Cuando han transcurrido ya siete meses de la cruda nueva realidad y dinámica impuesta por el covid-19, mientras el mundo lucha por alcanzar con adelantos y retrocesos una nueva “normalidad”, y en Venezuela a duras penas navegamos en una dramática “anormalidad”, con auténticos actos de heroísmo desplegados por millones de ciudadanos que apuntalados por su inagotable resiliencia trascienden a esa carrera de obstáculos para lograr ser productivos en el país; allí en el fondo pero a la vista de todos, se exhibe uno de las más grandes amenazas a nuestro futuro, que es la triste y deplorable situación en la que se encuentra nuestro sistema educativo.
Si bien la única solución posible para alcanzar un sistema educativo digno que cumpla con el propósito de formar buenos y productivos ciudadanos, pasa por el inevitable meridiano del cambio político; mientras ello ocurre, somos testigos de como al menos dos generaciones son desbordadas por la irresponsabilidad, negligencia e improvisación de un desgobierno que simplemente carece de voluntad y por supuesto de planes y es por tanto incapaz de dar respuestas ante los retos que nos presenta esta nueva era, ya no solo tecnológica, sino de pandemia, distancia social y educación en casa.
Ya mucho antes del covid-19, el tema educativo en Venezuela venía por muy mal camino, pues mientras durante los cuarenta años de era democrática que transcurrieron desde 1958 a 1998, la educación pasó de ser un privilegio de pocos a un derecho amplísimo disfrutado por la mayoría que permitió el ascenso social y la creación de una fuerte clase media, luego, en apenas dos décadas de involución chavista y de cuidadosas acciones y omisiones destructivas, pasó nuevamente a convertirse en algo que solo funciona para unos muy pocos privilegiados, en un esquema cuya punta de lanza ha sido el adoctrinamiento desde sus niveles más básicos, continuando con el abandono de la infraestructura que le sirve de soporte, con escuelas, liceos y universidades públicas en condiciones vergonzosas; y aún peor, la dignidad pisoteada del cuerpo docente, cuyos salarios han sido llevados a niveles que van inclusive más allá de la indigencia. Luego, ya en la era del virus, con toda la incertidumbre y retos que ello ha traído consigo, la ignorancia deliberada del desgobierno ha sumado otras víctimas directas derivadas de su conducta destructiva, que en este caso son los estudiantes, quienes aún con la más férrea fuerza de voluntad que puedan exhibir, se ven impedidos de avanzar en su formación, no solo porque no hay las condiciones para ello, sino porque además no hay plan ni acciones que apunten a superar todas las limitaciones existentes.
Sumergir a sus ciudadanos en la ignorancia restringiendo su acceso a la educación, es una receta harto conocida del autoritarismo, que ha sido aplicada al pie de la letra por la estafa socialista del siglo XXI, ahora potenciada con la excusa del virus chino, dejando al garete por igual a educadores, alumnos y representantes, en una situación que muy probablemente genere daños irreversibles. Y es que no solo se trata de que haya Internet masivo como se rogó supuestamente desde Miraflores a las operadoras, pues el reto es más complejo, profundo y demanda un plan donde la política pase a un quinto plano y se coloque por delante el interés superior de educar a las nuevas generaciones que en un abrir y cerrar de ojos estarán a cargo de la conducción del país.
Como quiera que la educación no se acerca en lo más mínimo a las prioridades del proyecto político que de hecho conduce la política educativa venezolana, urge entonces tal como se afirmó al inicio de estas líneas que promovamos el cambio que conduzca a que se fije el rumbo de un sistema educativo hoy está a la deriva.
@castorgonzalez
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