Puertas adentro, una vasta campaña contra el desperdicio alimentario es el nuevo sello del gobierno de Xi Jinping. Desde agosto pasado el jefe del gobierno chino se propuso hacer respetar a sus connacionales una máxima, repetida por él hasta el cansancio, según la cual “el desperdicio es vergonzoso y la frugalidad es honorable”.
De allí nació la campaña Plato Limpio que intenta reducir sensiblemente el derroche de alimentos y a la cual se encuentran abocadas las regiones, las empresas productoras de alimentos y establecimientos como restaurantes y comedores populares a escala nacional.
La costumbre china de derrochar la comida tiene una base cultural, de allí que desarraigarla resulte ser una tarea de titanes. La gastronomía y la cocina son un importante elemento su vida familiar y social. Lo corriente es que todo comensal, tanto en el hogar como en los restaurantes, se sirva o pida más comida de la que va a consumir. Un anfitrión es mal visto si los cuencos de alimentos que cada comensal deja sobre la mesa, al finalizar su comida, se encuentran vacíos. Ello es signo de haber calculado pobremente la cantidad para cada invitado. La hospitalidad se mide en sobras, de allí que cuando estas son multiplicadas por las colosales cifras que caracterizan a todo lo chino a escala nacional, resultan ser de una magnitud superlativa.
Un estudio de la Academia de Ciencias de ese país ya había llamado la atención en el año 2015 sobre una cifra que, en aquel entonces, ya resultaba inquietante. Los desperdicios alimentarios registrados en las grandes ciudades del país ascendían a 18 millones de toneladas de alimentos. Basta señalar que un volumen similar de productos es capaz de dar de comer durante un año a un país que tenga entre 30 y 50 millones de habitantes.
El crecimiento exponencial del volumen de sobras se ha visto soportado por las décadas de prosperidad que ha registrado el país. Para 2018 el desperdicio per cápita rondaba los 33 kilos por año, tal como es registrado por The Economist Intelligence Unit. Hoy por hoy, los restaurantes llegan a poner en la basura 38% de la comida que piden los clientes y la proporción resulta aún más inquietante cuando se constata que en las cafeterías estudiantiles el desperdicio puede ascender a 22% de las comidas.
Esta distorsión se ha vuelto más protuberante en razón de los fenómenos naturales que con frecuencia afectan a la geografía china y a su población –vastas inundaciones, por ejemplo– que provocan puntualmente problemas de seguridad alimentaria. La pandemia del covid ha provocado, por igual, una mayor toma de conciencia sobre la importancia de un equilibrio en el consumo de alimentos de la población.
La campaña Plato Limpio ha sido muy ampliamente difundida por las autoridades y vigilada en su cumplimiento a nivel de los actos oficiales. Se está intentando concientizar a la gran masa acerca de la importancia de desterrar el despilfarro, pero este no ha podido ser reducido sensiblemente, aun cuando el consumo individual de alimentos sí ha mermado.
Hay expertos que consideran que es preciso una modificación sustantiva en la manera de educar a la población en torno al tema de la prosperidad. Mientras ella esté asociada a la cantidad de comida que se pone en un plato, este siempre tenderá a estar lleno y las sobras serán siempre un elemento de bienestar.
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