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Educación sin derecho

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Foto Kenny Linares

Por Yrabel Estrada 

La crisis política, social y económica de nuestro país ha marcado en la educación una huella profunda y dolorosa. De hecho, hoy estoy convencida de que el sistema educativo desapareció. Desde el inicio de este año 2020, y muy a pesar de los enormes esfuerzos de la ciudadanía, es imposible decir que en Venezuela existe el derecho a la educación.

Las máximas más importantes del sistema educativo venezolano que enmarcaban la defensa, garantía y protección del derecho a la educación y, que se mantuvieron vigentes incluso, durante los primeros años de siglo XXI con la llegada del socialismo (de hecho, estas máximas fueron una bandera para su ascenso al poder) se han desdibujado; la educación en nuestra nación no es ni pública, ni gratuita y mucho menos obligatoria.

Las pruebas saltan a la vista. La gratuidad no es más que un eslogan gobiernero. La educación es manejada casi en su totalidad por institutos privados y, estos espacios privados, para mantener algún tipo de estándares de calidad y rentabilidad, han convertido a la educación en un servicio de alto costo y difícil acceso. O sea, solo un grupo privilegiado puede tener una instrucción medianamente útil, inclusive, los grandes paladines de la educación popular, los colegios adscritos a la Asociación Venezolana de Educación Católica (AVEC) que en su mayoría son subvencionados por el Estado, han tenido que proponer el pago de matrícula y mensualidades en moneda extranjera, o solicitar ayudas financieras a los padres para poder subsistir dentro de la crisis.

En contrapartida, no existe ninguna posibilidad que desde un colegio oficial, un niño o joven venezolano reciba una atención pedagógica digna y aceptable. No existen salones “virtuales” ni bibliotecas convencionales ni informáticas. Los profesores sin reivindicaciones, perciben “salarios” que no pueden ser catalogados ni siquiera de simbólicos, con una precaria infraestructura tecnológica para respaldar la mal llamada educación desde casa, de modo que hasta la educación “publica” es costosa e inaccesible.

La realidad puede llegar incluso a ser deshumanizante. Muchos de los padres que se aferran, con una mano y pocos dedos, al hecho de pertenecer a la clase media (que considero ya pertenece al imaginario popular), hacen egoístas intentos porque algunas escuelas privadas se mantengan con márgenes ridículos de matrícula porque aspiran a que los dueños trabajen a pérdidas, y que los maestros y personal administrativo y obreros asuman, cual mártires, que su destino es morir de hambre y trabajar como esclavos.

Ya no es obligatorio estudiar, y ¿cómo lo va a ser sí es imposible para los pobres pagar por esa educación? y, si a esto le sumamos que muchos niños y jóvenes deben trabajar para colaborar en lo que puedan para llevar algo de comida a sus casas, el resultado es un número enorme de niños y adolescentes que han abandonado escuelas y liceos.

Los niveles educativos se han distorsionado, los grados, años y modalidades se convierten en otra cosa, se unen o se cambian de nombre según conveniencia del entorno, del gobierno, de la gente, o de lo que sea. No hay supervisión, hay amedrentamiento, persecución, amenaza, la escuela está desprovista de patrones, se anda “por la libre”, siempre y cuando no perjudique los intereses del gobierno, solo parece haber una gran política pública: hay que exterminar a los maestros.

Por su parte en las universidades, allí mandan señores feudales, muy pocos piensan en otra cosa distinta que no sea el poder y sus negocios. No hay un sistema, ni políticas públicas y menos presupuestos para estas casas de estudio.

No hay derecho a la educación, solo una enorme maraña de colegios, escuelas y universidades mezclados con padres, niños y jóvenes que luchan para mantenerse a flote y sobrevivir ante un monstruo que todo lo engulle: el chavismo-madurismo al fin logró destruir el sistema educativo, no pudo nunca controlarlo, acabó con él; verbigracia, fue devastado en su totalidad.

Tener un nuevo sistema requerirá de mucho esfuerzo, así como voluntad política y social. En principio deberá realizarse un proceso de evaluación y estabilización de los elementos que hoy pululan, están sueltos, abandonados y distorsionados. Luego, será necesaria una discusión que involucre a toda la sociedad, para definir la postura que tendrá la nación en relación con el derecho a la educación, finalizando con la estructuración de políticas públicas que permitan recuperar una educación que sea realmente una escalera hacia el desarrollo colectivo e individual, y un medio de resguardo sobre los valores democráticos, ciudadanos y constitucionales.

De mi parte y estoy segura, entre miles y miles de maestros y profesores venezolanos hay voluntad, compromiso, y la firme convicción de que llegado el momento, construiremos las bases para el resurgimiento, cual ave fénix, de ese tan añorado nuevo sistema educativo.

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