Ya hemos comentado en este mismo espacio que si en algo son expertos y eficientes los equipos propagandísticos de la dictadura cubana es en eso de montar potes de humo para distraer la atención de las personas.
En el caso que vamos a analizar en esta entrega, va en relación con la catástrofe humanitaria que padece Venezuela. La dimensión de esa crisis rebota por todas partes del mundo en forma de imágenes que muestran a seres humanos rebuscando en pipotes de basura, a ver si consiguen desperdicios de alimentos. Esas fotografías giran por todas partes y datan ya de varios años, lo que confirma que ese problema de la hambruna es consecuencia de las malas políticas aplicadas en la era de Chávez y Maduro, y no como pretenden excusarse, que es el resultado de las sanciones personalizadas aplicadas contra los malandros del narcotráfico y puntales de la galopante corrupción que han saqueado las arcas públicas de Venezuela.
En estos últimos días las imágenes salen de las redes sociales que dan cuenta de las masivas protestas realizadas por la ciudadanía en diferentes poblaciones del interior del país. Mujeres y hombres de todos los sectores sociales han salido a las vías públicas a desahogar su indignación por tener meses continuos padeciendo de oscuranas por falta de energía eléctrica, a tener que ingerir agua sucia, porque los sistemas de acueductos no funcionan a causa de falta de planes de mantenimiento, a vérselas forzadas a conseguir leña para cocinar, ya que no hay gas doméstico ni gasolina, en un país con reservas gasíferas y petroleras cuantiosas.
A esas revueltas que la gente protagoniza en medio de la desesperación que representa para una madre o para un padre de familia presenciar a su prole llorando por algo de comida, se suma la otra cara de la moneda: la ciudadanía observa, con una mezcla de sentimientos que van desde la rabia, repulsión e indignación, como Maduro y su séquito se reparten el botín, porque es en eso en lo que ha quedado reducida nuestra Nación. Mientras la gente se sigue muriendo de mengua en los hospitales carentes de insumos elementales, al mismo tiempo en que la gente sale a ver como resuelve el día a día de sus hogares, esa comparsa persiste en usurpar los poderes públicos sin reparar en el daño que siguen causándole a los venezolanos. Y lo hacen con todo desparpajo, paseándose con sus vehículos de lujo, comprando en sus redes de bodegones, abasteciendo sus carros en sus estaciones de servicios particulares o encendiendo sus potentes plantas eléctricas.
Todo eso es parte del festín que la comunidad internacional sanciona. Esas condenas que Maduro pretende eclipsar con esa Ley Antibloqueo que prende como una charrasca ruidosa para desviar la atención del foco que más cuenta en esta coyuntura: el informe lapidario de la ONU, que ratifica que Maduro y su corte son responsables de la perpetración de crímenes de lesa humanidad. Así es de contundente ese informe que ¡hasta el gobierno de Argentina! confirma su respaldo a dicha condena.
Desde luego que no hay que desestimar «el veneno» que tiene implícito esa Ley Antibloqueo, porque además de tratar de desviar el debate sobre los crímenes de lesa humanidad, buscan instalar una lavandería de capitales de origen sucio y rematar los activos que le quedan a la nación.
¡A esa maniobra hay que ponerle el ojo!
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