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¡Señor magistrado!                                                                      

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Juramentación de magistrados designados por la AN en 2017

Ha sido un camino largo y ensangrentado el que nos ha tocado andar. Un constante padecer de la abrumadora mayoría de nuestra noble nación venezolana. Secuestrada dentro del territorio, y las aproximadamente 5 millones de almas, entre niñas y niños, abuelas, mujeres y hombres que han salido a padecer afuera de modo diferente, pero a padecer también. Se dirá que ha sido así en la historia de otras muchas naciones. ¡Y claro, eso es verdad! ¡A cada nación le ha correspondido llevar su cruz! Pero también es verdad que, como lo hizo ayer la nuestra, las verdaderas naciones libertarias y justicieras deberían pasar de la retórica al decidido apoyo para detener el exterminio que hoy sufre nuestro pueblo.

Gobiernos de nuestros países latinoamericanos y caribeños se han apoyado desde los tiempos de la etapa independentista anticolonial. Haití primero con Petión, y Venezuela con Miranda y Bolívar, dos naciones rebeldes que lograron mostrar el camino hacia la independencia del subcontinente. Se apoyaron con base en un interés superior por alcanzar la libertad y el derecho de construir sociedades prósperas, con respeto a los derechos humanos.

Sin embargo, hoy les estamos fallando. A Haití, que fue colonia predilecta francesa con sus valiosas exportaciones, y a nuestra Venezuela llena de riquezas energéticas. Hoy son de las más depauperadas naciones de América. Llenas de hambre, miseria y corrupción, gracias a tiranías y al narcosocialismo del siglo XXI. Con sus garras extendidas hacia todas las ramificaciones de las mafias mundiales, la narcopolítica ha echado raíces desde Cuba hacia el Caribe. Luego hacia Colombia y Venezuela. Haití es un puente a la tierra firme suramericana desde ese Caribe. Guatemala y Honduras desde toda Centroamérica hacia México. Estados Unidos es un gran mercado de consumo y lavado en cadena larga y maligna, que empalma el Atlántico con el Pacífico, para salir a Asia. Trump los ha enfrentado de verdad. Ellos enfrentan a Trump también de verdad. A través de todos los medios y miedos inconfesables, instituciones y personas son doblegadas para que no luchen. ¡No podemos permitir que destruyan nuestras sociedades! Son nuestros hijos, nietos y compatriotas descendientes que nos permitirán trascender con ese amor infinito.

Toda nación debería tener una oportunidad de vivir en libertad, para explorar y desarrollar sus potencialidades. Para nosotros, en Venezuela, no hay vuelta atrás. Nosotros hemos cometido muchos y muy graves errores; después de haber tenido grandes recursos naturales, humanos y financieros, y por lo que se pudiera afirmar que se estaba prácticamente ante un gran futuro para nuestras descendencias; sin embargo, nuestras desviaciones hacia la mala administración y corrupción nos ha estado poniendo cada vez más en manos de estas mafias. Sin encontrar verdadera justicia y castigo ejemplar a los delitos cometidos en Venezuela, ello nos ha conducido como país a una tiranía de criminales impunes; que hoy nos controlan como nación, y se burlan de organismos y líderes internacionales.

El surgimiento de organismos mundiales en función de fortalecer la noción de una compartida responsabilidad humanitaria de proteger los derechos humanos, universalmente aceptados por todas las naciones, pero son bloqueados por los gobiernos de turno de países de Europa, Asia y lo más triste de algunos restantes de América Latina y el Caribe, impregnados o influenciados por oscuros intereses. Países con gobiernos que ensayan cada vez más piruetas para esquivar el decidir apoyar las acciones necesarias en solidaridad con nuestra moribunda nación. Otros países, en otros tiempos, cuando fueron gravemente afectados por fenómenos naturales, estados de emergencia, o de indefensión ante cualesquiera calamidades, vieron en Venezuela la hermana solidaria que acudía pronta a socorrer a la nación hermana.

El tiempo de entender que somos nosotros mismos los que debemos asumir en primer término, y a cabalidad, el deber de proteger y reaccionar para corregir nuestros propios errores se nos agotó. Nuestras niñas y niños están ante un futuro de desnutrición y malformación que los afectará por siempre. Es necesario reiniciar nuestra inmediata reorganización dentro del territorio venezolano, y por supuesto en el exilio.

El trabajo dedicado para nuestro sobrevivir individual en Venezuela y en el exilio es duro. Pero debemos compartirlo con el trabajo para organizar aún más la resistencia. Todo ello bajo  el irrenunciable signo de heredados valores y principios de nuestros mayores. Al tiempo que nuestra propia organización logre superar estos déficit de autocapacidad de sufragar nuestra dedicación exclusiva a la causa de la libertad, tenemos que combinar ambas dedicaciones, hasta conquistar el marco de orden y democracia interna de nuestras organizaciones específicas para la lucha. Sea una institución de gobierno provisional, parlamento, cuerpo colegiado del TSJ, red ciudadana u organización no gubernamental cualquiera que trabaje con el mismo propósito de libertad de Venezuela, debemos dar ejemplo en cumplir y hacer cumplir leyes que legítimamente nos hayamos dado, aún estando en el extranjero. Es por todo lo expuesto perentorio resolver la situación del TSJ en el exilio. Ese es un compromiso vital que inexorablemente nos podrá devolver la anhelada unión por la libertad y reconstrucción de nuestra nación venezolana. Usted tiene la palabra y la acción señor magistrado.

[email protected]/@gonzálezdelcas

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