Nada queda de los días de vino, rosas y petrodólares, cuando el chavismo extendió su plan hegemónico para lo que contaba con el apoyo incondicional de gran número de aliados, socios y amigos. El voto de Argentina en la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas a favor de que se continúe y amplíe la investigación contra el régimen por sus violaciones de los derechos humanos ha desnudado aún más la soledad regional de Nicolás Maduro, en solitario por primera vez desde que Hugo Chávez conformara a su alrededor un férreo cinturón de seguridad.
Con el único apoyo de Filipinas y Eritrea, más la abstención medida de México (junto con una veintena de autocracias africanas y asiáticas), Venezuela no consiguió ninguno de los objetivos que se había marcado en Ginebra. Una evidente debilidad diplomática, diametralmente distinta al control alcanzado en otras épocas, cuando el barril de petróleo superaba los 100 dólares y cuando políticos de izquierda presidían la vecindad.
«En América Latina se impuso el consenso democrático. La Argentina peronista votó a favor, el México obradorista (por Andrés López Obrador) se abstuvo. Parece que aún tenemos en la región diversos modos de entender y ejercer el progresismo», certificó el historiador Armando Chaguaceda, especialista en revoluciones.
Si una fecha marca ese dominio pasado es diciembre de 2011, cuando Hugo Chávez vistió de gala Caracas para lanzar la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), su caballo de Troya, junto con Unión Suramericana de Naciones (Unasur) para consolidar su poder internacional. Y también para silenciar sus abusos. Cristina Fernández, Dilma Rousseff, José Mujica, Rafael Correa, Evo Morales, Ollanta Humala y Fernando Lugo respaldaron al chavismo y contaron incluso con el apoyo del colombiano Juan Manuel Santos, quien ya tramaba con Chávez sus negociaciones con las FARC.
Nueve años después, Venezuela es una isla que se hunde poco a poco todos los días. El último intento de resucitar Unasur de Ernesto Samper, al frente de la secretaría general y siempre obediente a las órdenes llegadas desde Venezuela, ha chocado con la indiferencia general.
«Dictatorial, de izquierda y es un fracaso»
«El régimen venezolano tiene tres características: es dictatorial, es de izquierda y es un fracaso. Las democracias lo condenan por ser dictatorial, las derechas por ser de izquierda y el gobierno argentino por haber fracasado. Porque es el fracaso en alimentar a su población lo que distingue a Venezuela de Cuba», concreta el politólogo Andrés Malamud.
El frente antichavista se reúne en torno al Grupo de Lima, en el que militan Colombia, Brasil, Ecuador, Chile, Perú, Paraguay y Bolivia, con las ausencias de Uruguay y de Argentina. La mayoría frente a Maduro se ensancha si se suma el resto del continente: Estados Unidos, Canadá, Costa Rica, Panamá, El Salvador, Guatemala, Honduras, Haití y República Dominicana.
En cambio, Maduro conserva a sus dos grandes amigos, Cuba y Nicaragua, y cuenta con la postura equidistante pero más cercana de México. Solo algunas de las pequeñas islas de Caribe mantienen su lazos con Caracas gracias a los fondos repartidos por PetroCaribe.
«Deterioro de los DD HH es demasiado evidente»
«El nivel de deterioro de los derechos humanos es demasiado evidente y además hay una pluralidad en el interior de la izquierda que sigue consensuándose bajo varios dogmas, como la imagen de Cuba y el Foro de San Pablo, pero que también tienen diferencias que no son menores», añade Chaguaceda.
Las elecciones en Bolivia, a la vuelta de la esquina, abren una ventana de esperanza para Maduro, que puede recuperar un aliado. Pero su vinculación con crímenes de lesa humanidad le han situado en una posición delicada frente al resto de los países.
¿Hasta qué punto puede sufrir Maduro esta soledad? Malamud no prevé otros problemas más allá de la enorme lista actual: «Puedo estar perdiéndome algo, pero no veo por qué lo debería afectar. Su estabilidad depende de sus apoyos geopolíticos (Cuba, Rusia, Irán y Turquía) y no de sus vecinos».
Y para demostrar que el «presidente pueblo» lo tiene claro, su representante en Ginebra fue el único que votó en contra de la resolución para que las organizaciones humanitarias tengan acceso a Siria y para que el régimen de Bashar al-Assad desista de usar armas químicas contra la población.
Apoyos para unos y «felicitaciones y abrazos del pueblo de Bolívar» de hoy mismo para otro, el «hermano presidente» Vladimir Putin. «Reafirmo la gratitud infinita por sus gestos de solidaridad y cooperación con nuestra patria en estos momentos difíciles para la humanidad», agradeció Maduro a su aliado geopolítico.
Por Daniel Lozano
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