad de expresar nuestra gratitud a los líderes del mundo que se han preocupado por nuestro drama, lo hemos reconocido con gran humildad. Esos respaldos nos han ayudado a mantenernos en pie de lucha. Pero a estas alturas del calvario, se hace urgente pasar de la etapa de las resoluciones a las medidas eficaces que de verdad pongan punto final a esta carnicería que descuartiza a un país entero. Así tenemos que mientras millones de venezolanos deambulan por caminos desconocidos rumbo a cualquier lugar de Chile o de Ecuador, se prolongan los debates usando una retórica que no ofrece soluciones a esa aflicción. Mientras las familias acorraladas dentro de nuestro país piensan en ¿cómo comprar una canasta de alimentos para lo que se requieren más de 170 salarios mínimos? Se reciclan los escarceos en el seno de la OEA o de la ONU, donde cada quién tratando de explicar a su manera, como un país inmensamente rico tiene a millones de seres humanos debatiéndose entre la vida y la muerte.
A estas alturas ya no debería privar una pizca de duda sobre la naturaleza del régimen de Maduro: es una tiranía feroz. Por lo tanto, lo que esperamos los venezolanos es que de una vez por todas apliquen esas herramientas que crearon en la OEA y en la ONU. Me refiero al TIAR y al R2P respectivamente. Lo demás es “llover sobre mojado”. Los venezolanos no dejaremos que se nos muera la esperanza, de allí que en medio del hambre que aguantan millones de compatriotas, alimentamos nuestro espíritu con fe e ilusiones de alcanzar la meta de la libertad lo antes posible.
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