La posición tradicional de Venezuela con el pueblo judío ha estado marcada por la solidaridad. Así ocurrió cuando el general Eleazar López Contreras, en mayo del año 1939, dio la bienvenida a 251 judíos que huían del nazismo en los barcos Caribia y Königstein. Este fue un momento estelar de nuestra historia.
Estos buques trataron de desembarcar infructuosamente en Trinidad, Barbados, Curazao y Guyana inglesa, y recalaron al fin en las costas de Venezuela. En ese momento, el general López Contreras dio la bienvenida a los pasajeros que la persecución nazi había traído a nuestro continente. Este hecho histórico, que colocó al espigado general de tres soles en las mejores páginas de la historia del judaísmo, marca el inicio de una relación fraternal de Venezuela con el pueblo judío. (En ese momento Venezuela también acogía a los republicanos españoles, forzados a dejar España por las consecuencias de la Guerra Civil).
Esta relación vivió otro momento significativo el 29 de noviembre de 1947 cuando Venezuela votó a favor de la resolución 181 de las Naciones Unidas, por la cual se acordó la partición de Palestina en un Estado judío y otro árabe, al tiempo que Jerusalén pasaba a ser administrada por las Naciones Unidas. El pueblo judío se adhirió a la resolución mientras que los árabes la rechazaron; desde entonces no han cesado los conflictos ni las guerras.
El 14 de mayo de 1948, es decir, a los seis meses de la resolución 181, David Ben Gurion leyó la declaración de independencia del Estado de Israel; esta fecha coincide con el cese del mandato británico sobre Palestina. La declaración de independencia fue reconocida sin vacilar por el gobierno de Rómulo Betancourt mediante un telegrama suscrito por el canciller Andrés Eloy Blanco. Posteriormente, Venezuela apoyó la resolución 273 del 11 de mayo de 1949, según la cual se admitió a Israel como Estado miembro de las Naciones Unidas. De esta manera, dos gobiernos venezolanos, política e ideológicamente antagónicos, apoyaron al Estado de Israel.
En la construcción del Estado de Israel se pueden mencionar cuatro figuras fundamentales: Theodor Herzl, David Ben Gurion, Golda Meir y Shimon Peres. Este último fue el más destacado pupilo de David Ben Gurion, y sobre sus aprendizajes afirmó: “Fue de David Ben Gurion que aprendí que la visión del futuro debe moldear la agenda del presente […] no hay nada mejor que tomar riesgos hoy por la seguridad del mañana […] el éxito requiere del dolor del fracaso” (No room for small dreams. New York, Harper Collins, 2017, p. 224).
Shimon Peres tuvo una relación especial con Venezuela, al punto de recibir el doctorado honoris causa de la Universidad Simón Bolívar. En una de sus visitas a nuestro país se trasladó en el Metro, pese a la oposición de su jefe de seguridad y ante la sorpresa de los transeúntes, junto al embajador de Israel y del diplomático Milos Alcalay. Siempre patrocinó la idea de la paz para Palestina, basada en un Israel democrático, fuerte militarmente, con desarrollo económico y una tecnología de vanguardia. Su propuesta fue crear riqueza en el Medio Oriente para lograr la paz. Por eso dijo: “No habrá paz en Israel mientras sus vecinos vivan en la pobreza”. De ahí su tesis de impulsar el desarrollo de la zona al amparo del potencial tecnológico de Israel para lograr la prosperidad común.
Las relaciones de Venezuela con Israel, por otra parte, siempre han sido sólidas y enriquecedoras. Nuestros gobiernos –de todos los colores y tendencias políticas– no se inmiscuyeron en el conflicto entre Israel y Palestina, sino que, más bien, fueron factor de equilibrio y de estímulo a la paz. Se mantuvieron los buenos vínculos con las partes involucradas en el conflicto, pero siempre dejando bien claro el reconocimiento al Estado judío. Esto cambió en 2009 cuando el presidente Hugo Chávez rompió caprichosamente las relaciones diplomáticas.
De esa manera se acabó con la tradicional posición venezolana y significó un cambio arbitrario de la diplomacia venezolana. Estas relaciones deben ser restablecidas al recuperar la democracia.
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